Son muchos los bares cofrades que se inauguran en Sevilla, pero no tantos los que sobreviven. Uno de los templos está donde tiene que estar, junto a la Basílica del Gran Poder. Rodeando la plaza de San Lorenzo se encuentra una pequeña esquina que ni es muy grande, ni es pretenciosa, pero que aparece señalado en cualquier mapa de la ciudad. Entre sus cuatro paredes — aunque hay alguna más — no quedan ni dos centímetros libres. Todas están cubiertas por cuadros que hacen referencia a imágenes religiosas, la mayoría, de Semana Santa. Sólo rompen la regla algunas visitas estelares como miembros de la familia Borbón. Como los tiempos afectan a todo, también se pueden ver calcetines personalizados de 'Pepe Pinreles', con las típicas croquetas, sobre la barra o publicidad de una productora especializada en Semana Santa mientras en la tele se proyectan algunos de sus vídeos del Cristo de la Salud de San Bernardo.
Casa Ricardo es un bar de los de toda la vida. Uno de esos en los que el principal sitio de tapeo sigue siendo la barra y que, si el covid no ha podido con ello, difícilmente podrá. Aunque ahora tiene ese nombre, no son pocos los vecinos que la reconocen como Casa Ovidio. Algo que está presente en el rótulo actual 'Casa Ricardo - Antigua Casa Ovidio'. Como no podía ser de otra forma, la regenta Ricardo, aunque él forma parte de la segunda generación. Su padre compró el negocio cuando aquello eran "cuatro paredes blancas" en 1985. Pertenecía a dos hermamos del barrio, Los Romeros. Antes, también como bar, había sido de Ovidio, un ex jugador del Sevilla FC que sufrió una importante lesión. Durante los primeros años, este negocio no pudo escapar de su pasado. Sin embargo, a pesar de que respeta sus raíces, ahora tiene nombre propio.
Un regalo se convirtió en otro, y otro, y otro hasta llegar al día de hoy, donde hay cuadros cofrades esperando su momento para poder ocupar uno de los huecos que queden libres. Su padre vio la oportunidad de darle una identidad propia a un local que era "frío", según su hijo. Por su parte, su madre no lo veía del todo claro, pero el tiempo mostró que estaba equivocada, "mi madre decía: 'este hombre está loco, se cree que tiene un museo. Y al final el loco era el mas cuerdo de todos", señala el actual propietario. Estima que actualmente hay más de 900 cuadros personalizando el local.
Lo que comenzó en 1985 como un negocio local, incluso de barrio, donde paraban los vecinos y hermanos de las hermandades cercanas a San Lorenzo, ahora se ha convertido en uno de los referentes gastronómicos del lugar. Ricardo, el actual propietario, señala sobre este cambio que "antes era un cliente muy encasillado a la Semana Santa, un sevillano típico. Ahora el abanico del cliente no tiene nada que ver: vienen de Canadá, Sudamérica, el resto de España, sevillanos a los que no les gustan las cofradías...".
Su llegada al negocio se produce en 2010 después del sector al que pertenecía — el de la arquitectura — fuese uno de los que más sufriera en la crisis de 2008. "Cuando lo cojo tenía mucho vértigo por no saber gestionarlo bien y que se perdiese, pero por suerte ha ido a más". La llegada del segundo de la saga supuso una modernización en la imagen corporativa, con ese guiño a la antigua Casa Ovidio, pero también en otras cuestiones como la decoración o la propia carta, "tienes que observar para introducir cambios sutiles sin perder la esencia".
El motivo de su paso adelante con el negocio fue el riesgo a que se perdiera con la jubilzación de su padre, "se sabe que la hostelería es muy sacrificada pero tiene su lado positivo. El lado bonito es el trato con el cliente, los agradecimiento por el buen trabajo, ver la felicidad con la que vienen y salen. Es reconfortable". Ricardo reconoce que también hay momentos duros, sobre todo hace referencia a los sufrido en el sector durante la pandemia. La vuelta a la normalidad ha mostrado la realidad. "Al final ves que tienes un negocio muy bonito. El teléfono no para de sonar. Lo piensas fríamente y es una maravilla. ¿Cuántas personas querrían tener este negocio?. Eso es lo que te motiva para seguir con esa fuerza e ilusión intacta, porque se le echan muchas horas".
Si algo no ha cambiado durante todo este tiempo ha sido el secreto de las croquetas. No es el único plato que sobresale de una carta repleta de comida tradicional, una característica que es innegociable aunque se pueda modernizar en algún momento. El flamenquín o el solomillo al whisky también tiene su público. Sin embargo, las croquetas siguen siendo el plato estrella. "Era la comida que se hacía en casa de mis padresy dijeron de hacer algunas para el bar", explica Ricardo sobre el origen. "Es evidente que algo tendrán. Tu puedes darle mucha publicidad que si no lo acepta el cliente no vale para nada". Además, señala que hay clientes "enganchados". Entre sus aduladores se encuentra el cantante y locutor Pepe Domingo Castaño que, siempre que vuelve a Sevilla, no duda en reservar.
En apenas un rato se escucha a franceses, americanos y malagueños. Además, están los vecinos de siempre apoyados en la barra. Los primeros meses tras los más duro de la pandemia provocaron que la barra provocara cierto recelo. Ahora, la normalidad es total. Se le suma un comedor, un par de mesas dentro y otras tres en el exterior del local, "el covid ha hecho cambiar las costumbres del cliente y reserva con mucho tiempo, pero la barra sigue funcionando al 200%".
Una de las características de Casa Ricardo es que, pese a poder convertirse en un bar para el turista, no lo hace. Entre otras cosas porque no hace publicidad en revistas turísticas. Aun así, reconoce que es "muy difícil que el turismo no se coma al de aquí". Entre otras cosas porque los turistas tienen horarios que se adelantan a los de los sevillanos en particular y españoles en general. La falta de publicidad no ha impedido que Casa Ricardo también sea una referencia fuera de nuestras fronteras y sea habitual encontrarse con personas extranjeras.
Tras el covid llegó la guerra en Ucrania y junto a ella se disparó una inflación que ya venía en ascenso. Casa Ricardo no ha podido huir de esta situación, "es complicado porque por mucho que quieras no subirlo, a ti te lo suben". Esto, después de muchos malabares, ha provocado que recientemente la carta se vea alterada porque si no "el producto se regala".
El éxito no garantiza el futuro. De hecho, de momento no hay nadie en la familia que esté dispuesto a coger el testigo, "supongo que se traspasaría y si el que lo cogiera fuese listo, mantendría la raíz de todo. Cambiar esto sería matar un negocio que funciona", dice sobre el futuro. Aunque al principio comenta que si se llamase Casa Ricardo estando en otras manos no le molestaría termina reconociendo que sería algo que "al final te puede doler porque tus padres, los trabajadores que están a tu lado y tú habéis trabjado tanto en esto que esos cambios tienen que tocarte un poquito el corazón".