Entrevinos celebra su tercera edición en los Claustros de Santo Domingo, en Jerez. Más de veinte bodegas en exactamente veinte expositores representan una muestra solvente de los blancos y tintos que se elaboran en la provincia de Cádiz, la mayoría en localidades del Marco o la Sierra, una cita que, un año más, ha sido organizada por Hostelería de Jerez y la Sociedad Jerezana del Vino, con la colaboración del Ayuntamiento y se incluye en las Fiestas de la Vendimia.
Imposible, por cuestiones de tiempo, edad e incluso de hígado hacer un resumen exhaustivo de todo lo que se expone y se puede degustar, así que hemos hecho una ruta en zigzag de blancos, tintos, vuelta al blanco y así… ¿El criterio? Variado y un puntito escaso: lo que nos han recomendado, lo que ya conocíamos y lo que nos encontramos, puede que por el simple motivo de que en ese momento no hubiese nadie en el expositor y nos atendieran, la verdad. Cuanta sinceridad. Bien, comienzan las cambayás… digo, el zigzag.
Y arrancamos en Huerta de Albalá, en Arcos, tomando un magnífico chardonnay, ideal para acompañar algún pescado que tenga cierta complejidad en su elaboración. Oímos que no han traído ‘Taberner Nº1’ y, por un lado, no nos importa, iba a ser un poco 'trampas' defender la norma del blanco y el tinto pero sin salir del mismo expositor.
Seguimos en Arcos y, camino de El Bosque, nos vamos a Tesalia donde, esta vez sí, hacemos trampas y probamos dos vinos tintos, ‘Iceni’ y el propio ‘Tesalia’; se puede decir, y así nos los dicen, que el primero es la versión joven del otro. ‘Tesalia’ es un coupage en el que prevalece la uva petit verdot y al que da carácter la tintilla de Rota, si bien entran otras variedades. Son dos vinos que están muy conseguidos, sobre todo ‘Tesalia’, que está además muy bien posicionado en la restauración. Por cierto, nos atiende estupendamente la sumiller Montse Mengíbar.
Partimos de Arcos y nos vamos a Chiclana, para conocer algo mejor los vinos de la bodega Manuel Aragón (Sanatorio, para los más castizos). Toca blanco y, 'desgraciadamente', volvemos a hacerlo por partida doble. Tomamos primero un clásico que conocemos desde hace tiempo, como es el moscatel blanco ‘Gloria’, un vino que no resulta nada empalagoso al paladar. Cuando hacemos intención de tomar el sauvignon blanc que, por cierto, sigue haciéndose a partir de la parcela que está entre la bodega a pie de la antigua Nacional y el mar, directamente el mar, nos ‘detiene’ Vicente Pastor y nos dice que, no, que hay que subir la apuesta y nos ofrece ‘Retallo’, un vino blanco y seco a partir de Pedro Ximénez que la casa engloba en los vinos de pasto. Un vino curioso, pero complicado, muy interesante, en cualquier caso.
Nos despedimos dando recuerdos para Chano Aragón y nos quedamos en Jerez, en Callejón de Asta, concretamente, un proyecto de Roberto Amillo y otros socios. Toca tinto y esta vez no hacemos trampa… bueno, sí. Incorregibles. Aquí Enrique Barroso nos ofrece un vino de color rosado que no es propiamente tal. Se trata de un vino 20% tintilla de Rota y un 80% palomino que tiene su epicentro en Balbaína Alta. Este vino se obtiene por presión y no por maceración conjunta. Es también un vino peculiar, que no es tan para todos los públicos como podría anunciar su color. Ya ven, un rosado que no es propiamente tal.
Nos vamos a lo de Santi Jordi. Intentan explicarme por tercera vez lo del nombre Patrick Murphy y digo que no, que de verdad que ya no hace falta, que tengo otras cosas en que pensar que en el cantante de Bauhaus (en realidad no es Patrick, es Peter, pero todo esto se ha quedado en mi cabeza). Jordi no está –es un tío simpatiquísimo, por cierto, que me presentaron en Vinoble–, capaz ahora de estar haciendo vino en, no sé, Groenlandia, pero nos atiende de manera eficaz, entretenida e incluso paciente Darío Espartero, director comercial. Le decimos que sabemos que Murphy saca trece o catorce vinos, casi todos de pequeños pagos, que es algo tirando a disparate –una opinión– y Espartero nos saca de nuestro error: son 28. Es justo cuando un disparate se convierte en algo genial. Total, que le pedimos algo que ya sea vino de pasto… pero pasto, pasto al 100%, pasto en vena. Espartero nos mira y dice que sabe exactamente lo que queremos: queremos ‘Mariquilla’, blanco a partir de uva listán de Sanlúcar. ¿Quién da más, alguien dobla la apuesta? Es un vino tremendo, complicado, capaz de meter en el mundo del pasto a cualquiera… o de sacarlo para siempre. Incalificable en el sentido exacto. Nos gusta, pero también es verdad que vamos por el ‘Walk on the wild side’, como diría Lou Reed…
No podemos más, pero falta un tinto, así que nos aliviamos con un merlot en coupage con otras variedades de Cortijo de la Jara, 'Cejota', vamos, como dice medio Jerez, pero en este caso por la gama alta… Pues sí. Esta vez lo recogemos y nos vamos yendo hacia la salida saboreándolo. Y punto… No. Y en zigzag.
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