Justo al lado de la plaza de la Victoria de Sanlúcar, como un paréntesis del ajetreo de los restaurantes del casco histórico, se alza un cartel luminoso que nos insta a entrar en la Taberna Barbarroja. Este establecimiento, situado en la calle de La Plata, es parte de la historia de Sanlúcar desde hace 35 años.
Este mítico local se caracteriza por ser el lugar perfecto en el que esconderse del frío con sus amplias chimeneas durante el invierno y por su largo horario de cenas, que permite degustar sus platos hasta altas horas de la noche.
El sanluqueño José María Jurado Barba abrió esta taberna en 1988 junto a su novia, ahora esposa, María Dolores Rodríguez. “Esto comenzó siendo un local de copas que solo tenía 10 mesas y un billar en el centro. En la carta solo había un sándwich y una hamburguesa. Poco a poco fue evolucionando hasta lo que es ahora”, recuerda José María.
“Antes era un sitio de copas, pero ha evolucionado a un sitio de comida. El local ha evolucionado poco a poco, antes tenía una pequeña cocina, pero ahora nos dedicamos sobre todo a dar de comer. Además, somo casi 10 trabajadores en la empresa. No todos somos familia, pero si es un negocio familiar”, cuenta señalando a uno de sus hermanos, que trabaja codo con codo junto a él.
La dinámica del local es muy divertida. Se podría decir que es autoservicio, pero cuando tu comida está lista, aunque el local este repleto, el camarero se acuerda de tu cara y te llama con una cómica bocina sacada que parece sacada una película de comedia. “Nuestra carta es muy variada, pero nuestra especialidad es la carne. No hay un plato estrella, aunque la hamburguesa y el sándwich de pollo sale mucho”, explica el gerente del establecimiento. Sin duda, el sandwich de pollo asado es perfecto para calmar el hambre a cualquier hora.
“El objetivo, cuando yo abrí este local, era no parecerme a nadie. Tortillas de camarones y chocos fritos al final tiene casi todo el mundo. Creo que creando esto hemos conseguido ser único. Aquí viene igual a una joven de 20 años que una persona de 80. No tenemos un tipo de clientela fija, aquí se siente bien todo el mundo”, describe José María.
La Taberna el Barbarroja era casi exclusivamente un rincón para el sanluqueño autóctono, pero su fama ha traspasado fronteras y José María cada vez ve “más caras nuevas” en su establecimiento. Sin embargo, el gerente explica que cuando más encanto tiene el local es sin duda en invierno gracias a sus imponentes chimeneas que hacen de este sitio un lugar cálido y acogedor, perfecto para pasar los días fríos durante el invierno. El olor a leña se mezcla con la de su cocina y hacen una combinación perfecta.
Asimismo, si por algo destaca este local es por su decoración, elaborada para amantes del cine, como el propio José María se define. Su salón está repleto de cuadros de actores y escenas de películas: “Ponemos y quitamos cuadros, no siempre son los mismos. Tenemos muchos más de los que podemos ver ahí. Tenemos preferencia por las películas de los años 50 y los 60”.
Una de las particulares de esta taberna es su infinito horario de comida. Gracias a su incansable equipo de cocina los sanluqueños no tienen que recurrir a establecimientos de comida rápida para calmar sus estómagos a altas horas de la noche, puesto que el Barbarroja siempre están manos en los fogones: “Nuestra cocina cierra a las tres de la mañana, le damos de comer a casi todos. Tu vienes aquí, ya entrada la madrugada y te puedes comer un entrecot de ternera, eso pasa en muy pocos sitios”.
Aun siendo un sitio en el que su principal atractivo es la cocina, tras la barra de El Barbarroja se muestra una imponente vitrina de destilados. Aunque el local fue evolucionando, José María es una amante de los licores y por ello le gusta conservar esa esencia. “No he visto vitrina igual de grande que la mía”, admite orgulloso.
Su nocturnidad ha posibilitado que este lugar se convierta en la casa del camarero. Los profesionales de la hostelería acuden a calmar su hambre y su sed al finalizar su turno y este lugar los acoge con los brazos abiertos. “A última hora vienen casi todos a tomarse una copita o cenar. Nosotros descansamos el lunes. Un domingo a las tres de la mañana esto se llena de la gente de la hostelería”, narra el dueño.
Su filosofía es la de ser la casa en la que todo el mundo puede venir a comer, por eso deben saber superarse ante cualquier adversidad. Hace 3 años el local se les vino literalmente abajo y se les cayó gran parte del techo. Normalmente es un sitio de sanluqueño, aunque este verano ha venido mucha gente de fuera. “Estábamos preparando el servicio de cena y de repente el techo se derrumbó. Gracias a dios no había nadie y solo hubo daños materiales. Solo estuvimos sin abrir dos días. Limpiamos todo y abrimos sin techo”, recuerda José María.
Ya llegan los días fríos y la gente empieza a amontonarse en la puerta del Barbarroja escapando del fresco de la terraza. Es la mejor época para este restaurante que cuenta los días para encender la leña y dar calor a todos sus clientes que llegan hambrientos a su local, acogidos por esta taberna única en Sanlúcar.