Veraneantes de la provincia y el resto de la geografía viven el lujo de pasar el verano junto a las playas con sus viviendas portátiles, sin apenas gastos adicionales, gracias a los lugares habilitados para ello.

¿Cuál es el precio de la libertad? Para Manuel, inspector de seguros que vive en el Polígono San Benito en Jerez, 3.000 euros. A sus 67 años aún trabaja, pero tiene claro que pronto dejará de hacerlo. Unas 500.000 de las antiguas pesetas es lo que le ha costado adquirir una caravana de segunda mano en Sanlúcar con la que ha vivido el invierno sumergido en plena naturaleza en los meses fríos, y el verano en la costa de Cádiz, la que cuenta con al menos nueve playas perfectamente habilitadas para ello, algunas como la de Baelo Claudia, en Tarifa, declarada monumento nacional.

La casa portátil es más que un sueño de verano. Ha llegado incluso a bautizarla: Las Pin y Pon y El Orejas. “Mi mujer mi cuñada y yo El Orejas”, explica con sorna. Todo son ventajas. Presume de contar con las comodidades de cualquier vivienda. En su interior pueden dormir hasta cinco personas y lo mejor, acompañado por Chusco, su perro. “Lavamos la ropa en el baño; Este es el dormitorio principal”, bromea señalando la cama de matrimonio. “El hotel puede ser más cómodo, pero en la caravana tengo más libertad”. Realmente pueden hacer lo mismo que en casa, pero están lejos del asfalto de la ciudad y más en contacto con la naturaleza: hablan, pasean y se bañan en la playa... “Lo que más me gusta es que desde que tenemos la tele aquí no se ha visto para nada”. El jerezano asegura que no hay problema de seguridad alguno, entre otras razones porque la Guardia Civil efectúa tres o cuatro rondas diarias. “Lo que no quieren son tenderetes, así que lo recogemos todo (el toldo, las sillas y demás enseres que tienen normalmente en torno a su chalet de vacaciones) cada día.

Ahora se ahorra el coste de la zona donde se instala provisionalmente. Habla con lavozdelsur.es en la playa de Chipiona a escasos metros del mar, a coste cero, y goza de estar en contacto con la naturaleza. El escaso coste que supone viajar en tu caravana propicia que los sábados y domingos explanadas como en las que se encuentra Manuel y su familia se convierta en un verdadero hervidero de personas. “Esto es un desmadre, pero se puede descansar. De día se van a la playa y por la noche el que quiere salir, se va a los chiringuitos”.

Una vez jubilado la caravana será el bastión de su libertad, pretende viajar por toda la geografía española, comenzado por un recorrido a lo largo y ancho de Andalucía en zigzag. “Quedarme en casa como que no”

Ir de camping en casa de campaña era una de sus mayores aficiones de la que antes disfrutaba junto a sus hijos. En la actualidad ya son mayores, trabajan lejos de casa, uno de ellos en Mallorca. Manuel les recuerda: “A ellos les encantaría tener una”. Desde que la posee hace solo unos meses la disfruta en su tiempo libre, los fines de semana y las vacaciones… por el momento. Una vez jubilado la caravana será el bastión de su libertad, pretende viajar por toda la geografía española, comenzado por un recorrido a lo largo y ancho de Andalucía en zigzag. “Quedarme en casa como que no”.

Próxima a Las Pin y Pon y El Orejas hay otras caravanas, entre ellas la de otra vecina del polígono a la que saluda. Carmen tiene 42 años y es la cuarta temporada que vive el periodo estival en su vivienda sobre ruedas. En su caso no está de vacaciones. A diario ella y su marido se levantan a las seis de la mañana para desplazarse desde Chipiona a Jerez, donde trabaja en un bar. Mientras, permanecen encargadas de la caravana sus hijos de 15, 22 y 21 años (una de ellas tiene la suya propia). A Carmen no le supone ningún esfuerzo, y a sus hijos tampoco. “Van a la playa, a los puestos, no paran… En casa están todo el tiempo enganchados a internet, aquí apenas cogen el móvil”, afirma. El precio de la libertad de Carmen y su familia es algo más cara que la de su vecino porque la adquirió nueva. Es el único gasto, por lo demás, defiende, el gasto de pasar allí o en otro lugar habilitado para ello el verano es el mismo que el de estar en casa y si le dan a la elegir, no lo duda: “prefiero la caravana a un hotel y mis hijos también”.

Los jerezanos lo tienen más fácil. Con o sin caravana, pueden contemplar y refrescarse en el mar cualquier día porque está al alcance de la mano, a una media hora aproximadamente. Para otros veraneantes de diferentes procedencias esta alternativa es la más accesible, la que les hace posible vivir varios días en la costa sin mermar en demasía la economía familiar, especialmente, desde que cayó el ladrillo. Bien lo sabe Sara, que reside en Mairena del Aljarafe. Sus vacaciones hace unos años eran bien distintas. Ella, cuidadora de personas mayores y su marido taxista, junto a su hijo, pasaban los días de descanso en un hotel. Ahora, en cambio, disfruta de la tranquilidad, —“nadie te dice lo que tienes que hacer”—, conoce diferentes lugares y además es más económico. El precio de la libertad de ella y su familia es de 12.000, lo que le costó estrenar la caravana en la que viajan los fines de semana que no trabaja, con su perro y las bicicletas. No les falta detalle.

De Los Molares, otro pueblo de Sevilla, proceden Gonzalo, de 42 años, su mujer y sus dos hijos, uno de ellos con tan solo meses. Antes trabajaba en la construcción, y veraneaba en hoteles. Aunque sus ingresos han menguado desde hace dos años, su libertad ha aumentado con la caravana. “Te levantas, te duchas, los niños se bañan en la playa…”. El sevillano confirma que la experiencia de unas vacaciones nómadas en caravana engancha. “Ya no lo cambiaría, de lo que cambiaría sería de carvana, a una más grande. Si volviera a tener dinero, en lugar de irme a un hotel recorrería Andalucía y le daría la vuelta a España”.

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María Luisa Parra

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