Es el momento de respirar y descansar de la familia y de los amigos. Hay que procurarse una tregua de las vacaciones. Para escapar de las aglomeraciones mayores y la felicidad obligatoria, si eso es posible, de las colas y las esperas, de los saludos constantes y el encuentro con todos. Hasta con esos pesados de la ciudad de origen que también están por aquí.
También apetece una pausa de tanto asueto. Nada como alejarse unos metros de la orilla y la arena. Tampoco demasiado. Lo suficiente para encontrar un hueco para el codo, con suerte, para tomar algo en solitario, de dos en dos, en trío, como mucho. La prole puede esperar.
Diez barras de los extramuros gaditanos lo permiten. Están a 30 ó 300 metros de la playa de la Victoria o de Santa María del Mar, suficiente para poner distancia y que corra el aire figurado un breve rato. Están en segunda línea de playa y suelen ser frecuentados principalmente por lugareños, lo que supone garantía y alivio añadido para los turistas. Hay muchos más que visitar pero estos cuentan con las bendiciones de muchos parroquianos. Por algo será.
El Rinconcito
Un templo del tapeo vecinal y obrero de Cádiz. Orgullo de barrio en las paredes. Está algo más lejos de la playa, casi a 300 metros, al otro lado de la avenida, a la altura de la plaza Asdrúbal. Oculto tras el mercado de abastos Virgen del Rosario (calle Antonio Machado, 14), hace décadas que los residentes en la zona lo tienen como lugar de culto y peregrinación. En su carta, escrita a bolígrafo como declaración de intenciones, destaca la fritura de pescados, algunos ya infrecuentes, los rebozados y los bocados de carne. Exquisito el manejo de la plancha. En la cocina está la madre y señora. Eso explica todo. Llena de sabor y tradición cada detalle. El local es diminuto, bullicioso, antiguo y estrecho. Su terraza, imposible, se divide entre un portal y una acera. Pues la combinación de todo resulta una delicia que nadie quiere perderse. De hecho, es difícil encontrar sitio cualquier día de cualquier época del año.
El Nido
Una novedad feliz. Está en una de las calles con mayor concentración de buenos sitios de Puertatierra, Fernández Ballesteros, que conecta Paseo Marítimo y avenida central. En el local que hasta hace unos meses acogiera Tempus Fugit (que se ha mudado al centro). El Nido une ahora lo mejor de dos mundos: una cocina italiana original, nada del tópico manido y gastado, con el tamaño tapa tan apreciado en la zona. Dos ideas que maridan de maravilla. Dos jóvenes turineses, Nina y Edoardo abrieron hace tres meses su primer negocio tras formarse en establecimientos de Cádiz. Recetas caseras y tradicionales, alguna versionada, se sirven, todas, en plato pequeño y a precio ajustado. La bola de arroz rellena de carne, aceitunas rebozadas, empanadas distintas, exquisitos canelones o el pescado azul a la siciliana. Hay hueco para alguna receta andaluza. El vitello tonato, en tosta, o uno de los mejores postres del mundo, el tiramisú, no faltan. El ambiente es más informal que antes, luminoso, abierto, cocina vista y madera clara. A 50 pasos de la arena.
Bokallena
Uno de los locales de los hermanos Vélez, con otros establecimientos (Balandro, Destino, Casino, ComeBebe&Calla) en Cádiz. Está situado en mitad de la avenida, pegado al colegio San Felipe Neri, a cien metros de la playa. Amplia carta con el sello de la casa: tendencia a los gratinados y las salsas, presentación impactante. Gusta mucho a un público muy amplio, especialmente a los jóvenes. El local es amplio, especialmente en su comedor interior, y ofrece un servicio muy versátil. De hecho, triunfa con los desayunos -muy recomendables los brunch para dos personas- y también como cafetería, con gran carta de meriendas. También es interesante la de vinos. Amplia bodega para ser un lugar tan urbano. Es lo que los modernos llaman un multibar. La modernez significa que abre muchas horas y sirve para muchas cosas. Como tantos bares siempre. Tiene una gran parroquia, siempre de paso, sobre todo en días laborables.
La Bella Escondida
Es una mezcla perfecta entre un local de comida rápida a la casera y un bar con amplio surtido de tapas tradicionales. Igual ofrece uno de los mejores sandwich de pollo de la ciudad (¿el mejor?) que un arroz caldoso para dar varias volteretas mentales sin moverse del sitio. Igual una hamburguesa, un pepito de filente, pollo al ajillo, judiones y chile con carne que menudo, merluiza a la roteña o albóndigas al toro. Es un híbrido de varias cosas que saben, todas, a gloria glotona. Hace años que cuesta encontrar sitio y no reservan, apuntan según llegan los clientes. Tiene un salón elevado y otra zona de mesas altas, barras y taburetes. Ruidoso y agitado. Vivo. Los vecinos lo adoran. Los que van y vuelven de la playa (está en Condesa Villafuente Bermeja, por tanto más cerca de Santa María del Mar) caen en la tentación de entrar de forma crónica.
Bar Bohemia
De las mejores cocinas de mercado de Cádiz, camuflada como bar. Es casa de comidas vintage y con estilo. Fernando Fernández Garrido cogió en 2016 el relevo de sus padres, Fernando y Manuela, que ya habían convertido este local, a cien metros del Paseo Marítimo, a 50 del hospital Puerta del Mar, en un indiscutible. De esos lugares a los que van a comer familias o parejas mayores casi a diario o casi todos los fines de semana. Tiene un salón superior en el que, perfectamente, podría recibir en audiencia Tony Soprano. Calidad en el recetario, en la materia prima y la elaboración. Desde lo más sencillo -tortilla de patatas tamaño rueda de camión- o una de las mejores ensaladillas de la ciudad que denominan ensalada de patata hasta guisos eternos. Igual hay fideos con caballas que garbanzos con acelgas, riñones al jerez, bacalao a la roteña, rabo de toro o carrillada. Suele mostrar en un expositor asombroso doradas, lubinas, ventresca de atún, caballas, gallo, chocos, salmón o almejas. La carta de vinos, con sitio de honor para los generosos de la tierra, está a la altura del resto y ya es decir. A diario venden mucho para llevar a las casas de alrededor. Más que un restaurante, es un servicio público.
La Sacristía
Es un mesón rural ajeno a cualquier estética playera. Sombra intensa, esparto, sólo faltarían los aperos colgados, mesas y taburetes sacados del túnel del tiempo. Está ubicado apenas a tres pasos de la playa. Con la construcción de una nueva calle, Adela del Moral, entre Tiempo Libre y el resto de edificios, todavía cae más cerca. En la zona que fuera de bares de copas hace dos décadas: Muñoz Arenillas, 6. Sin embargo, parece estar a tres galaxias de la arena. Tapero tradicional fantástico. De habas y alcachofas con jamón a un gran surtido de tapas de carne (solomillo a la pimienta, carne al toro...), siempre hay algún guiso de pescado en pequeña porción. Tapas frías excelentes, chacinas premium, gran surtido de conservas, en tapas o montaditos. Reseñable minicarta de vinos por copas. Los dueños y los que atienden no son un prodigio de simpatía ni falta que hace. Rigor. Pamplinas, las imprescindibles. Se agradece. El cupo de andaluces graciosetes y confianzudos está completo hace muchos años.
Nebraska/ Bar Mari y Jose
En realidad podría, debería, estar el Nebraska en esta lista, que está más cerca de la playa (calle Brasil con Muñoz Arenillas) y triunfa aún más. Pues que estén, los dos. Comparten propiedad y parte de la carta. El Nebraska tiene una pizarra con toda su carta para llevar y tuvo que habilitar una ventanilla propia para atender la cola que se forma cada día. Un bastinazo. El otro bar, Mary y Jose, hermano, de la misma familia, está en la avenida María Auxiliadora, frente al colegio Salesianos al que está vinculado históricamente. Bar proletario de manual, con su menú del día y su carta amplia, sin lujos, adornos, sorpresas ni decepciones. Muy célebre la carne en su jugo, en plato o montadito. Todo tipo de pescados y carnes, sopas frías y calientes, para decenas de profesionales y jubilados que comen allí casi a diario durante el curso escolar. En verano se puede disfrutar con algo más de calma al estar a 300 metros de la playa, al otro lado de la avenida. Cuenta con una zona de terraza muy amplia y son muy célebres sus caracoles, de los más comprados en la ciudad en temporada.
Vinos y Tapas Sur
Uno de los locales más celebrados y conocidos de la parte nueva de la ciudad durante los últimos 15 años. Desde su puerta se ve la arena y se huele el mar. De nuevo en la calle Fernández Ballesteros, número 5, de los primeros en llegar a esta calle ahora tan hostelera. Es pequeño, apenas cuatro mesas, y tiene muchos seguidores, así que conviene llegar pronto y tener siempre paciencia. En su carta destacan arroces, carnes y recetas de origen cordobés, como su copropietaria, Arancha Rider. Platos contundentes, recios, y raciones generosas, con sus papas, sus salsas y todo lo que se añora durante una dieta hipocalórica que ya llegará. La tosta de foie y jamón, el salmorejo, el asombroso rabo de toro y el atún rojo, en temporada, son algunos de sus muchos clásicos. Gran pizarra de vinos por copas. Suele tener las paredes decoradas con exposiciones temporales de pintura o fotografía. Otro detalle que contribuye al disfrute general.
El Doce
Es uno de los más cercanos a la playa de Cádiz, en este caso a Santa María del Mar, y sin embargo es el menos visible. Su domicilio oficial está en el paseo marítimo, a la altura de Cádiz, Fernández Ladreda, 9, pero desde la acera del mar no se ve. Se accede a este bar a través de un pasillo bajo un gran edificio que lleva a un patio interior, a un pasaje. La decoración parece obra de Almodóvar y Falete, impresiona: vírgenes, cantaores, cristos, carteles de toros, azulejos sevillanos... Tipismo cañí sin anestesia. Ambiente familiar dentro y fuera de la barra, dentro y fuera de la cocina. Su carta es una antología de la misma tradición andaluza que gustan de lucir en las paredes. Ni la menor filigrana espere nadie. Gran terraza a la sombra, con sus mesas y sillas de plástico. El que busque glamour tendrá que probar en otro sitio. Mucho pescado, más que carne, arroces, tapas frías. Todo según los cánones de las madres y abuelas de esta parte del mundo. Los que atienden, pese a los llenos crónicos y el bullicio, no pueden ser más agradables y colaboradores.
Trasversal
Un local que ha resistido años y años de obras a su alrededor, aún hoy, merece la pena. Si aguanta pese a estar rodeado de hormigoneras y calles levantadas, de andamios y ruidos es porque tiene algo que merece la pena disfrutar. Los últimos trabajos acabarán antes de que termine el año y todo a su alrededor lucirá como lo que es, una nueva zona de la ciudad, reconstruida. Es la esquina de la nueva avenida transversal (avenida de Huelva) con la de Sanidad Pública. El último obstáculo antes del renacimiento final es un edificio de viviendas de lujo, pared con pared. Tiene un aire de bistró que se agradece, con una carta recoleta, divertida y sabrosa, algo viajada y con un toque internacional, igual aparece un wok que un tartar o un salmorejo finísimo. Destacan las frituras y las tapas más rockeras, como las basadas en patatas, sandwiches creativos y minihamburguesas. Prodigiosas salsas caseras. Agradable la decoración, luminoso local en una nueva zona de paso. Los que prueban, repiten. Atención muy amable.