Esta semana se firmaba el XXVI Convenio de la Vid y quedaban desconvocadas las jornadas de paro indefinido previstas por los sindicatos. Se han vivido momentos de tensión en los veinte meses que han durado las negociaciones y ha habido paros parciales, pero… pero no hay mucho más. Ha sido una negociación de, por y para las bodegas y trabajadores del Marco de Jerez. Este es el resumen sucinto –incluso aburrido, si se quiere– de lo que ha dado de sí esta negociación, con un acuerdo vigente hasta diciembre de 2023, que entonces deberá prorrogarse o dar paso a la negociación de un nuevo texto.
Una vez dicha esta obviedad, llega el momento de pasar a dar explicaciones. Históricamente, con relativa frecuencia, la negociación del Convenio de la Vid provincial ha servido para tratar, fijar, avanzar y dirimir (podría haber aquí más verbos) otras cuestiones que venían o estaban a punto de llegar… pero a nivel nacional. En ocasiones, tanto los representantes de las bodegas como de los trabajadores no han tenido ningún problema en alinear sus posturas con peticiones que llegaban de, digamos, ‘arriba’, mucho más arriba.
Efectivamente, el Marco de Jerez ha sido a veces, digamos, el tablero de una partida de ajedrez que no era exactamente la suya, que no es otra que la de abordar, en principio, la renovación de las condiciones sociales y económicas de los trabajadores empleados en las bodegas ubicadas en los municipios que conforman el sector. Una negociación de este tipo –y es lógico- no puede ser refractaria a la proximidad de reformas laborales, crisis económicas e incluso reconversiones sectoriales, pero pareciera que el Marco cumple –o cumplía- una serie de condiciones para servir de laboratorio de ideas –y de prácticas- para las dos partes (en ocasiones tomadas de una en una, pero a veces las dos a la vez) cuando se acercaba cualquiera de estas ‘tormentas’ a nivel nacional.
¿Por qué? Nadie lo ha dicho nunca explícitamente, pero hay distintas variables que tal vez convendría analizar: alcanza a miles de trabajadores (hoy en día, por desgracia, sobra el plural, ya que estamos hablando de unos 1.500), concentrados en unas pocas decenas de kilómetros; no son trabajadores de un sector público, pero están sindicados muy por encima de la media en empresas privadas, trabajan en un sector tradicional y mundialmente conocido como es el vino de Jerez, pero al fin y la postre, el negocio –y el posible conflicto- no está radicado en una capital de provincia. Se trata, como alguien definió una vez, probablemente del convenio laboral más ‘glamuroso’ de la provincia de Cádiz y uno de los de mayor alcance, al margen de empresas y administraciones públicas.
Hemos puesto y quitado, ofrecido pros y contras, así que extraiga de aquí el lector las consecuencias que estime oportunas y verá las fortalezas y debilidades tanto de sindicatos y patronal para poner en marcha determinadas políticas, medidas, fijar líneas rojas, etc… que puedan hacer de guía –tanto en positivo como en negativo- para los intereses a futuros de cualquiera de las dos partes. Eran otros tiempos, claro, pero cabe recordar que hace años, si los sindicatos tiraban de la asesoría de prestigiosos abogados laboralistas de la zona, de Madrid –ay, eso de venir de Madrid- llegaban distintos profesionales al servicio de la patronal en lo que terminaba siendo un equipo multidisciplinar con abogados, economistas e incluso periodistas, porque la comunicación siempre se estimó un tema clave de esta negociación, y no digamos ya si terminaba en conflicto.
Una vez dicho que no ha habido elementos que se puedan considerar exógenos, al menos no que hayan sido determinantes en esta negociación, sí cabe decir que las tensiones empresariales e institucionales internas en que vive el Marco de Jerez se han dejado sentir en su desarrollo, por supuesto, y podrían haber sido el detonante que suavizara al final la postura de Fedejerez, cogida en una pinza por los sindicatos y las bodegas de Sanlúcar, que se desmarcaron al alcanzar un acuerdo previo -bendecido por el Sercla, que no es un tema menor- y que amenazó con dejar a las claras que, contrariamente a las tesis de partida mantenidas, bodegas pequeñas estaban por llegar a acuerdos y que diferían de la línea más dura defendida por las grandes bodegas –literal– de Fedejerez. Incluso Estévez, que desde hace unos años está fuera de la patronal bodeguera, dejó entrever que podría haberse sumado a dicho acuerdo parcial, algo que, sin duda (sindicatos + Sanlúcar + Estévez… e incluso + Sercla) hubiera metido a la negociación del convenio en otra fase, totalmente impredecible.
Independientemente de si las bodegas de Sanlúcar estaban de acuerdo con lo que tenían por delante, que muy en desacuerdo no debían estar cuando lo suscribieron, está claro que estas empresas de repente vieron una oportunidad para llevar a otro plano el enfrentamiento –e incluso el desapego-que mantienen con Jerez, un asunto que viene ya de largo… Como se ve, este año la nota exógena de la negociación fue realmente endógena (por seguir hablando en los mismos términos) a tenor de la actualidad que vive el sector, un inesperado Sanlúcar versus Jerez con evidente victoria a los puntos para la capital de la manzanilla, atendiendo al realce y al enfoque dado por los medios de comunicación que han seguido el día a día de la negociación…