La Navidad es de lo más personal. Cada cual tiene su recuerdo, su expectativa y su mantel, el que en tantas casas se saca solamente en días de celebrar. Mesa larga o mesa corta, las ansiedades, los comentarios. Las prisas sobre la comida. Que si quién, que si a qué hora. Aún no hay que comprar las uvas. Pero estos días, carnicerías, pescaderías y charcuterías viven en el "apártamelo y vengo el 24 por la mañana". A veces se puede, a veces no.
Manuel Angulo lleva la carnicería Manolito, a un minuto del Ayuntamiento de Camas, en pleno centro. Una mujer no ve lo de que se le hagan preguntas, que se le está formando cola. "Tú pon que está todo muy bueno y ya está", critica. Mientras habla Manolito, también atiende. En una tienda de jamones un poco más arriba, contarán que son varios los Angulo que se dedican a la carne en Camas. El padre de Manuel trabajaba en el matadero municipal hasta que cerró. Era el matarife. "Este año no está para ganar dinero", explica. Es la inflación sostenida desde 2020. Los alimentos se han encarecido alrededor de un 30%, según el INE. Para clientes y para empresarios.
Este año ha empezado a moderarse el aumento de precios, pero claro, son cuatro años de rascarse más el bolsillo y eso cansa, así que, en la calle, no es posible detectar esa moderación. La clientela se ha animado a partir del último puente. La primera semana de diciembre fue de repensarse dos veces las compras grandes. Este año hay mucho jamón al corte. Pero por comodidad. La popularización del envasado al vacío, que cada negocio pueda tener esas maquinitas, ha facilitado. Ahora, quien se compraba la pata o la paletilla, prefiere adquirir al corte, aunque sea la misma cantidad.
Soledad es clienta habitual de Manolito. "Una carne buenísima. Aquí perdemos la mañana, echamos horas y horas". Cosas de la compra tradicional en comercios. Hoy Soledad viene a por la carne del puchero. Son muy populares aquí los preparados, del sanjacobo a la hamburguesa o los chicharrones. En la cola antes de ser atendidas, gana para la Nochebuena la carrillada. Hay quien prefiere no hablar de estos días. Una de las clientas se acaba de quedar viuda. María Josefa, por su parte, se va a llevar la carne, pero las gambas las suele comprar en el mercado de Huelva. Para las dos noches, la Buena y la Vieja, pone en casa queso, jamón, mucho marisco y una carne mechada. Porque los guisos son para el día siguiente. Ella compra con tiempo y guarda en casa.
En Pescaderías Bahía, muy cerca, tienen claro que, ante el contexto, la gente prefiere reducir compras por cantidad, no por calidad. Preferible menos pero mejor. Vanesa y Fernando, empleados, así lo viven cada día. Pescados que están 10 euros más caros que hace un año. María se llevó hace poco tres kilos de pulpo. Pero también pregunta si hay lenguado, que la acedía está a 14 el kilo. La carrillada, que ya encargó en un cash, a 17 euros el kilo, "y estaba a 20 euros en otros sitios". Otra mujer se pregunta a viva voz: "Y el Gobierno por qué no baja los precios".
El jamón es zen, equilibrio
José Manuel Angulo es familia lejana de Manolito. Una jamonería lleva su nombre. Es su negocio, el que emprendió. Venía de criarse también entre carnes y pasó por un supermercado, pero las técnicas de marketing no le gustaron. Había que cantar precios, elevar la voz ante un cliente para que todo el mundo escuchara lo que se llevaba y lo que le ofrecía una oferta. Las prisas, el ruido. Él encontró otra forma de hacer las cosas.
Abrió su propio negocio poco antes de la pandemia, así que mala cosa. Pero salió adelante. "Cada año, desde el 2020, he ido subiendo las ventas". Incluido este año. Ha ido a mejor, hay más alegría en los bolsillos. Su público en diciembre es el de todo el año en su mayoría, apenas un 20% son propios de la Navidad. No para. Enciende la lamparilla tempranísimo y hasta enero "tengo una foto en casa" para que se acuerden de él, dice riendo.
Su negocio está en hosteleros, en entidades que estos días regalan algún jamón, o hasta en Reyes Magos que ya le han hecho el encargo para lanzar desde su carroza el 5 de enero paquetitos envasados al vacío. Mucho trabajo, pero José Manuel está en equilibrio. "Me relaja", explica. Entra en un estado de tranquilidad. Y, sin prisas, una parte de lo que gana cada día aquí es el trato con la gente. Cuando no hay nadie, se pone carnaval. "Me lo dicen, que solo con la hostelería no tendría que abrir". Tiene su negocio ahí, pero "a mí dame a mi clientela cada día".
Es el ritmo diario, sobre el que a menudo no nos paramos a pensar cuando acudimos a cualquier tienda. Mientras pensamos en la Navidad, se cruzan miles de historias. Hasta que te toca la vez.
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