Cuenta la leyenda que fue Dionisio, el dios Baco para los romanos, quien fundó Lebrija, una localidad sevillana de más de 27.000 habitantes con una posición estratégica. Muy cerca del río Guadalquivir, y a pocos kilómetros en línea recta del mar Atlántico, del que le llega su influencia salina, es un lugar ideal para elaborar vino, algo a lo que la bodega González Palacios se dedica desde hace más de 60 años.
Francisco González Palacios, como los grandes emprendedores americanos, comenzó a darle forma a su negocio en un garaje —una cochera, por estos lares—, donde empezó a vender vino a unos pocos parroquianos, para luego empezar a producir su propia marca. Lo hizo primero en la localidad de Las Cabezas, adonde llegó de su Los Palacios y Villafranca natal, pero hace más de medio siglo que la familia se asentó en Lebrija.
Francisco “no es bebedor” de vino, pero le apasiona el mundillo. “Lo más lógico y normal es que hubiésemos sido panaderos”, cuenta su hijo, Félix González Vélez, actual propietario de la bodega. De hecho, su padre llegó a ejercer la profesión durante una temporada, así como su abuela materna y la paterna también. Su primo, Domi Vélez, es el actual mejor panadero del mundo. Pero Francisco, y luego su hijo Félix, optaron por el vino para enfocar sus carreras profesionales.
En un garaje, y luego en una tasca, empezaron vendiendo vino antes de adquirir la bodega Los Arcos, situada en el número 60 de la calle Virgen de Consolación de la localidad, donde guardan con mimo unos vinos que se crian en botas centenarias desde hace más de medio siglo con el tradicional sistema de criaderas y soleras. Ahora Félix continúa el legado de Francisco, adaptándose a los tiempos.
Lebrija llegó a tener, a principios del siglo XX, en torno a medio centenar de bodegas, según un mapa de la época que conservan en González Palacios, que ahora es de las pocas que se mantienen en la conocida como ciudad del dios Baco. Desde hace unas semanas, tras una larga lucha junto a localidades del entorno, pueden vender sus vinos como jereces, tras ser incluida como zona de crianza de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry.
“Hasta 2023 no voy a vender mis vinos como jerez, podría comprar cupos para adelantar el proceso, pero no tengo prisa”, explica Félix González, actual propietario de la bodega González Palacios, situada a poco más de 30 kilómetros de Jerez, en la provincia de Sevilla, donde se pueden vender como jereces los caldos producidos en la viña del bodeguero lebrijano, que también se encarga del embotellado. "Ahora tenemos la posibilidad de competir cara a cara con Jerez, Sanlúcar y El Puerto", agrega.
“Hacer buenos vinos no es fácil, pero lo más difícil del mundo es venderlos”, aporta Félix, quien espera que la inclusión de Lebrija como zona de crianza de los vinos de Jerez le permita ampliar su mercado en el exterior, con unas exportaciones que ahora son muy complicadas. “Lebrija siempre ha tenido buenos vinos, con bodegas que tenían marcas importantes registradas”, destaca.
En opinión de Félix González, "el jerez tiene que evolucionar o se va al garete", ya que "es el mejor producto en relación calidad-precio que hay en el mercado. Estamos arruinados con los precios que tenemos". Poniendo un ejemplo, enseña una botella de vino blanco semidulce que produce en su bodega, que vende a 5,90 euros, que compara con un vino generoso de cuatro años de antigüedad, que tiene un precio de 5 euros. "Éste me lo quitan de las manos —dice sobre el primero— y éste me cuesta venderlo —sobre el segundo—". "Hace falta enseñar a la gente lo que es un vino generoso", sostiene.
"Tenemos un vino único y especial que no existe en ninguna otra parte del mundo", apunta Félix, que, sin embargo, no se valora como merece. "Los vinos generosos cada vez son peor negocio, aunque ahora —con la inclusión de Lebrija como zona de crianza— se nos abre más mercado y se ve un resurgir". El bodeguero lebrijano apuesta por "enseñar a la juventud la importancia de estos vinos", para que el visitante también los valore, en un mundillo en el que "cada día se aprende algo nuevo". "Yo me he criado en una bodega y soy un analfabeto del vino", dice.
"Ahora se abre una oportunidad de iniciar a la gente con los vinos de pasto —sin fortificar—, que son más fáciles de tomar", asegura Félix, que pertenece a una familia que también se dedica a la distribución de cerveza en Lebrija. Él, de hecho, empezó repartiendo cerveza y como comercial, mientras se iba adentrando en el mundo del vino. "Con el tiempo vas catando, vas viendo, te va gustando... La verdad es que es un trabajo bonito", dice Félix, que tiene dos hijos a los que, de momento, no les llama el negocio familiar. "Siempre les doy un consejo: que trabajen en algo que les guste. Yo gracias a dios tengo esa opción".
La bodega González Palacios, recientemente incluida en la zona de crianza de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, pertenece también a la DOP (Denominación de Origen Protegida) Lebrija, creada a principios del siglo XXI, surgida tras una batalla por ser incluida en la DO jerezana. Él mismo es el presidente de un Consejo Regulador en el que solo está su bodega, que se inventó denominaciones para nombrar a sus vinos. M. fina es el equivalente a la manzanilla y Lebrija old, al palo cortado, por ejemplo. En breve podrá vender sus vinos con los nombres amparados por el Marco de Jerez.
A apenas dos kilómetros de la bodega Los Arcos, a las afueras de Lebrija, se encuentra la bodega Abuelo Curro, situada en lo más alto de una loma desde la que se ve Doñana. En las 21 hectáreas de viñas que tiene la finca, en el pago Overo, González Palacios tiene uvas palomino fino, moscatel y sauvignon blanc, y para los tintos, tempranillo, syrah y petit verdot. "Antes solo había palomino, pero tuvimos que diversificar", aclara Félix, quien cree que "el vino de Jerez necesita que los pueblos de alrededor luchemos para impulsarlo".
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