Viento, mar, arena y tiempo. El Médano del Asperillo entierra y desentierra el origen mismo de Doñana. A lo largo de miles de años, el capricho de la naturaleza ha moldeado un sistema de dunas que se extiende en doce hectáreas de la costa oriental de Huelva. El Asperillo es un paisaje siempre inacabado. Estos gigantes fósiles de Doñana se elevan sobre la playa de Castilla. Entre Mazagón y Matalascañas. Esta fue la primera salida al océano Atlántico por el sur de la Península Ibérica de los territorios de la Corona tras la Reconquista.
El sendero de Cuesta Maneli atraviesa por completo este sistema dunar. En sus 1.300 metros de longitud, su pasarela de madera recorre uno de los paisajes más espectaculares del Espacio Natural de Doñana. Su trazado serpenteante se adentra en un territorio tan frágil como extraordinariamente singular. Se trata de uno de los complejos de dunas de mayor valor ecológico de toda Europa. El sendero arranca en las inmediaciones de una zona de aparcamientos situada junto a la carretera A-494 y discurre en todo su recorrido sobre una tarima de madera.
Los primeros 300 metros son de ascenso, a lomos de las arenas hasta alcanzar su punto más alto. A casi 60 metros de altura, el Abalario de Doñana se adueña del horizonte.
Sabinas, linaras, enebros, jaguarzos y camarinas colorean el manto arenoso del Asperillo. La flora de este ecosistema es el sustento de las propias dunas, al tiempo que proporciona alimento y refugio a una fauna esquiva que sobrevive bajo unas condiciones de calor implacable, de permanente inestabilidad y de viento marino aguado de sal. Una ventana abierta a la reforestación.
El sendero de Cuesta Maneli es una inmensa ventana abierta a la restauración ambiental tras el incendio forestal que afectó al Espacio Natural de Doñana en 2017. A lo largo de sus 1,3 kilómetros se pueden observar cómo los trabajos de reforestación han contribuido a que la zona recupere su vegetación. La nueva vida se abre camino y convive con troncos completamente ennegrecidos que aún permanecen como testigos de un fuego mortífero. Además, la madera quemada ahora sirve como oteaderos y lugares de reposo y nidificación para las aves. O se aprovecha para construir albarradas y fajinas, que frenan el avance de las arenas. Vida y muerte se dan la mano en estas dunas para continuar al albur del viento, el mar, la arena y el tiempo.
El día que se reabrió el sendero, la consejera de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible definió la nueva pasarela de Cuesta Maneli como “icono” del trabajo conjunto para regenerar el parque de Doñana tras el incendio de 2017. Hoy, Crespo subraya que este sendero “nos permite valorar el esfuerzo conjunto para lograr la restauración ambiental de Doñana” y reforzar el vínculo de la sociedad andaluza con el Asperillo “mejorando la accesibilidad e incorporando criterios paisajísticos para lograr su integración en el entorno”.
“Doñana es una joya de nuestro patrimonio natural en la que todos los andaluces estamos comprometidos en su preservación”, ha enfatizado la consejera, quien ha recordado que, desde su consejería, se han movilizado ya más de siete millones de euros para la restauración y mejora ambiental de la reserva tras el desastre de 2017.
Los últimos metros de la pasarela son un descenso sin descanso hasta el Atlántico. El mar impone su voz ronca. El final del sendero se abre hasta formar un mirador en forma de corona sobre el Acantilado del Asperillo. En noviembre de 2001, este escarpe de dunas fósiles se declaró Monumento Natural de Andalucía. En algunos puntos alcanza los 30 metros de altura, lo que lo convierte en el acantilado arenoso más alto de Europa. Una vez finalizado el sendero, una escalera que parte de la misma tarima ofrece la posibilidad de descender a la playa. Son kilómetros de costa virgen donde reinan los gigantes fósiles de Doñana. Kilómetros de viento, mar, arena y tiempo.
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