"Prueba este chardonnay de Ucrania, te va a encantar", "no dejes de probar este cabernet sauvignon de Polonia, está estupendo", "la tierra de Siberia da todo su aporte a este coupage de palomino y godello, aquellas antiguas uvas españolas, no dejes de probarlo"... ¿Esas conversaciones, a primera vista absurdas hoy, serán habituales dentro de tres o cuatro generaciones? Y otra pregunta todavía más inquietante: ¿se podrá producir vino en Jerez dentro de ochenta o cien años?
Cada equis tiempo surgen informaciones -unas tirando solo a preocupantes, otras a apocalípticas- acerca de la influencia que el cambio climático terminará teniendo en determinados cultivos habituales de las zonas templadas, caso de España. El último de ellos es un estudio realizado por el Instituto Nacional para la Investigación Agronómica (Inrae), de Francia, que estima que de confirmarse una subida de dos grados en California y en el sur de Europa –se cita expresamente a España, Italia y Francia, lógicamente– el cultivo de la vid se volverá inviable a finales del siglo XXI en dichos estados. De ahí la broma con la que se ha comenzado el artículo, ya que la vid y, en consecuencia, la elaboración de vinos se desplazará hacia el norte, algo que, en realidad, ya ha comenzado a producirse. Tal vez no en Polonia y en Ucrania pero, por ejemplo, vuelve a haber viñedo en algunas partes del Reino Unido en las que hacía siglos que no se cultivaba la uva (de esto habla un librito muy curioso del historiador Philip Bloom, ‘El motín de la naturaleza’, sobre la pequeña glaciación que hubo en Europa hace cuatro siglos y que me permito recomendarles), sobre todo en Surrey, Kent y Sussex, condados todos al sur de Inglaterra. Bélgica, Países Bajos e incluso Dinarmarca podrían ser zonas que se verían ‘favorecidas’ si de cultivar uvas hablamos.
Dos grados mas de temperatura tendría, en definitiva, efectos muy perjudiciales sobre el cultivo de la uva en las latitudes en que se produce actualmente. De hecho, el Inrae francés estima que producir vino de alta calidad y que sea a la vez económicamente sostenible resultará imposible con esa subida de la temperatura, además de que la uva va a ir adoptando características organolépticas sobrevenidas por la nueva situación y que no le son propias, tal y como la conocemos, por no hablar de nuevas enfermedades y plagas. La uva, sí, necesita calor para madurar, pero que tampoco sea excesivo y, además, los períodos de sequía no le van bien.
El Inrae incluye también en su estudio algo que quien viva en una zona vitivinícola sabe perfectamente: que las vendimias se han adelantado en los últimos cuarenta años una media de dos o tres semanas en casi todo el mundo. En Jerez, por poner un ejemplo, hoy en día se considera normal comenzar una vendimia a mediados de agosto, algo que hace cosa de treinta –lo ha llegado a vivir este cronista– era, sin duda, una vendimia adelantada.
Ah, otra cosa a tener en cuenta: muchas zonas vitivinícolas –no hay que recordar dónde se ubica el Marco de Jerez– se encuentran en las cercanías del mar, un mar que se espera que siga ganando terreno a la tierra como consecuencia de la descongelación de los polos. Vaya, que el siglo XXII no parece pintar el mejor panorama para el Marco si nos atenemos a este informe francés...