Las pequeñas cervecerías que, a diario, convocan en sus puertas a decenas de sevillanos para, de pie y a la intemperie, tomar unas cervezas y charlar amigablemente, no paran de generar titulares. Los políticos locales de Sevilla, y sus asesores, se empeñan en enredar con iniciativas que solo sirven para justificar sueldos y hacer brindis al sol, nunca mejor dicho.
De ese lema con tufillo golpista, que tanta gracia hizo a la oposición al anterior alcalde, el socialista Antonio Muñoz, "los tanques a la calle", hemos pasado con el jefe municipal actual, José Luis Sanz, a sacar las cañas y los tanques pero con horario restringido. La norma anunciada se da de cara con las costumbres indígenas, cuatro horas para el consumo a pie de calle, nada menos, y nada más, de 12:00 a 14:00 a mediodía, o sea, los dueños de los bares deben de espantar a la parroquia a la hora que el sevillano empieza a llegar a la barra. Hay quien dice que esta norma es otro guiño al turismo, el mismo que, mayoritariamente, ignora las claves tradicionales de la ciudad, ni tienen por qué claro.
Esas pequeñas cervecerías que pasan por despachar las mejores cañas de la ciudad, tienen el carácter de "locales de hostelería singulares", o algo parecido, en ese afán de los gobernantes de ponerle palabrejas a las cosas. La cosa es que es cierto que las cervecerías tradicionales más populares son locales muy pequeños, claro, como en general lo eran todas las tabernas antiguas. De hecho, una de ellas, El Tremendo de Santa Catalina, quizás podría aspirar a ser nombrada la cervecería más pequeña del mundo por el libro Guinness de los récords.
En este mundo actual donde todo está reglamentado, ordenado, cuando no prohibido, el consumo de bebidas en la calle contempla una curiosa dicotomía. Por un lado, la creciente presencia de mesas en las terrazas, muchas veces invadiendo de manera abusiva los espacios públicos, aceras, plazas e incluso muelles en el asfalto para veladores, quitando plazas de aparcamiento. Por otro, la cada vez más acusada demonización del consumo a pie en la puerta de los bares. Supongo que esto último será porque se considera que la gente de pie es más ruidosa que la que está sentada. Desde luego vivir sobre un local de hostelería popular y lleno de gente no es muy cómodo que digamos, pero entonces tendríamos que enviar a muchos bares a los polígonos industriales o, claro, solo permitir el consumo en interiores insonorizados.
Sirva toda esta introducción para que demos un repaso a cuáles son algunos de estos santuarios que rinden culto a la Cruz, perdonen la broma, ya saben ustedes a qué Cruz me refiero. Detrás del mito de esos pequeños templetes de donde mana continuamente el rubio elixir, idolatrado por sevillanos y vilipendiado por muchos foráneos, planea la leyenda de las instalaciones antiguas de la famosa marca cervecera, me explico, mantiene el “conocedor” que, además del continuo funcionamiento del grifo que da frescura al producto, la clave está en los viejos serpentines de cobre que aún mantienen algunos de estos locales. En concreto, hay una trilogía que permanece desde hace décadas en el imaginario pódium de los bebedores del rubio líquido espumoso, a saber: el mentado ya El Tremendo de la calle San Felipe, Casa Coronado en la Puerta de la Carne y el Bar Jota de la Calzada, en la calle Luis Montoto, como verán dos de ellos son locales extramuros de la vieja y casi desaparecida muralla de Híspalis.
Hay otra clave importante en la excelencia cervecera sevillana, el cristal del vaso, aquí de nuevo se pone sobre la mesa (el mostrador) la típica dualidad sevillana, los neo cerveceros del vaso finito, bien grande de sidra o la caña que suministra la propia empresa cervecera con su serigrafía, por otra parte los partidarios del viejo 'tanque' de Duralex, un vaso alto de cuarto de litro que se mantiene en sitios como El Tremendo o es el recipiente principal en una de esas cervecerías de barrio que entra en el Olimpo de los santuarios sagrados de barrio, me refiero a Casa Julián, en la calle Faura (La Salle). Entre unos y otros, recordemos con unción añorante los vasos de diversos tamaños salidos de aquella mítica fábrica de vidrio de la avenida de Miraflores, La Trinidad, hoy de actualidad también debido a su polémica recuperación para la ciudad y el maldito muro de cemento. Vasos de La Trinidad que nutrieron como grandes contenedores los sueños dorados de miles de sevillanos, en sitios como El Tajo heliopolitano, El Candilejo en la calle del mismo nombre, junto a la Alfalfa o un bar de Los Remedios que lleva el nombre de uno de los grandes formatos más populares, La Maceta.
El Tremendo, Bar Jota o Casa Coronado son 'esenciales' del itinerario
Qué duda cabe que cada cervecero sevillano tiene su sitio preferido, cada barrio tiene su o sus cervecerías donde se tira la cerveza bien y fría, incluso en los pueblos cercanos, pero para entrar en esa nómina de los lugares sagrados de la caña, hace falta otra cosa, no distraer a los sumos sacerdotes del tirador tras la barra con pamplinas comestibles, quiero decir, las pequeñas grandes cervecerías históricas no ponen tapas, solo cacahuetes (arvellanitas), altramuces (chochos), aceitunas y, todo lo más, tiras de bacalao y chicharrones. De esta manera quedarían encuadrados en otras categorías locales de excelencia cervecera, sí, pero que destacan por otras cosas: el culto al vino de Jerez, Manolo Cateca; la taberna cofrade con tapas tradicionales, La Fresquita de Mateos Gago; o ese otro subgénero del bar sevillano cuál es la cervecería grande, alicatada de azulejos blancos, con mucha luz y mariscos variados, tipo La Grande (San Jacinto y López de Gomara), la Cervecería Triana en la Ronda del mismo nombre y otras cadenas con locales repartidos por toda la ciudad y el extrarradio. Mencionar dentro de estas cervecerías con tapicheo a un bar histórico de Los Remedios, donde se saludan parroquianos que se conocen desde los ochenta, la Bodeguita Santa María en una esquina de la calle Montecarmelo, en esta línea no olvidemos, en el mismo barrio, el famoso “Consola”, la Bodeguita Consolación.
Algún día les hablaré con detalle de la “ruta del altramuz”, unos bares que jalonan parte de lo que sería la prolongación del decumano Máximo de la antigua Híspalis romana y que no solo ofrece en su eje un recorrido de parroquias neo mudéjares, sino una serie de interesantes e históricos bares, entre los que se encuentran algunos hitos de mecas cerveceras. Mencionemos en el Pumarejo la Bodega Camacho, aunque ésta entraría con más razón en otra categoría que trataremos en su día, los bares de caracoles. En mitad de la ruta, la joya de la corona cervecera de la misma, a pesar de que me parece que la mayoría de sus usuarios son más republicanos que monárquicos, me refiero a Casa Vizcaino, en la vieja Plaza de los Carros.
Bares, tabernas y cervecerías, que en buena parte se han librado, de momento, de la marea turística que nos invade, bendición para algunos y maldición para otros. Yo creo que hay dos factores importantes para mantener a los guiris alejados de estos sitios, que no haya mesas y que no haya tapas. Vean si no como ha sucumbido el bar Las Columnas de Mateos Gago, otrora en la ruta local de cañas baratas y hoy refugio de chicas con chanclas y americanos con pecas, meca de usuarios Erasmus. Otros se libran por estar lejos del centro, como la Cervecería Arturo en Sevilla Este, otro templo para devotos fieles cerveceros. Al contrario, y perdiendo algo de su esencia, en pleno centro, ahora con muchas mesas y algunas tapas, montaditos y caracoles en su época, La Mina de la Cuesta del Rosario o, todavía con más tapas, de hecho, con una cocina muy estimable, La Antigua Bodeguita de El Salvador.
En Sevilla se inauguró la mayor fábrica de cerveza de toda Europa: 8 millones de cañas diarias
Una mención especial, el Quiosco La Melva en una esquina de Manuel Siurot, quintaesencia del cerveceo de calle, aquí directamente no hay local interior, un glorioso quiosco como los antiguos de prensa, algo más grande, donde la elección es fácil: montadito de melva y cerveza.
Hace unos años se inauguró en Sevilla la mayor fábrica de cerveza de Europa, con una capacidad para hacer 32 millones de litros de todas las variedades de cervezas al mes, nada menos que 450 millones de litros al año, o sea, 8 millones de cañas diarias.
Para finalizar permítanme un recuerdo a los “caídos”, ya he citado al Candilejo, el Tajo, aunque creo que sigue abierto, nada que ver con el que era. Mención para verdaderos conocedores, el Rufino de la calle Pinta, en El Fontanal, que vendía patatas fritas caseras de gajo con la cerveza de tanque. De aires taurinos, donde en días de pleno te podías encontrar hasta a la presidenta, entonces, de la Junta, el Tendido 11 de la Macarena. Y el mito de los mitos, el alcázar irreductible de la cerveza, el monte Olimpo perdido en la Ronda de Capuchinos, Baturones (baturrones para el pueblo).
En Sevilla, la cerveza es un rito social, aquí no se dice "a ver si quedamos", así, a palo seco, aquí se dice “a ver si tomamos unas cervezas”. Da igual el frío del invierno, a veces en Sevilla hace más frío que en la tribuna del campo del Valladolid, el personal se junta en la puerta, con chaquetón y bufanda, con los dedos semihelados sujetando el vaso, no importa, estamos juntos, charlamos, nos reímos y pedimos otra ronda.