Cuando yo iba al cole de pequeño un rosco era un cero, la nota más baja que te podían poner. Era cuando no había tantos remilgos con el rollo de que los niños se pueden traumatizar y esas milongas que se han cargado la cultura y la enseñanza en la excelencia. Si dejabas un examen en blanco, si no tenías ni un resultado acertado en un examen de matemáticas o si te sacaban a la pizarra y te quedabas mudo como Belinda (repasar frases nacidas de clásicos del cine) pues te ponían un rosco y santas pascuas. Eso, Pascuas y Reyes Magos, fechas de vacaciones escolares. Así que de los roscos vamos a hablar, otros muy distintos, más dulces sin duda.
El rosco o roscón de Reyes, bollo dulce de forma circular con un agujero en medio que se consume específicamente en torno al día de Reyes Magos, por si ustedes no lo saben, tiene su origen, según los entendidos, en una fiesta pagana ¿les suena el cuento? Concretamente en las saturnales romanas, festejos dedicados a Saturno durante los días posteriores al solsticio de invierno. De aquellos bollos redondos en los que se introducía un haba seca para la buena suerte del que la encontrara en un mordisco, se sigue el rastro en plena Edad Media, curiosamente tanto en la España cristiana como en la Al Ándalus musulmana. Ahora en vez del haba, o además, suelen llevar simpáticas figuritas de cerámica, yo tengo ya acumulados de años ocho o nueve Reyes Magos y una bonita mariposa coloreada.
Como quiera que sea, la tradición ha permanecido en toda la península Ibérica, América hispana y en otros países marcados por la latinidad, como en el sur de Francia. Hay malajes que dicen que la cosa viene precisamente desde el país galo y que a España llega con los Borbones, si es así, al menos algo bueno trajeron, además de la música de Scarlatti y Boccherini.
Vayamos al roscón de Reyes actual, con su forma de rosca, como una corona real donde están engastadas sus joyas, esas frutas escarchadas de diversos colores que casi todo el mundo aparta, yo también lo hacía, pero ahora suelo comérmelas, cosas de la edad supongo. Por ahí es común encontrar roscones sin relleno, pero será porque en Sevilla la bollería fina nunca ha sido nuestro fuerte, aquí se suelen consumir con su buena capa en medio de nata montada, los que más, aunque también se venden mucho los de trufa de chocolate y dicen que también los hay de crema. La verdad es que además, la cosa es muy sevillana hasta en la receta, pues la masa de los roscones suele ir perfumada con agua de azahar, además de la afición que se le tiene aquí a los tres Reyes Magos que por cierto dan nombre a una encantadora juguetería tradicional de la calle Cuna, que no sé cómo ha llegado viva hasta nuestros días.
Con el rosco de Reyes, como en todos los platos tradicionales atacados por la "creatividad innovadora y de fusión de la nueva gastronomía", también se están perpetrando algunas herejías. Por ese lado tenemos desde roscones salados, con salmón, lechuga y hasta aguacate, por supuesto, roscones veganos, sin gluten, sin azúcar, etc. Hace poco, sin ir más lejos, en uno de esos concursos culinarios que tanto gustan a la prensa, sobre todo a la televisiva, se proclamó como el mejor roscón artesano de Madrid el de un sitio llamado Umikobake, figúrense ustedes, pastelería de fusión japo-española, no les digo más.
Pero hablemos de Sevilla y sus roscones. Los habrá buenos en muchos sitios, permítanme que yo les nombre algunos. Empecemos por mi querida Triana y en la preciosa tienda que, en la calle Pureza, elabora y vende el magnífico repostero, Manu Jara que tiene también un puesto en la plaza de abastos histórica junto al puente y el Altozano.
Un clásico del barrio, Confitería Lidia, donde los hermanos Gavira elaboran unos roscones estupendos, se tienen ustedes que llegar a San Jacinto, casi llegando a la avenida de Santa Cecilia. Santos lugares y santos roscones artesanos.
En San Jacinto también, pero en la zona peatonal más cercana el río, está la Confitería Los Angelitos, del Grupo Don Raimundo, con una tienda hermana en la calle Alcaicería. De nombre parecido, otras dos confiterías, una de ellas con una historia de décadas en nuestra ciudad, Los Ángeles en la calle Adriano, hace unos meses abrieron en Almirante Apodaca, vulgo Santa Catalina, eso, al lado de El Tremendo, pueden ir allí a comprar el roscón y después echar una cervecita, o dos, en el minúsculo templo de la cerveza.
Pero si hablamos de clásicos entre los clásicos, dos de la calle Sierpes, Confitería La Campana y Ochoa. De los digamos 'modernitos' tienen ustedes uno que está sonando mucho y bien en los últimos años, el de la premiada Heladería Bolas. También en Lalita Café, junto al campo de fútbol del Sevilla FC en Nervión, pueden encontrar roscones más 'alternativos', aprovechen para desayunar o merendar allí, que es de lujo. Hablaba antes de veganos y esas cosas modernas, en Los Remedios, concretamente en la calle Salado, los elabora tan ricamente mi amiga, Raquel López Cepero en su acogedor local que se llama precisamente La Vegana. Cerca de allí, en una esquinita de la calle Génova, abrió hace tiempo sucursal la famosa Confitería Rufino de Aracena, también despachan, además de sus increíbles pasteles, roscones de Reyes estos días.
Buenos son también, como sus panes en general, los de Pan y Piú, otro sitio para desayunar como un rey. Está en la esquina de la calle Águilas con Cabeza del Rey don Pedro. De nata, trufa o cabello de ángel los tienen en Crustum, 100% artesano y amasado a mano, una cadena de panaderías donde el pan también es extraordinario.
Como decía, hay más pero yo creo que con estos tienen ustedes de sobra para elegir y darse un homenaje después de la Cabalgata, eso sí, no se lo coman todo y déjenle en un platito un buen trozo para que sus Majestades lo prueben cuando entren esa madrugada en sus casas para dejar los regalos, uhmmmm… ¿han sido ustedes buenos durante el año?
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