La Venta El Pan en Las Cabezas cumple 30 años haciendo honor a su nombre: 2.000 tostadas con jamón cada mañana

En la salida de la antigua autopista a la altura del pueblo más famoso por sus panes de a kilo, camino de la playa, este establecimiento que rifa cada Día de Andalucía una exagerada cesta que no cabe en sus instalaciones, con coches, motos, viajes y un piso en Chipiona, necesita cada año casi mil jamones solo para sus desayunos

Los desayunos de la venta El Pan tienen difícil competencia.

El nombre lo tiene muy bien puesto, y uno lo comprende nada más entrar y contemplar una vitrina inundada de bestiales piezas de pan de un kilo de peso cada una. Aquí se le llama al pan pan, y al vino vino. Y sus dueños, los tocayos Juan Galán y Juan Cárdenas, no se andan con minucias porque están acostumbrados a poner cualquier mañana alrededor de 2.000 tostadas, la mayoría de ellas con jamón, aunque la venta ofrece otras muchas posibilidades que van de la zurrapa a la mantequilla y los bocadillos con todas las opciones son otros de sus fuertes. “Pero el jamón es la estrella, y por eso esas paletillas que están ahí”, dice Juan Galán señalando a seis o siete colgadas tras la barra, “las vamos a consumir en esta misma semana”. Lo dice alguien que, a punto de cumplir 80 años y sin jubilarse aún, no solo lleva 30 al frente de este negocio que jamás ha decaído en el camino natural hacia las playas de Sanlúcar y Chipiona –en la salida de la antigua AP-4, ya liberada-, sino que sigue cortando jamón con la misma destreza del primer día, cuando dejó su pub en Las Cabezas de San Juan y se aventuró con un tocayo en resucitar y ampliar una venta a la salida del pueblo que un tercer Juan, el Lebrijano, había amagado con catapultar pero que dejó al cabo de unos meses porque lo suyo era el cante flamenco y no la hostelería… 

La histórica venta de Las Cabezas se sitúa a la salida de la antigua autopista AP-4. MAURI BUHIGAS

“Aquí empezamos el 7 de octubre de 1994, va a hacer ahora 30 años, pero de renta, y fue tres años después cuando ya nos hicimos con todo esto por 75 millones de pesetas, aunque el antiguo dueño quería más”, recuerda Juan, bien bregado en los tratos, los negocios y la hostelería. “Yo sabía que esto era rentable”, recuerda, “aunque mi mujer no quería que me metiera en una cosa así”. Su hijo Raúl, que ahora tiene 44 años y es la cabeza visible de un establecimiento con 38 trabajadores, entre camareros y cocineras, era un quinceañero en aquella época, estudiaba en los Salesianos de Utrera y luego hizo Empresariales. Pero incluso desde los tiempos de la carrera “compaginé los estudios con el negocio familiar”, recuerda él, ahora que tiene la responsabilidad de un negocio en el que no se para un segundo, que compra semanalmente 5.000 euros en pan y que, arriba de la amplísima venta -que cuenta con varios espacios gastronómicos, un patio y una terraza-, tiene un hotel con 18 habitaciones que suelen estar llenas. “Aquí para todo el mundo”, corrobora Raúl, y su padre habla de camioneros, comerciales, ejecutivos y turistas. Si tanta gente ha hecho escala en la Venta El Pan cuando era la salida natural de la autopista, “más gente hay ahora, desde que se ha liberado el peaje, quizá demasiada”, bromea Juan, que no contento con la tarea que le da a él personalmente cortar unos 900 jamones por año, diseñó una exagerada cesta que no se sortea en Navidad, como se suele hacer en otras ventas, sino el 28 de febrero, festividad del Día de Andalucía.

La venta gasta más de 5.000 euros semanales en estos gigantescos panes. MAURI BUHIGAS

Una cesta para que te cambie la vida

Lo de “cesta” es un decir. En rigor, se trata de un amplio rincón con varios metros cuadrados en el salón principal de la venta que resulta insuficiente para exponer los centenares de regalos que se ofrecen a cambio de 7 euros. Y por eso se habilitan otros espacios en el exterior para seguir enseñando los regalos que cada año se lleva el afortunado portador de una sola de las 100.000 papeletas: una autocaravana, un coche marca Mercedes, una moto Honda, electrodomésticos hasta vaciar las tiendas (aspiradoras, teléfonos, patinetes, televisores, lavavajillas, lavadoras, microondas, frigoríficos, vitrocerámica, freidoras y hasta una máquina de coser), bicicletas, relojes, pulseras y una larga lista de alimentos hasta para vaciar un supermercado: jamones, cañas de lomo, quesos y otras chacinas por medias docenas, lo mismo que las botellas de vino o las latas de conserva. Lo que no se puede enseñar en la propia venta es quizá lo que más ilusión suele hacer: un crucero por el Mediterráneo para dos personas, otro viaje a Disneyland París para una pareja y hasta un piso con sus escrituras en pleno centro de Chipiona. Una cosa tan bárbara, que el afortunado de cada año no tiene más remedio que ponerse a regalar. 

La magnífica cesta de la venta El Pan incluye coches, viajes y hasta un piso en Chipiona. MAURI BUHIGAS
El hostelero Juan Galán, y su hijo Raúl, llevan 30 años al frente de la Venta El Pan.

Sabores del mar y de tierra adentro

Desde Las Cabezas de San Juan no se otea el mar, pero se intuye, y en La Venta El Pan lo demuestran a diario porque su clientela, que cada vez incluye a más gente del propio pueblo, además de los clásicos viajeros que hacen una paradita, ha convertido en una buena costumbre lo de pedir su urta a la roteña, acompañada de una carta de aliños en la que destacan los pulpos y la melva con pimiento asado. Con todo, y más allá del jamón con todo, en la Venta de Juan Cárdenas y Juan Galán –a cuya pareja conocen en el pueblo como Cárdegan, un juego de palabras con los apellidos de ambos- destacan unos cuantos platos de los que todo su personal se enorgullece: el solomillo al whisky, “que puede competir con el que hacen en cualquier restaurante de primer nivel”, aseguran ambos Juanes; los callos con garbanzos, la carne con tomate y las espinacas. 

El famoso menudo con garbanzos es de los platos que más salen de la cocina de la venta El Pan. MAURI BUHIGAS
El solomillo al whisky es uno de los platos estrella de esta casa. MAURI BUHIGAS

La famosa venta abre cada mañana a las 6.30 horas y ya no hay descanso posible para el paladar. Juan enseña la cortadora de rebanadas de pan que se pone en marcha cada día antes del amanecer. Primero corta la pieza de un kilo en dos mitades idénticas y luego la rebanadora hace su trabajo. “Es que, si no, las rebanadas salen demasiado grandes”, explica, pero enseguida se apresura a recordar, entre risas, que “mi hermano, mucho más flaco que yo, se come uno de esos panes de a kilo cada vez que se sienta”. Juan piensa jubilarse en cuanto cumpla los 80 años, el próximo mes de febrero, pero como tiene garantizada la continuidad de su negocio en la figura de su hijo Raúl, no tiene planeado dejar de promocionar el pan de su pueblo, a cuyas autoridades  le censura que no hayan hecho “una rotonda o un monumento con el pan, una fiesta, un festival, lo que sea, como sí ha sabido hacer El Cuervo, por ejemplo”.