Jerez está abierta todo el año, más allá de los grandes eventos que le dan fama internacional —el MotoGP, la Feria del Caballo, la Semana Santa...—.
Una escapada de fin de semana no sería suficiente para descubrir sus incontables encantos, pero sí puede bastar para adentrarse en su esencia, empaparse de la historia y la tradición de una ciudad que se reinventa.
Pongamos que llegamos un viernes tarde a la capital del sherry. Si llegamos en coche o avión, van a perderse la que está considerada como una de las estaciones de tren más bonitas de España.
De entrada, pues, si se arriba en la ciudad por vía férrea se sale ganando, pues el edificio de bienvenida es una obra de arte que empezó a proyectarse hace 100 años y en la que merece la pena detenerse en sus azulejos.
Cena con show flamenco en vivo donde cantó Lola Flores
Dejar la maleta de mano y salir directamente a disfrutar del ambiente del centro. Quizás aún es pronto para verlo atestado de público como en la época de las Zambombas navideñas (este año se adelanta la Navidad en Jerez al 24 de noviembre), pero su amplia oferta hostelera raras veces suele fallar.
Si lo que se quiere es ir directamente al grano, me encantaría poder recomendarles la experiencia de disfrutar del flamenco en vivo en una peña de la ciudad, pero su calendario suele ser dispar y previsto con poca antelación. No obstante, una buena opción de sentir el flamenco en primera fila puede ser acudir al tabanco El Pasaje, el más antiguo de la ciudad, donde iba Lola Flores a cantar, y que cada noche ofrece una actuación en directo. Previa reserva, silla de enea, media de vino fino y un papelón de chacinas para acompañar esta excitante cena con show en directo a precio insuperable.
Con la resaquilla del viernes noche amanecemos en la ciudad del vino, que cuenta con ruta del vino y del brandy más visitada de España. Nos dirigimos a una viña, terreno de tierra albariza donde nace la uva que luego será jerez. Santa Petronila, la bodega de jerez más pequeña del mundo, permite conocer una entrañable explotación vitícola de 1737. Visitándola pueden saborear aquel jerez de los siglos XVIII y XIX, y aprender sobre la evolución "de la cepa a la copa".
De vuelta al centro de la ciudad, antes de un aperitivo en La Perla, junto al mercado central de abastos, una vuelta a su nave central del pescado. A mediodía de un sábado puede estar de bote en bote y con un género que solo hace falta olerlo para comprobar su frescura. El ambiente y el jaleo del gran día de La Plaza merecen la pena.
Una caminata cultural
Desde el Museo del Belén (calle Circo) hasta el Palacio de Riquelme (plaza del Mercado) hay apenas 1,5 kilómetros, algo menos de una milla de distancia. La milla jerezana de los museos, prueba de la dilatada historia de una ciudad hasta arriba de patrimonio, comienza en el único museo belenista del mundo que se encuentra en un casco de bodega y concluye en la casa palaciega de estilo renacentista-plateresco del siglo XVI que está en vías de ser rehabilitada.
En el paseo desde la calle Circo hasta el antiguo centro neurálgico de la ciudad medieval, la plaza del Mercado, el Museo-Tesoro de Arte Sacro Carmelita, el Museo de la Catedral, el Conjunto Monumental del Alcázar (el monumento más antiguo de la ciudad y uno de los pocos ejemplos de arquitectura almohade conservados en España) con la antigua Farmacia Municipal, y el Centro Cultural Lola Flores, junto al futuro Museo del Flamenco en Andalucía.
La oferta de esta milla cultural, como ven, es abrumadora, por lo que, de elegir en el escaso tiempo disponible, el Alcázar puede ser la primera opción. La mezquita, el aljibe, sus huertos y jardines... un recorrido por los orígenes de una ciudad en la que, si hay tiempo el domingo por la mañana, tiene un Museo Arqueológico de primer nivel. O uno de los mejores Zoológicos y Jardín Botánico de España. O un Monasterio de la Cartuja, el conjunto monumental de mayor valor artístico de la provincia de Cádiz, aunque algo inexpugnable para las visitas turísticas.
Y si no ha habido tiempo esta vez, siempre habrá excusas para volver. Porque ya saben aquello que dejó escrito el maestro Galdós en Perlas gastronómicas, "si Dios no hubiera hecho el jerez, ¡cuán imperfecta sería su obra!". A lo que también podría añadirse, en maridaje perfecto: "Jerez antes de comer, comiendo, y después de comer".
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