Cuatro veces más vitamina A que una zanahoria, cuatro veces más calcio que la leche y siete veces más vitamina C que la naranja. Un superalimento procedente de la India y del norte de África crece en la finca Meinadier en Puerto Real. Le llaman el "árbol milagroso" o el "árbol de la vida" por la cantidad de propiedades que presenta y soporta muy bien la sequía.
La moringa protege el corazón, hidrata la piel, previene el cáncer y la diabetes o aumenta la capacidad respiratoria. “Tiene un gran potencial que no está descubierto. Es buenísima para la circulación”, comentan Alberto Jesús Chávez y María Barrio, agricultores que se dedican a la siembra y producción de esta planta tropical.
La pareja de puertorrealeños, empezó en 2016 a dar sus primeros pasos con la moringa bajo la marca Eco Meinadier. Dejaron la hostelería, sector en el que habían trabajado durante más de 10 años, y se lanzaron a la aventura. Así, decidieron mudarse al campo en una casa prefabricada donde residían en Chiclana para dedicarse de pleno a la empresa.
Arrancaron gracias a que la Junta de Andalucía les concedió una ayuda como jóvenes emprendedores, pero la persona que les animó a dar un giro a sus vidas fue el abuelo de Alberto, Manuel Bernal Caballero. “Es un trotamundos, conoció el cultivo en Málaga y se enteró de que había uno en Chiclana, se pasó por allí y después me llevó a verlo”, cuenta Alberto desde la parcela donde Manuel cultivaba y vendía sandía, trigo o patatas.
Hace seis años se instalaron en un lugar que guarda la historia de cuatro generaciones y pertenece al antiguo cortijo de Meinaider, apellido del francés que regentaba estas tierras en tiempos de la revolución francesa y, ahora, el nombre de este negocio.
“La finca era de mi bisabuelo, ahora se ha quedado pequeñita, nos quedan ocho hectáreas y antes eran más de 100”, explica Alberto que retoma la tradición familiar junto a la que ha crecido.
Como fabricantes y productores, los puertorrealeños se encargan durante todo el año de la moringa, siendo el verano la época en la que la cultivan. También dejan hueco para la Stevia, un edulcorante natural, patatas, tomates, sandías, melones, calabazas o pimientos. “Ahorramos mucha agua, sembramos unas dos hectáreas de las ocho”, dice Alberto mientras coge unas ramitas a pleno sol y con un viento de justicia que casi arrastra las hojas.
En las tareas de recolección les ayuda Alejandro, su hijo, que a sus cinco años muestra una gran pasión por la agricultura y la naturaleza. El pequeño no para quieto y enseña con entusiasmo el almacén donde almacenan la producción -unos 300 kilos al año. “Yo cojo la moringa y la pongo en una montaña”, dice.
"La recolectamos y deshojamos a mano"
Desde muy pequeño observa el proceso natural que realizan sus padres para obtener el producto final. “No necesita mecanización, la recolectamos a mano y la deshojamos, después colocamos las hojas en un secadero y una vez deshidratada la traemos a la nace”, explican. Según María, “la moringa es pura 100% y no lleva ningún tipo de mezcla”. La familia se esmera de forma artesanal para ofrecer productos naturales, incluso las envasan en su mesa para evitar trabajar con laboratorios externos.
Alberto y María venden la moringa en hojas deshidratadas, en polvo o en cápsulas vegetales como suplemento alimenticio. “Tenemos un molinito pequeño para moler cada 100 gramos. Lo almacenamos en hojas y lo vamos moliendo según vayan pidiendo los clientes”, detallan.
En yogures, en salsas, en batidos, en infusiones. Ellos animan a probar este alimento en todas sus formas. Sin olvidar a la stevia, esa planta que deja un dulzor en el paladar al chuparla y que solo la venden en hojas al no poder procesarlas.
"Nuestra moringa es 100% pura"
Para poder iniciar las ventas, los puertorrealeños tuvieron que hacer “un reconocimiento mutuo con Portugal”. No podían comercializar la moringa directamente en España si se saltaban este paso. “Tuvimos que mandar la etiqueta en portugués, primero la vendieron allí”, señala María.
Desde que recibieron la aprobación venden la moringa desde la propia finca y también por internet, mediante envíos a todo el país. Además, suelen tener puestos en los ecomercados de la zona y distribuyen sus productos a puntos de venta como la cooperativa de Las Virtudes. “Funcionamos mucho por el boca a boca”, comentan.
Pese a que la moringa se ha convertido en un atractivo para muchos agricultores y ya lleva unos 15 años en España, María y Alberto todavía perciben “mucho desconocimiento” sobre ella. “La gente no la conoce, pero el que sí lo prueba, repite”.
Las palabras de la pareja se funden con el rugido del viento y el roce de las ramas en un paraje donde -frente a un viejo tractor- aseguran que viven “tranquilamente”. Entre tierra y plantas, Eco Meinaider sale adelante gracias al esfuerzo de la familia que está agradecida con el apoyo que siempre han tenido por parte de sus abuelos, sus padres, sus hermanos o sus amigos. “Cuando nos hace falta ayuda para deshojar están todos aquí siempre”, expresa María que suele usar la moringa en sus tortillas.
Conscientes de los beneficios de esta especie, la cuidan con mimo para descubrirla cada vez a más personas. Desde la finca aconsejan buscar información sobre ella en los organismos oficiales. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los productos de moringa “tienen propiedades antibióticas, contra el tripanosoma y la hipotensión, antiespasmódicas, anti-ulcerosas, anti-inflamatorias, hipocolesterolémicas e hipoglucémicas”. El árbol milagroso al alcance de los vecinos de la provincia gaditana.