El sector sigue dando vueltas a qué hacer y cómo con los llamados ‘vinos de pasto’. Ya se decidió que la idea es acogerlos en el Consejo Regulador, pero no bajo el paraguas de la denominación de origen Jerez-Xérès-Sherry, sino como una indicación geográfica protegida propia (IGP) que se sumaría a Manzanilla y Vinagre de Jerez. Pero está costando hasta poner el nombre definitivo. En la actualidad, se puede decir que hay dos enunciados y sus respectivas ideas fuerza sobre la mesa: ‘Vinos Blancos de Jerez’ y ‘Vinos de Albariza de Jerez’, con la posibilidad de que la palabra ‘Marco’ pudiese entrar en cualquiera de las dos formulaciones, algo que –y esto es opinión– no aporta demasiado y alarga en exceso el nombre, aunque, eso sí, da una visión más atinada acerca de la procedencia de estos vinos desde distintos puntos de la comarca.
Menos opciones tiene ‘Vinos de Pasto de Jerez’ o similar, ya que el sector entiende que la palabra ‘pasto’, que se ha generalizado para definir a estos vinos desde hace cuatro o cinco años tampoco aporta demasiado. En cualquier caso, esta apreciación es cuestionable, por varios motivos. Es cierto que, en una definición clásica, se entiende por ‘vinos de pasto’ los vinos comunes, los vinos de mesa, para entendernos. No obstante, se trata de un término que ha evolucionado en el acervo del sector nacional e incluso internacional, probablemente impulsado por la irrupción de estos vinos y la notoriedad que han alcanzado entre buena parte de la crítica. Términos como ‘calidad’, ‘trazabilidad’, ‘origen’ o ‘terruño’ acompañan siempre cualquier definición reciente en la prensa especializada, por lo que es indudable que ‘pasto’ tiene hoy en día una evidente componente positiva que tal vez debería valorar el sector en mayor medida.
Es posible que el hecho de que Montilla-Moriles se adelantara a Jerez e incluyera en su denominación de origen este nombre desde 2021 –pese a que haya sido Jerez quien ha capitaneado el uso del nombre y las prácticas que van detrás– tampoco ayude a apostar por dicho nombre, o así lo entiende el sector. Con lo difícil que es hacer un nombre –y esto vuelve a ser opinión– en el mercado actual, no tendría mucho sentido deshacerse de él, que la crítica, el marketing, la distribución y el consumidor final empiecen a llamar de otra manera a algo cuyo conocimiento se ha generalizado como ‘vinos de pasto’.
Ah, hubo un cuarto nombre, ‘Vinos Jóvenes de Jerez’ o similar, que se desechó enseguida, aunque otras denominaciones andaluzas de vinos generosos, caso de Montilla o Condado de Huelva, lo tienen en su formulación. Simplemente no gusta.
Pero veamos más detenidamente los dos nombres que se ha dicho más arriba que están sobre la mesa. ‘Vinos Blancos de Jerez’ suena bien, la verdad, es justo, comedido y a la vez rotundo: un vino, un tipo y un sitio, todo en tres palabras. El problema es que es muy parecido a 'Vinos de Jerez' e incluso choca de alguna manera con una de las ideas fuerza con la que trabaja el sector desde hace años, que es la de ‘vender’ el vino de Jerez como un vino blanco más, sin el calificativo ‘generoso’, siguiendo aquella famosa frase del enólogo Peter Sisseck, “el fino es el gran vino blanco de España”.
En cuanto a la segunda opción mencionada, ‘Vinos de Albariza de Jerez’, se pueden hacer también algunas consideraciones, todas sobre el término ‘albariza’. En primer lugar, no todo el mundo, ni siquiera el entendido en vino (hablamos, lógicamente, de fuera del Marco de Jerez) tiene claro que ‘albariza’ es un tipo de tierra, las características que posee y transmite a la uva, es decir, es un nombre con el que habría que hacer cierta pedagogía. En segundo, puede haber algún tipo de problema legal (o al menos de concepto), ya que desde hace años hay una marca de vino que se llama así, ‘Albariza’ (Estévez), así que sería un poco raro que una nueva DO tuviera esa coincidencia. Eso sí, ‘albariza’ tiene un punto poético que no está nada mal en un mundo, en un sector como del que estamos hablando, en el que encaja perfectamente que el consumidor compra tanto el producto, la botella de vino, como el relato que la acompaña…
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