“En la agricultura ecológica se usan fertilizantes de base orgánica, como estiércol, compost o humus de lombriz. No se utilizan pesticidas o plaguicidas de síntesis química, sino productos naturales, como pueden ser plantas o minerales que controlan las plagas”, explica Marta García Portela, una bióloga que hace unos años decidió encaminar su carrera profesional hacia la agroecología. Del frío campo de la investigación pasó al campo, primero como socia y luego como trabajadora de la cooperativa La Reverde, y más tarde como creadora de su propio proyecto.
“Me interesaba mucho la conservación de la biodiversidad en los espacios naturales”, relata García Portela, socia fundadora junto al ingeniero de montes Víctor Perdigones, de una iniciativa que abarca distintos campos, desde la observación de la vegetación y fauna que aparecen en los cultivos, hasta la puesta en marcha de cursos sobre agricultura ecológica, aunque con el objetivo a largo plazo de convertirse en productores de semillas y plantas. Todo cabe en La buena siembra, en la que también colabora María del Mar Gil, licenciada en Ciencias Ambientales.
En una finca de cuatro hectáreas, en la zona rural de Jerez, cerca de la barriada de Torremelgarejo, hay un olivar ecológico, pero también naranjos, almendros, varios tipos de frutales y pequeños huertos. Los bancales, de bordes blancos, delimitan el espacio que tiene cada alumno para, a lo largo de tres meses y medio, sembrar y cultivar hortalizas y legumbres. “Enseñamos a sembrar, observar, hacer un seguimiento de la sanidad vegetal, fertilizar, cosechar…”, relata Portela.
¿Sabemos lo que comemos? ¿De dónde vienen las frutas, legumbres y hortalizas que consumimos? Son preguntas que se hicieron en su día Marta y María del Mar. A sus alumnos les intentan transmitir la importancia de conocer las respuestas a estos interrogantes. “La pandemia ha aumentado la demanda de productos locales y ecológicos”, sostiene la bióloga. “Hay que intentar ser consciente de que como personas consumidoras tenemos un poder enorme para cambiar el sistema”, añade.
Consumir de productores locales, que cultivan en ecológico, y pagarles un precio justo, repercute no solo en la economía de cercanía, sino en el entorno y en el medio ambiente. En La buena siembra lo tienen claro, que apuesta por un "cambio de chip" en el consumidor. "Nos falta como sociedad tomar un poco de conciencia y apoyarnos mutuamente", dice María García Portela, que pide que no se culpabilice ni al agricultor tradicional, ni al consumidor, simplemente que falta información. "La gente cuando sabe lo que está haciendo, no le pesa pagar un poco más por mejores productos", dice, algo que se compensa cambiando los hábitos de consumo.
Con el curso que imparten también quieren que cale esta filosofía. En tres meses y medio, los que transcurren entre abril y julio, pretenden aportar a sus alumnos las herramientas suficientes para que “el verano que viene puedan montar una huerta con un mínimo de éxito”. “La idea es que se queden con ganas de aprender más”, señala Marta García Portela. El curso tiene su continuación en agosto, para los más motivados, y en septiembre con otro de producción de semillas. “Queremos que se lleven principios básicos de producción ecológica y agroecológica, cómo tienen que trabajar la tierra y manejar los cultivos, que aprendan a sembrar, fertilizar, cosechar…”, insiste.
Los jueves y sábados, cada grupo del curso acude a la cita con La buena siembra. Entonces ponen en práctica lo aprendido. Prueban hortalizas, se manchan las manos de tierra, aprenden cómo mimar lo sembrado. “La producción ecológica cada vez es más conocida y demandada”, dice la bióloga. Por eso el curso ha tenido buena aceptación. “Aquí buscamos sostenibilidad a todos los niveles: social, económico y ambiental”, aporta María del Mar Gil, colaboradora del proyecto. “Dignificar la profesión del agricultor es importante, aunque educar a los consumidores es igualmente importante y necesario”, sostiene, así como saber “qué hay detrás de lo que estoy comiendo”.
Marta, Víctor y María del Mar se conocieron hace años, dentro del movimiento agroecológico. En cursos, mercadillos, eventos de la Red Agroecológica de Cádiz (RAC) o en La Reverde, de la que los dos primeros son socios. “Nos unió las semillas”, señalan. Pasados unos años, quisieron apostar por el autoempleo, basado en La buena siembra en la formación, el asesoramiento técnico, la coordinación de ecomercados o la producción de semillas. “Tenemos formación, experiencia y ganas, pero recursos económicos poquitos”, resume la bióloga.
Víctor Perdigones es ingeniero de montes, Marta García Portela estudió Biología y tiene un máster en Agricultura y Ganadería Ecológicas, el mismo que hizo María del Mar Gil, licenciada en Ciencias Ambientales. El triángulo que componen impulsa un proyecto que busca la sostenibilidad. “Tuve diferentes contratos pero no me terminaba de gustar el mundo de la investigación”, cuenta García Portela, que se empezó a interesar por el consumo responsable hace una década. “Me hice socia de La Reverde y me cambió el chip”, confiesa, porque “hablamos de conservación de la biodiversidad en espacios naturales, pero los espacios agrícolas ocupan mucha superficie y tienen un impacto enorme en la biodiversidad”.
Gil, en cambio, tuvo que “cruzar el charco” para saber con certeza que se quería dedicar a este mundo, a pesar de que siempre lo tuvo cerca. “Mi padre es agricultor y siempre ha tenido huerta de autoconsumo”, expresa. Pero fue en Ecuador donde tuvo claro que la agricultura ecológica le “llena el alma”, aunque siempre supo que “quería vivir en el campo y tener mi huerta”. A su vuelta trabajó en proyectos formativos con personas en riesgo de exclusión social, aunque ahora está “con ganas de dedicar a La buena siembra tiempo y energía”.
“Siempre se suele decir que si no sabes, para el campo. No, si sabes muchísimo vete al campo”, dice Marta García Portela, que como sus compañeras, no para de formarse y de aprender sobre agricultura ecológica, cada vez más conocida. “Hay que aprovechar el momento, la gente está receptiva ahora, pero dentro de un tiempo nos olvidaremos”, dice. Y se queja de que “del trabajo de difusión que ha hecho el movimiento agroecológico para favorecer el consumo de estos productos se están beneficiando las grandes superficies”.
“En este modelo de agricultura imitamos los ciclos de la naturaleza”, dice María del Mar Gil. “Hay diferencias entre el producto ecológico de una empresa enorme que produce en invernadero, que es verdad que es mejor para la salud que el tradicional, pero que está quitando consumidores a los canales convencionales de productos ecológicos”, señala García Portela. “Cuando compras a un pequeño productor, apoyas a una persona concreta y pagas un precio justo. Cuando hay muchos intermediarios a lo mejor no es tan justo…”.