El 'barman' jerezano Eloy García regenta Cubáname, un negocio en el que ofrece toda clases de cócteles caribeños y otros elaborados con jereces.
Eloy García se puso detrás de una barra, por primera vez, a los 16 años, en el negocio familiar, pero confiesa que no le gustaba. Por eso estudió electrónica y, durante una buena temporada, trabajó como técnico de imagen y sonido en discotecas de las provincias de Cádiz y Sevilla. “Fui dj profesional en los 80, mis clientes de más edad aún me recuerdan por eso”, dice. Y, de hecho, llegó a regentar una discoteca, La gran movida, que luego reconvirtió en coctelería. Sin saberlo, en ese momento estaba enfocando su carrera hacia un mundo que le terminó apasionando. “Sin darme cuenta empecé a hacer cocteles”, rememora. “No sabía que era mixólogo”, dice, o lo que es lo mismo, que tiene una habilidad innata para preparar bebidas mezcladas.
Su primera participación en un concurso fue en el hotel Sherry Park, a principios de los 90. “Me presenté con camisa hawaiana y barba, no me dejaban participar”, señala. Pero finalmente lo hizo. No ganó nada, “pero me quedé hasta las tantas haciendo cócteles”. Luego probó suerte en una compañía de cruceros que buscaba barman, pero su escaso nivel de inglés le impidió conseguir el puesto. Pero la suerte se cruzó en su camino. La empresa, meses más tarde, celebró un evento en Jerez, y tuvo un problema para reproducir un vídeo a los turistas. Entonces se acordaron de Eloy, técnico de imagen y sonido, que acabó yendo por un reproductor a El Puerto a las cinco de la mañana, a casa de una norteamericana que conocía. “Les salvé, y a los dos meses me llamaron para ir de barman en un crucero en el que se hablaba español”, recuerda.
Con esta compañía recorrió, prácticamente, todo el Caribe. Pero le faltaba una isla: Cuba. “Era la época del anuncio de Curro se va al Caribe”, señala Eloy, que pocos días después, tras quedarse libre un hueco y estar a punto de sufrir un infarto —“por la presión”—, estaba montado en un avión rumbo al archipiélago cubano, donde estuvo 15 días. Y así, durante varios años, alternó su vida en Jerez con sus escapadas a la tierra de las bebidas tropicales, donde se fue empapando de su cultura. Hasta que un día, por casualidad, una chica le presentó a su abuelo, cantinero de toda la vida. “Me transmitió toda su sabiduría”, dice Eloy García, quien tras varias experiencias fallidas dio a luz en 2001 a Cubáname, el museo del ron, primero en la calle Velázquez, y desde hace unos años, en la avenida Tomás García Figueras.
Allí, en un coqueto local ambientado en La Habana de los años 30, se puede observar su creación: más de 700 cócteles, con recetas de cinco continentes, con predominio de los caribeños —especialmente llamativos los tiki, inspirados en la cultura de las islas de la Polinesia—. Aunque también es padre de los sherry cocktails, que creó experimentando y añadiendo vinagre a una bebida que llama Apache, y que es una de sus brebajes estrella. También destaca el Arrumbador, mezcla de amontillado, Pedro Ximénez, “100% jerezano”, destaca Eloy.
“Me decían que iba a durar de tres a seis meses”, recuerda entre risas. Y ya lleva para 17 años entre rones y todo tipo de jugos y especias que añade sus cócteles, muchos de ellos de creación propia. “Vendo calidad, me gusta que el público venga a disfrutar”, señala el barman jerezano, quien añade: “No tenía ni idea de que era famoso a nivel mundial”, ya que exponen vídeos en escuelas de coctelería de, por ejemplo, Perú, y en Japón tiene hasta un club de fans. Ahora, cuenta, está a punto de editar un libro sobre su experiencia, que no es poca, y que cuenta a todo aquel que se acerque a su negocio y quiera escucharla.