Jerez quiere aspirar a ser Capital Europea de la Cultura en 2031, pero ya ha conseguido convertirse oficiosamente en Capital Andaluza de los Sabores del Mundo. Algunos que ya vamos cumpliendo años recordamos aquellos años en los que el centro de Jerez era un desierto y donde las opciones para salir a comer fuera (algo que por entonces era extrañísimo, más allá del tomar unas cañas y unas tapitas) estaban más que limitadas. Los restaurantes chinos de Pedro Alonso, San Andrés y Medina, y un mexicano que abrió en la cuesta de La Encarnación, antes de que abrieran Los Manitos en la avenida de La Paz. Poco más.
Varias décadas después, en Jerez te puedes comer el mundo en un radio de acción relativamente corto. Cada vez son más y más diferentes los negocios hosteleros que conforman la heterogénea y suculenta paleta de sabores, más allá de que sigan muy presentes (y pujantes) los sitios clásicos de toda la vida. Esos a los que hay que ir de forma inexcusable si se viene a la provincia de Cádiz: la Venta Esteban, que está completa hasta en los días laborables y hay que ir la mayoría de veces a la aventura; y el Bar Arturo, uno de los mejores pescaítos fritos de la Bahía en una barriada del extrarradio de Jerez.
Hay una primera división muy potente de sitios de cocina tradicional mezclada con platos creativos. Y hay, por supuesto, un par de sitios con Estrella Michelin, Lú Cocina y Alma, y Mantúa, que también son paradas obligadas al menos una vez en la vida. Ambos están en la plaza Aladro, tan céntrica como muchos miembros de esta ONU gastronómica jerezana que les proponemos a continuación:
Flamenkana
Helen Ocusi, nigeriana criada en Londres, decidió cambiar su trabajo en el despacho por los fogones y ha sacado adelante su propio establecimiento hostelero donde busca fusionar la comida de Nigeria, Senegal y Marruecos con actuaciones de flamenco. Una de las estrellas de la casa, el arroz Jollof, pero tampoco hay que perderse las alitas picantes. La agradable terraza de la Alameda del Banco es ideal para probar comida africana de calidad con alma flamenca.
Warique
Rossy Vera gestiona con su hijos Nelson y Yover el primer restaurante con acento quechua de la ciudad, en el que destacan el ceviche, la causa limeña, el lomo salteado o tragos como el pisco sour. En uno de los extremos de la Alameda del Banco, lindando con calle San Cristóbal, el restaurante especializado en gastronomía del país andino saltó desde su ubicación original en San Agustín a este coqueto rinconcito peatonal del centro de Jerez.
Otro sabor
Teo Lomidze, farmacéutica de formación, gestiona, junto a su familia, un restaurante en el que ofrece una docena de propuestas de la gastronomía de Georgia. En el barrio de Santiago, en la calle Ancha, llegan sabores como el khachapuri acharuli, un pan casero con forma de barco, que lleva queso y huevo; el satsivi, pollo en salsa de nueces; o las berenjenas con nueces, otros de los ejemplos de una gastronomía por descubrir.
Hola Beirut
Cambiaron la lejana avenida Juan Carlos I por Divina Pastora y el cambio se nota. Ana María García y el cocinero libanés Mohamad Diab fueron pioneros en introducir la comida libanesa en Jerez, y pronto han visto cómo había mercado para unos platos que, por ejemplo, tienen muchos fans desde hace décadas en grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Con la base mediterránea en la carta, hay platos degustación con sabores exóticos y el falafel es un imprescindible.
Tsuro
Se autodenomina el pasadizo entre Jerez y Japón. Una barra montada por Víctor Jaén en la que recibe a grupos de máximo 10 personas para vivir una inmersión en la cocina nipona. Tsuro, entre otras cosas, significa "traditional sushi restaurant omakase", es decir, un restaurante típico japonés basado en la filosofía omakase, que literalmente significa "me pongo en tus manos". En las manos del cocinero, claro, al que se le puede ver trabajar en directo, mientras aguardamos expectantes los platillos que van saliendo de su cocina. En Tsuro, la experiencia cuenta con una introducción a la gastronomía japonesa, y prosigue con un menú a base de aperitivos típicos a modo de entrante; una primera parte fría con platos de sushi (sashimi, tataki o usuzukuri) y nigiri; una segunda parte caliente con tempura y gyozas y un final a base de sopa de miso. Y todo eso, regado con jereces.
Il Siciliano
Engancha. Aunque estamos acostumbrados a la cocina italiana, no está de más que el centro de Jerez (calle Porvera) cuente al fin con un ristorante de nivel. El pizzero italiano Michelangelo Cullura regenta su primer restaurante, avalado por la calidad de sus pizzas, premiadas en su país de origen, pero en cambio, están siendo sus platos de pasta y sus verduras gratinadas las que hacen una y otra vez se acuda en busca de su caponata junto a una buena copa de vino italiano.
Rigodón
En su nueva ubicación en plaza Plateros, este restaurante de cocina del mundo lo mismo sirve platillos de boulettes de Liège que frango a passarinha, la receta de pollo frito más famosa de Brasil. A sus platos con historia se le une una generosa carta de cócteles.
Marquesitos
Un mexicano en plena calle Arcos. Y un mexicano que no se conforma con ser un buen sitio tex-mex —lo de siempre—, sino que va más allá con buenas fajitas (ternera, camarones y pollo) y taquitos de ternera a la parrilla hechos al momento. "Toda la comida buenísima, y la atención y el personal inmejorable. Lo conocimos de casualidad porque fui a visitar Jerez y fue un acierto probar. Repetiremos", es uno de los numerosos comentarios que dejan al restaurante en TripAdvisor. Si no lo creen, pruébenlo.
Alboronía
Cocina mediterránea-andalusí. En la calle Gibraleón, es un clásico de la gastronomía internacional del centro de Jerez. Víctor Marín y Adelina Pandelet enriquecen la oferta gastronómica con nuevas creaciones a modo de puente entre Occidente y Oriente. Entre las especialidades de la casa se encuentra la propia alboronía —el pisto andaluz— con queso gratinado y miel, las croquetas de coliflor y feta, el hummus de garbanzo con pitachips o el tajín, que puede ser picante de pollo con albaricoques, romero y jengibre o de pollo con limón encurtido, tomillo y aceitunas.
Kmarón
En este restaurante de Tornería no hay banderas, solo mestizaje. Se trata de una propuesta de cocina fusión que mezcla muchos sabores del mundo, pero que está muy marcada por la personalidad de sus propietarios, Javi Molero (chef de larga experiencia) y su mujer, la granadina, Magda Quesada, sumiller y fotógrafa. Aparte, ocupa un espacio central el komodo, una especie de barbacoa japonesa que da un toque ahumado a las piezas que se colocan sobre sus brasas. Es una de las estrellas de Molero en su cocina. Lasagna de presa ibérica y boletus con kimchi; un pollo marinado a baja temperatura; y un tataki de pez mantequilla marinado en miso y piña. Aunque puede que ahora su carta haya cambiado, porque la reinvención y la creatividad de su oferta es constante.