Cuando baja la marea, la playa de la Cachucha, en Puerto Real, se convierte en un auténtico balneario natural donde muchos llenan sus cuerpos de fango. Mientras algunos se empapan de las propiedades curativas de esta tierra, otros toman té y unos dulces marroquís. No hace falta cruzar el Estrecho para degustar un desayuno moruno o un buen plato de tajín. Una familia puertorrealeña incorporó este toque personal a su negocio El Balneario beach, llamado así en alusión al paraje donde se ubica.
“El agua llegaba hasta aquí arriba y al final del aparcamiento había un balneario donde venía la realeza”, recuerda José Guerrero, de 40 años, sentado frente al mar, señalando una fotografía de aquellos tiempos. La aristocracia disfrutó de la zona hasta los años 70 aproximadamente, cuando la instalación dejó de funcionar.
“La calidad del agua de esta playa es muy buena”. Y no solo lo dice el puertorrealeño, sino también un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con el Ayuntamiento, que recoge los beneficios para la salud de este entorno donde una mañana cualquiera el viento hace de las suyas.
José enseña el libro editado que explica por qué todo el mundo quiere untarse el fango y se le viene a la mente una historia que demuestra el poder de la zona. “No daban con el tratamiento para un niño con soriasis y el médico, de Barcelona, le dijo a su madre que si quería curar a su hijo se viniera dos semanas a la playa, y se curó”, explica desde el negocio que inauguró en febrero de 2019 junto a sus hermanos Tamara, Israel, Iván y Carlos.
Con apoyo y cariño, esta familia sacó adelante el único chiringuito de esta playa, un legado hostelero que empezó su padre José Guerrero Bernal, y ellos decidieron continuar. “Él abrió su primer quiosquito en la zona de La Jarcia en 1985, después se vino a la Cachucha con otro de helado, después cogió uno de madera octogonal y por último tuvo otro más grande”, cuenta a lavozdelsur.es.
Le daban la concesión cada cinco años, por eso, siempre estuvo “luchando y luchando” hasta que consiguió la licencia de 30 años. Fue en ese momento cuando los hermanos se plantearon montar un local familiar pese a que nunca se habían dedicado a la hostelería. “Mi hermano mayor y yo éramos soldadores, llevábamos años en el gremio del metal y de un día para otro dimos el salto de los astilleros al negocio”, comenta José.
"Queríamos darle un servicio diferente a la playa"
Con la ayuda de uno de los hermanos, Carlos, que trabaja en el sector aeronáutico, elaboraron codo con codo un proyecto que terminó teniendo “una acogida espectacular”. Un local moderno, con vistas a la Bahía, que llama la atención de las personas que pasean o toman el sol por allí. La “ignorancia y la poca experiencia que teníamos” no han impedido que los hermanos hayan creado “algo bonito”.
Según explica José, “queríamos darle un servicio diferente a la playa, en el quiosquito de mi padre no teníamos cocina y estábamos limitados”. Y tenían claro que la propuesta era “para el pueblo”, incluso tienen un espacio donde otros bares ponen su publicidad, “estamos todos conectados”.
La familia Guerrero Manzano se puso manos a la obra con una carta repleta de recetas que el cocinero Enrique Sánchez Romero conoce a la perfección. Tras dedicarse a la electrónica, el puertorrealeño ha estado más de quince años en los fogones de distintos establecimientos de la provincia gaditana y ahora se encarga de elaborar los desayunos, aperitivos, almuerzos, meriendas y cenas de El Balneario beach.
Al “toque original” de la comida marroquí, se sumaron los productos de la zona. “Pensamos que también había que darle un enfoque de lo que el sitio requiere y trabajamos los arroces marineros, el arroz negro, el arroz con bogavante y el pescado autóctono como la lubina, que aquí decimos robalo, la dorada o los camarones”, señala Enrique. Además, ha incorporado chicharrones con atún, plato premiado en la ruta de la tapa 2018 de Cádiz, y la ensaladilla nórdica, con base de aguacate, sin patata y con salmón ahumado.
José menciona al “marisco de los esteros y el pescado salvaje de la Bahía”. Entre sus opciones gastronómicas no faltan las almejas, la salicornia o las gambas, porque apuestan por el producto de la Bahía.
Una fusión marroquí-gaditana que ya ha encandilado los estómagos de muchos locales y turistas. “Hay gente que sí conoce los desayunos marroquíes, pero no mucha, y la verdad es que funciona”, comentan.
Otra de las peculiaridades del chiringuito es que ofrecen la carta en braille gracias a Francisco Manuel Benítez, un vecino, adolescente, que cuando perdió la visión se dedicó a escribir el menú de muchos bares del municipio en este lenguaje con el fin de mejorar la integración.
En este local se palpa el empeño y el amor de una familia que se coordina para navegar aunque venga una pandemia al año de abrir o la inflación haga que los precios estén “por las nubes”. “Para lo que estamos pasando, vamos bien, muchos compañeros han tenido que cerrar”, añaden los puertorrealeños, que abren durante todo el año, pero ahora se preparan para la temporada “más fuerte”.
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