Las noches calurosas de verano invitan a mojarse los labios. A la luz de la luna o a la del sol, los cócteles llenan las mesas de los chiringuitos y locales del paseo marítimo de Valdelagrana. Todos buscan refrescar a los amantes de los sabores afrutados y los destilados. Pero hay uno que ha sabido buscarse su punto diferenciador. En la barra de New Wind la jerezana Marina Ramos (40 años) y el italiano Darío Richardi (50), de Turín, se coordinan -en el idioma de él- para preparar el siguiente vaso.
En su oferta, además de los clásicos, destaca la coctelería europea que apenas se conoce en la zona. Una especialidad que la pareja decidió incorporar el 29 de abril de 2021 cuando le dio el relevo a los antiguos dueños. La idea de apostar por su primer emprendimiento juntos surgió durante el confinamiento, en la tierra natal de Darío, al norte de Italia. “Estábamos en el sofá viendo películas de Sherlock Holmes”, comenta Marina.
El amor había triunfado entre ellos tres años antes cuando coincidieron en la playa de la Victoria de Cádiz. “Siempre venía de vacaciones y un amigo me la presentó”, recuerda Darío refiriéndose a Enrico Baratozzi, el dueño de la famosa pizzería de Jerez. De hecho, en un principio se plantearon coger el traspaso del local, sin embargo, el mar era un atractivo que no pasaron por alto. “Si hacemos 2000 kilómetros, un poco más y lo vemos cada día”, dicen mirando hacia el exterior.
"He llegado a tener 170 ginebras en una sala"
Encantados con su decisión, hicieron las maletas y se mudaron a Valdelagrana, donde dieron un giro a sus vidas. Él en cuanto al destino -nunca había vivido en el sur- y ella, profesionalmente. Antes de sumarse a este nuevo proyecto, Marina trabajaba como psicóloga en su propio gabinete y daba clases particulares a niños y niñas en una academia. Nunca había experimentado los entresijos de la hostelería, en la que su pareja -formado como fotógrafo- sí se mueve como pez en el agua desde hace más de 30 años.
“Desde que tenía 20 he estado en restaurantes y bares de copas. He llegado a tener 170 ginebras en una sala”, explica el bartender mientras coloca una botella de Aperol en la barra. La pareja conservó el nombre del bar porque en la zona se le conoce como “el wind”, aunque por sus cabezas rondaba algo “más glamuroso o relacionado con la literatura de piratas”.
En cambio, sí le dieron una vuelta a la propuesta que presentaba anteriormente. Las latas de conservas abrieron paso a los vasos y añadieron una estantería más, llena de botellas con todo tipo de marcas. “Sí hemos heredado parte de nuestra parroquia actual, clientes frecuentes que vienen casi a diario. La parroquia del alcohol”, bromean.
Desde New Wind incluyen “cócteles de autor”, recetas elaboradas a base de mezclar bebidas que van más allá del mojito, la piña colada o el San Francisco -sin dejarlos de lado en la carta. “Aquí en el sur son más dulces azúcar, azúcar y azúcar, nosotros intentamos hacerlos bien”, dice Darío que se esmera en cada preparación para que los sabores sorprendan.
Acompañado de un hilo musical, el italiano elabora los clásicos junto a otros internacionales y los populares de su país. Además, es amante de modificar ingredientes y hacer sus propias adaptaciones. Incluso propone cócteles con café, mojitos con fino o gin-tonics con pomelo y jengibre, o limón y regaliz, “que están de escándalo”.
Marina observa a Darío mientras sigue un ritual de lo más entretenido para hacer un Aperol Sprtiz, el más demandado por los italianos que se sientan en sus mesas -que son muchos en temporada estival. “Lleva el Aperol, una bebida italiana; prosecco, que es como nuestro cava, y soda. Lo presenta con naranja deshidratada que secamos aquí, fresca y le pasa la piel por los bordes para que coja más sabor”, señala la jerezana sin que su pareja se desconcentre. Cuando termina su obra de arte, asegura que “es sencilla de beber y muy suave”.
"Intentamos tener cosas especiales"
Otra de sus propuestas es Vardela Sunrise, adaptación de Tequila Sunrise hecha con ron, Aperol, piña, naranja y granadina; o El Puerto Ilegal, en honor a su casa desde el año pasado. “El original se llama Ilegal y yo lo hago un poco distinto, con un toque picante”, comenta. Al tequila, la piña el coco, la lima y el falernum -jarabe dulce-, le añade bitter habanero aportando su toque personal.
La pareja descubre nuevas combinaciones poco sonadas en la zona e innova con frecuencia. “El negroni es el coctel más vendido del mundo en el último año, pero aquí se conoce más un mojito que un negroni”, dice Marina que también juega con los vinos y el famoso brandy Cardenal Mendoza de la bodega jerezana Sánchez Romate, de la que es accionista.
“Intentamos tener cositas especiales, por ejemplo, un whisky envinado en brandy”, comentan los emprendedores que buscan agradar a los paladares más exigentes. Aquellos que exploran un camino distinto al de los combinados de toda la vida. Un rincón original que funciona gracias al amor.