La 'Torre de Cera' (I)

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Dominando las tierras del bajo Guadalete desde Arcos hasta los Llanos de la Ina, el Cerro del Castillo, en Torrecera, es un hito paisajístico de primer orden presidido en su cima por una torre almenara de época islámica, cuyos viejos muros de tapial son visibles desde la lejanía.

Dominando las tierras del bajo Guadalete desde Arcos hasta los Llanos de la Ina, el Cerro del Castillo, en Torrecera, es un hito paisajístico de primer orden presidido en su cima por una torre almenara de época islámica, cuyos viejos muros de tapial son visibles desde la lejanía.

La torre formaba parte del sistema defensivo en torno al Jerez andalusí y su origen hay que buscarlo, tal vez, en la expansión demográfica que, como ha señalado Laureano Aguilar, experimenta la región a partir del siglo XII. Como consecuencia de ello se consolidan un buen número de aldeas y alquerías, algunas de ellas fortificadas, repartidas por el extenso alfoz de nuestra ciudad. Aunque se desconoce cuándo fue levantada, se atribuye su construcción a las primeras décadas del XIII. De lo que no cabe duda es del papel destacado que debió jugar en la defensa del territorio por el dominio visual que desde ella se tiene del curso medio del Guadalete y de sus vegas y campiñas circundantes.

El emplazamiento estratégico de esta torre vigía estuvo vinculado también al control de una importante vía de comunicación de gran importancia hasta los siglos medievales. Se trata de la ruta que ponía en conexión las campiñas sevillanas y las riberas del Guadalquivir con el Campo de Gibraltar a través de la Sierra de Gibalbín y la vega Baja del Guadalete. En este sector, la mencionada vía, cruzaba el río por el Vado de Sera, a los pies de la torre, para continuar a través del valle del Salado de Paterna en dirección a Alcalá de los Gazules y Medina Sidonia siguiendo en parte el trazado de la actual Cañada de Los Arquillos.

Tras los rastros de Xera y Ceret en la historiografía clásica

Desde antiguo, tanto las ruinas del torreón como los topónimos vinculados a ellas (“Cera” o “Torre de Cera”), reclamaron la atención de la historiografía tradicional y desataron las especulaciones de los historiadores locales, queriendo ver en este emplazamiento el de antiguas ciudades relacionadas con nuestro pasado remoto. 

Así, por citar sólo algunos ejemplos, Fray Esteban Rallón, vincula este lugar a la Xera mencionada por Estéfano de Bizancio geógrafo del s. V d. C., que recoge a su vez los testimonios de Teopompo, historiador griego del s. IV a. C. El texto de éste último (Xēra, polis peri tas Herakleious stelas), muy discutido, alude a una ciudad, Xera, cercana a las columnas de Hércules. 

A diferencia de los eruditos locales, que quisieron ver en ella la más remota referencia histórica al emplazamiento de la actual Jerez, el padre Rallón descarta ya a mediados del XVII estas teorías y para ello, acude a una argucia no menos disparatada: buscarle a esa posible ciudad de Xera otra ubicación

El lugar mencionado por Estéfano Bizantino, escribe, “… no es nuestra ciudad, sino un sitio despoblado, que hoy conserva el mismo nombre, y se llama la Torre de Cera, donde se descubren ruinas de edificios antiguos, y en quien concurre mejor que con nuestro Xerez”. 

El historiador Bartolomé Gutiérrez(1787), al ocuparse de las torres y fortalezas repartidas por el término de Jerez menciona la de Cera, recordando que otros autores asocian este topónimo al de Ceret: “Más al occidente en otro alto cero está la torre de Cera ó del Serrallo,… es también fuerte más no tanto como la de Jigonza, en este sitio nos apropian el de la antigua Ceret, por estar en tierras de labor y la moneda de este nombre gravar las dos espigas, como símbolo de la feracidad del terreno…”.

Xera y Ceret, nada menos, fueron situadas en estas ruinas por algunos de aquellos historiadores locales que, a buen seguro, nunca visitaron el lugar, ya que hubiese bastado observar sus muros para ver en ellos similitudes claras con la cerca islámica de la ciudad de Jerez, que todos identificaban como “obra de moros”. 

Habrá que esperar al siglo XIX para que otros estudiosos como Parada y Barreto (1876) tiren por tierra estas tesis de la historiografía tradicional: “La suposición de que Cerét debía corresponder al sitio que ocupa la torre de Cera; que ha sido la opinión más generalmente admitida en razón de la analogía de ambas palabras, es a nuestro modo de ver inadmisible. El nombre de Torre de Cera no se encuentra mencionado sino posteriormente a la conquista del territorio jerezano y pudo haber tomado tal nombre del apellido de algún caballero de los que acompañaban a Alonso el Sabio, a quien acaso le fue dada por el Rey o tuviera ocasión de dejar por cualquier hecho, recordando su nombre en tal castillo”. 

Con Alfonso XI en el Vado de Sera

Sea como fuere, el enclave de la Torre de Cera jugó durante los siglos medievales un importante papel defensivo y de control del territorio, primero para los musulmanes y después, tras la conquista de Jerez por Alfonso X el Sabio, para los nuevos pobladores cristianos. 

Conviene recordar que la vía de comunicación ya mencionada y que discurre paralela al curso del Salado de Paterna, a los pies de la torre, ha sido utilizada como paso natural entre estas tierras desde la más remota antigüedad. 

En las cercanías se ubicaba una de las obras más notables del acueducto romano de Tempul a Gades, el sifón de Los arquillos, algunos de cuyos vestigios aún son visibles hoy día, habiendo sido objeto de recientes estudios por parte de los investigadores del proyecto AQUADUCTA. No hay que olvidar que desde la torre de Torrecera existe también conexión visual con las torres de entrada y salida del sifón del acueducto que se alzan en sendas lomas en los cercanos cortijos de Los Isletes y Los Arquillos.

En el Medievo este camino pudo ser, a juicio del profesor F. Hernández, la ruta seguida por Musa b. Nusayr en sus primera incursión, tras la victoria de Tarik en 711, quien según este autor, cruzaría el Guadalete por el Vado de Sera en su avance hacia las campiñas sevillanas, una vez conquistada Medina Sidonia. Como señala el profesor Juan Abellán, este mismo lugar fue paso obligado en el Jerez andalusí para las rutas que se dirigían a Vejer y Medina (por el camino de Algeciras descrito ya por al-Idrisi) y, especialmente, a Alcalá de los Gazules, pasando por Los Arquillos.

En algunas fuentes medievales cristianas como la Crónica de Alfonso XI, se subraya de nuevo la importancia de este lugar. Así, por ejemplo, en su camino hacia Alcalá de los Gazules, en el marco de una operación militar para liberar a la fortaleza de Gibraltar del cerco al que le había sometido el infante Abu-Malik, Alfonso XI acampará con sus tropas a orillas del Guadalete el 23 de junio de 1333. Habían cruzado por el Vado de Sera, como refleja la crónica, para continuar al día siguiente en paralelo al Salado de Paterna, tomando la dirección de Alcalá.  

En estos siglos en los que el valle del Guadalete fue tierra de frontera, la Torre de Sera o de Cera, como se la llamará a partir de la dominación cristiana, formará parte del cinturón de torres vigía, atalayas o almenaras distribuidas por la campiña, con muchas de las cuales mantenía una buena conexión visual. Así, entre las torres, fortalezas o castillos que quedaban en su campo de visión, citamos las de Gigonza (a 12 km, al este), el castillo de Medina Sidonia (a 15 km al sur) o el de Torre Estrella (a 19 km al SE). Algo más lejos se divisa el castillo de Arcos (21 km NE), Jerez (19 km al O) o la Sierra de San Cristóbal (18 km al O) en cuya cumbre existió otra torre almenara. En el horizonte, hacia el Norte, se divisa también la Sierra de Gibalbín, a 25 km, que contaba con una de las torres vigías de mayor importancia estratégica en la época medieval, cuyos restos aún se conservan.

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