También son pequeños y fáciles de transportar en una caja. Desde hace un mes, en un obrador de la avenida de La Libertad de El Puerto, no solo se elaboran empanadas argentinas de rabo de toro o de asado criollo. Los mini cruasanes reposan en la vitrina del nuevo negocio de Diego Percivaldi y Cecilia Oliver, un matrimonio natural de Argentina que ya lleva tres años ofreciendo sus especialidades en la ciudad que les acogió.
Él rellena una caja de cruasanes en el local situado justo al lado de la primera Empanadería que fundaron en junio de 2021, ahora cuentan con otra en la avenida del Ejército. “Más ricos que los manolitos madrileños”, bromea mientras su mujer termina de colocar las bandejas. Están recién hechos y lo hay de múltiples sabores. “Los hacemos con un baño de almíbar, es una receta casera nuestra y están bañados en chocolate belga, negro, blanco o con leche”, detalla Cecilia a lavozdelsur.es.
Con praliné de almendras, con pistacho, con galletas Lotus o rellenos de dulce de leche. Una gran “rana santa” ya los ha bendecido desde la pared donde se distingue el logo de Croac-sant. Así han bautizado al lado dulce de su cocina artesana. “Quedó muy divertido”, dice frente al juego de palabras formado por el croar de una rana y la condición religiosa del animal que alude directamente a la estrella de la casa.
“Cada vez nos pedían más dulces y, como teníamos el obrador, y sabemos de cocina, decidimos lanzarnos. Están causando furor, han llamado mucho la atención. Al principio los dábamos a probar, los clientes entran, y acaban volviendo”, comenta la argentina que añade que el boca a boca les ha funcionado y están muy contentos con la acogida.
No es la primera vez que se meten al público en el bolsillo. Sus empanadas ya tuvieron éxito -y siguen haciéndolo- hace tres años cuando apostaron por este proyecto pionero en la zona. Esta familia aterrizó en el municipio gaditano de forma accidental cuando sus planes se truncaron por la irrupción de la pandemia.
En 2019, la familia quiso ver mundo, un sueño que empezó a cumplir en una autocaravana de 12 metros. “Teníamos dos restaurantes en Argentina, vendimos todo para irnos, compramos un autobús y mi esposo la armó entera, era como una casa”, cuenta Cecilia.
Tras asegurar la educación a distancia de sus hijos y un plan de cobertura de salud, se instalaron en el vehículo y se lanzaron a una aventura que duró 18 meses. 26.000 kilómetros de carretera que les permitieron explorar un continente. “Recorrimos toda Latinoamérica, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Ecuador y Colombia”, explica Diego enumerando las paradas. Pero todo acabó cuando la crisis les obligó a aparcar, dejara atrás su viaje por Europa y buscar un plan B.
Así, en agosto de 2020 comenzaron una nueva vida en El Puerto. Justo a tiempo para apuntar a sus hijos en el colegio e idear un medio para sobrevivir. Como en su país natal regentaban dos restaurantes especializados en platos de autor, optaron por seguir en esa línea, sin sin perder su filosofía: todo casero y cocinado de forma artesanal.
La jugada no les salió mal. Sus empanadas pronto comenzaron a llegar a las casas de los vecinos de la ciudad, permitiéndoles llevar el negocio a otras ubicaciones como Jerez o Málaga. El paso del tiempo ha hecho de las suyas y el matrimonio ha considerado que es hora de seguir inventando.
“Vimos el tema de los cruasanes porque no solamente podemos poner cosas argentinas, ya que la realidad es que vivimos en España y la mayoría de nuestros clientes son españoles. Así que tratamos de hacer como una fusión entre los sabores más básicos argentinos”, explica Cecilia desde el mostrador.
A los cruasanes suman otras propuestas dulces, siembre hechas con productos naturales, como las cookies, o las tartas. Ahora, han ampliado la carta de postres que tenían en la empanadería y elaboran hasta la clásica “cheese cake” americana. “Están saliendo muy buenas, con los ingredientes naturales realmente se nota la diferencia”, añaden.
Otra de las elaboraciones reposteras que ofrecen en el nuevo local es el budín, conocido como bizcocho, que hacen de limón, de nueces y zanahorias u otras combinaciones para saciar el apetito a la hora de merendar.
También incluyen panes de masa madre o de payés. “Todavía no los estamos haciendo aquí, pero seleccionados los que tienen una calidad mejor que los que venden tradicionalmente en los supermercados”, explican.
Croac-sant es de esos lugares a los que es difícil resistirse al pasar por delante. “El que no come y no convida tiene un sapo en la barriga”, se lee en los panfletos que tienen en el mostrador.
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