Antes de adentrarnos en el mundo financiero del whisky con ‘nuestra’ barrica de The Macallan 1993, hagamos un poco de contexto. El grupo Edrington, la empresa propietaria de esta mítica marca escocesa, adquirió hace un año el 50% de una de las principales bodegas del Marco de Jerez, José Estévez, entre otras razones para asegurarse un suministro regular y de calidad para envinar las barricas en las que envejece The Macallan. De hecho también adquirió la tonelería Vasyma, con lo que Edrington dio un giro radical a toda su política relacionada con el envinado en Jerez: de tener contratos de suministro con toneleros –con la propia Vasyma, por ejemplo, llevaba más de treinta años trabajando– y con varias bodegas para su envinado, ha decidido pasar a controlar directamente todo el proceso en Jerez mediante la compra, tanto de la tonelería como de la bodega (50%), por lo que en los próximos años, a medida que venzan, irán decayendo los contratos que aún mantiene.
Pero volvamos a la barrica de The Macallan 1993. La comercialización de esta bota en concreto corre a cargo de Braeburn Whisky, una empresa intermediaria y gestora en todo lo que se refiere a la inversión en el mundo del whisky, con presencia en Edimburgo, Singapur y Barcelona (donde desde 2019 se apuesta por el mercado español… y en español, con la vista puesta también en Latinoamérica), a punto de abrir también en Estados Unidos. Se trata de una empresa joven, en internet figura que data de 2016, pero que en estos años ha desarrollado importantes vínculos comerciales con algunas de las principales destilerías escocesas.
La barrica de The Macallan 1993 es una auténtica ‘rareza’, más en el sentido inglés de ‘rare’ que en el del español, ya que hay que tener en cuenta, entre otras cosas, que esta casa dejó de comercializar barricas de esta manera para obtener liquidez –que no deja de ser una manera, como otra cualquiera, de financiarse, de tener 'cash' mientras envejece el whisky– allá por el 1997. Mihai Damse, jefe de Ventas de Braeburn Whisky Europa, no duda en afirmar que esta barrica en concreto se considera en el sector un ‘blue chip’ algo que por su vejez y escasez está más allá del concepto de ‘premium’. Pese a que barricas de esta antigüedad no abundan, "Braeburn es un grupo experto en la compra de barricas de The Macallan de los años 80 y 90" que todavía perviven, afirma el propio Damse.
Este tipo de venta resulta bastante ajena al mundo del jerez y, en general, al del vino y los espirituosos en España. Se trata del whisky como objeto de inversión –repare el lector que no hablamos, al menos no en este caso, de una subasta–, como el mercado del arte o incluso la vivienda… nada que ver con el tradicional coleccionismo de botellas, que resulta mucho más familiar en España: pequeñas producciones de varios cientos de botellas de algún vino o incluso algún espirituoso especial... eso sí es una práctica habitual entre las bodegas españolas, pero la comercialización de esta manera y con una evidente y directa vocación inversora, no.
Pero es algo que está ahí. Y pasa sobre todo con el whisky, que vuelve a vivir un buen momento, sobre todo sus marcas ‘premium’, después de un tiempo de dominio, al menos en imagen, de la ginebra y el gin tonic y, con anterioridad, del ‘estallido’ del ron moreno, un fenómeno, eso sí, bastante circunscrito a España. ‘Single malt’, ‘sherry cask’… son términos que hoy mucha gente maneja con soltura, tanto por la noche como en el ‘tardeo’.
Solo Braeburn Whisky comercializó el año pasado unas 1.400 barricas (de 250 litros de capacidad). Su negocio está muy concentrado en el mercado británico, hasta el punto de que España –hay que insistir en que tiene subsede en Barcelona– con ‘solo’ 91 barricas sería su tercer cliente mundial, por detrás de China, con 101. Esta empresa ‘custodia’ en su propio almacén de depósito aduanero que tiene en Escocia del orden de 6.000 barricas. Los propietarios pagan anualmente por el almacenamiento y una póliza de seguro.
Hay varias maneras de operar en el, digamos, ‘mercado del whisky’. Braeburn, por ejemplo, propone a sus potenciales clientes que la inversión sea a medio-largo plazo, habitualmente con un único propietario de cada barrica o de una cartera de barricas, bien personal, bien corporativo, aunque a veces ese propietario comparte titularidad con allegados. No obstante, también hay plataformas que incluyen y ‘tratan’ al whisky como cualquier valor financiero –acciones, bonos, etc– y se puede operar incluso como lo que en el sector (el financiero) se llama ‘intradía’.
Todavía no se ha hablado de dinero… Braeburn Whisky comenta que sus clientes tipo se mueven en el entorno de una inversión que va de unos 5.000 a 10.000 euros (son datos reservados, pero está claro que la barrica The Macallan 1993 se mueve en otro nivel). No vamos a hablar de la rentabilidad –ya saben, rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras– pero en este negocio a largo plazo es bastante factible obtener rentabilidades anuales de dos dígitos.
¿Y qué ocurre al final con este tipo de barricas? Pues se pueden dar dos circunstancias: sacarla de nuevo al mercado, haciendo efectiva la inversión y vuelta a empezar… o embotellar su contenido, lo que nos adentra en nuevas posibilidades, ya que a su vez pueden venderse estas botellas, se las puede quedar el propietario o las dos cosas, parte y parte. Incluso puede ser un regalo muy especial. La propia Braeburn acompañaría ese proceso (embotellado, etiquetado, etc).
¿Quién comprará la barrica de The Macallan 1993? ¿Se embotellará finalmente o dentro de unos años se venderá de nuevo y seguirá generando dinero? Todo sea por el whisky (envinado en jerez, claro).