La clásica torrija, que en estos días pre semansanteros se consumen en gran cantidad, es un producto cuyo origen hay que buscarlo muy lejos en la Historia. La primera mención aproximada figura en el libro De re coquinaria, una obra del siglo V, que ofrece recetas diversas y una de ellas referencia un ‘plato dulce’ de origen romano que se hacía reutilizando sobras alimenticias. Otras fuentes lo sitúan en la misma Europa en países como Inglaterra o Francia con el nombre de ‘pan perdido’.
En España nos remitimos a la Edad Media con un producto que se consumía en las escalas inferiores de la sociedad de entonces ya que el producto base eran pan duro con más de tres días. También servía como aporte de energía para los que trabajaban duro e incluso se lo daban a las parturientas para que les diera fuerza en el parto.
Su vinculación con la Cuaresma y la Semana Santa tal vez provenga de que era ideal para las épocas litúrgicas de ayuno. Desde esa conexión entre la religión y la alimentación seguida entonces con un riguroso cumplimiento de los preceptos católicos, se insertó como una costumbre en este tiempo. Eso supuso que se enriqueció la receta para pasar a usar materias primas de calidad para que ese alimento básico y del pueblo estuviera al nivel de los paladares de los pudientes. Cabe también reseñar que la torrija como expresión se hizo y es popular para señalar a alguien que está ebrio o que le faltan algunos grados de inteligencia, el torrijazo.
La torrija es común en toda España. En cada zona le dan su toque especial y aquí en Jerez tenemos una singularidad ya que a los ingredientes comunes se le une el vino de Jerez. Sonia Jiménez es repostera de la Pastelería Jesús, en calle Bizcocheros, con casi 90 años de existencia.
Cuenta a este medio que la torrija sigue siendo un producto “súper típico y tradicional en Semana Santa y se sigue demandando muchísimo, más nunca”.
No ha pasado de moda, “de hecho antes de la Cuaresma y ya te están preguntando si ya hay torrijas en la tienda”. Son miles las que salen del obrador de esta reposrería y no hay un día específico en que la demanden más, "hay mucha gente que le gusta tomarla a diario para merendar o lo que sea en vez comprarse el dulce tradicional”, señala.
La torrija tradicional no tiene secretos para Sonia. Es la que se hace con sabor a jerez “que es la típica de aquí. Lleva fino u oloroso y miel”. El proceso es el que sigue: “la hacemos con pan de molde, la mojamos en vino fino y la coloreamos un poquillo de harina por las dos caras y la pintamos con huevo en ambas caras. Se fríe y se va poniendo en un recipiente en el que le añadimos un almíbar hecho de miel, azúcar y agua. Así ya estaría lista”.
Así de simple pero a la vez complicado o al menos eso parece, “pero tiene su misterio y también tiene su secretito”. Y esos ‘misterios’ se relacionan con las materias primas: “pan de buena calidad, que se use un buen vino, la miel, aquí nos la traen de la sierra, una miel natural… Todo ese tipo de cosas son importantes”.
Sonia comenta que la torrija tiene su época ahora, porque el resto del año apenas si se pide. El coste de producir torrijas podría deducirse que es bajo. No obstante, las materias primas, si son de calidad, convierten este dulce en un artículo de precio medio, “pero si utilizas unos productos de baja calidad, abaratar bastante el pan… puede bajar un poquito el precio”.
El mundo de las torrijas tiene en la provincia de Cádiz una serie de localizaciones que para los expertos son las más singulares y exquisitas. Les proponemos las siguientes:
- La torrija caramelizada con fresas asadas de El Árbol Tapas de Chiclana
- La torrija con crema inglesa de A Proa en Jerez
- Las torrijas de La Portorrealeña, Puerto Real
- Torrijas al jerez del Bar Cristina en Jerez
- La torrija con leche de coco del restaurante El Duque, Medina Sidonia