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A Nacho Valero no le iba mal en la aventura sevillana. Nacido en Conil, llegó a la capital para estudiar Comunicación Audiovisual. Pronto comenzó a trabajar en televisión, una oportunidad que no todos tienen. Nacido en 1979, siempre ha sido emprendedor, cinéfilo y apasionado por lo que hacía. Lo mismo sacaba un pequeño sello discográfico para grupos punk de Sevilla editando en vinilo que montaba un videoclub. Y todo, mientras crecía en la tele andaluza. Con menos de 30 años, dirigió la edición diaria de Se llama copla, el programa de Canal Sur que enganchó a millones y que en su primera temporada ganó un premio Ondas.
Allí estaba Nacho, viendo cómo Joanna Jiménez triunfaba, o cómo Laura Gallego, "un potro desbocado" en sus primeros días que no había cantado antes y era solo una niña se hacía toda una artista, la que es ahora. Le había gustado eso de la tele musical. Videoclips o el programa Gente de primera, donde cantantes apadrinaban a concursantes. Eran los años posteriores al pelotazo de Operación Triunfo.
Pero, como buen estudiante de audiovisuales, ante todo, amante del cine. De ahí, de una película de Woody Allen, llegaría el cambio de vida de Valero. Granujas de medio pelo es una comedia que parodia parcialmente las películas de atracos. Un grupo de ladrones decide robar un banco y para ello construir el túnel deciden alquilar un local cercano desde donde operar con un negocio tapadera, una tienda de galletas. Pero el negocio se convierte en un éxito.
"Yo digo medio en broma que es por la película", cuenta. Una historia personal aliñó las razones de cambiar de sector y dejar la tele, donde le iba bien, para empezar a construir otra cosa. "Fui padre con 26 años. Y la tele, como pasa en la prensa, es muy absorbente. Son muchas horas, y cuando estás en casa, consultas el móvil... yo quería estar con mis hijas".
Así que hace trece años encontró un local "hecho polvo" en el centro de Sevilla y se puso en marcha. Dulce Regina arrancaba sin amasadora, pues no la compró hasta pasados unos meses, así que hacía las masas a mano. Con su pareja, celebrando si una tarde de sábado hacían caja de 300 euros. "La inauguración fue muy bien, pero al día siguiente abrí diciendo que qué había hecho". Había gastado todos sus ahorros.
A Nacho, cuenta, siempre le gustó la cocina, y especialmente la repostería. En Londres había conocido locales especializados en galletas. O cookies. Entonces, la repostería en Sevilla exigía el tocino de cielo, la palmera de huevo... Lo que viene siendo una confitería, un obrador. Pero él intuyó que el camino para diferenciarse era especializarse en galletas.
"Este es el local más antiguos de galletas de Sevilla", presume. "Porque es que no había nada". Los gustos han cambiado. Antes no había tanto turista, agradecido a este tipo de propuestas para llevar con productos que conoce. Pero también es el sevillano el que ha cambiado. "Hasta los 90 no llegaron las chips ahoy, y aquí pensaban que eso era una cookie. Ahora, me hace gracia cuando me piden la cookie de toda la vida. ¿Cómo de toda la vida? Gente joven que ha conocido la galleta con pepitas de chocolate, pero eso en los 90 era lo nuevo".
Aunque él habla de galletas. Que tienen pepitas, que son grandes, horneadas, redondas pero irregulares. Lo que en la cabeza de ahora es una cookie y él reivindica como galleta, simplemente. El éxito fue tal que se involucró en una cadena, Galletanas, que están por toda España, y de la que sigue siendo socio, pero él prefirió volver a su negocio, centrarse en la calle Regina. Mancharse las manos. O más bien, seguir ideando recetas.
"Me dedico a seguir haciendo galletas nuevas, y me hace ilusión que esto sea un negocio familiar". Hace años se quitó de hornear y atender, aunque está para todo en la tienda. Ahora inventa, busca ingredientes, tendencias, hace campañas en redes sociales y mira el excel para que todo cuadre. "Y tener mi vida, estar con mis hijas, porque si quisiera ahorrar trabajando, me haría la trampa", incumpliendo la razón por la que dejó la tele.
Entre los éxitos actuales están varios de los que iniciaron la aventura. La de pepitas de chocolate, la de tres chocolates, o la de limón. "Hice la receta porque quería algo de color, pero siguen pidiendo esa receta de limón y pistacho". Ahora triunfa también la red velvet, basada en la tarta del mismo nombre y con ese color rojizo característico. Una veintena de propuestas que siguen siendo un éxito. "Aunque suene a tópico, y yo antes huía de los tópicos, el secreto está en no cambiar ingredientes y en hacer las cosas con cariño. La repostería es muy variable. Desde hace años estamos en la crisis del cacao a nivel internacional, cuesta tres veces más. Pero hay que mantenerlo, aguantar, porque aunque la gente no sabe si cambias el cacao, sí lo sabe el paladar del cliente". Ahora, planea innovar de nuevo, porque la carta siempre cambia, con recetas "de aquí".
Y entre tanto, no sabe decir que "nunca" volverá a la tele. "A veces me apetece, pero si vuelvo, creo que será por amor al arte. De galletero me quedo".
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