El desempleo en Andalucía ha aumentado en 2.882 personas este mes de agosto, según los datos del antiguo INEM publicados este lunes. La comunidad comienza a perder el impulso del turismo y sitúa la cifra de desempleados en 696.255 personas. Mientras el debate político se simplifica entre administraciones, que se acusan mutuamente de no poner remedio a un problema estructural.
Sanlúcar mantiene unas cifras que desde hace años rondan o superan el 25%, con excepciones en meses veraniegos. Una ciudad históricamente próspera, abierta al mar y al río Guadalquivir, con un importante sector primario y una industria bodeguera. A la vez, una capital gastronómica y del turismo, que no termina de romper las cadenas del desempleo.
En una localidad donde muchos jóvenes se marchan para estudiar y trabajar, hay otros que se mantienen apegados a los oficios clásicos. Álvaro es sanluqueño y ha empezado como redero, reparando las redes de barcos en el puerto de Bonanza. "A veces se pasa mucho frío y otras mucha calor. Lo que es un trabajo, como todo, hay que aguantarlo".
Un día normal para Álvaro pasa por levantarse "a las ocho menos veinte de la mañana, me vengo para acá, sobre la una y media vuelvo a casa para comer y vuelvo a las tres, hasta la hora a la que vengan todos los barcos de arrastre".
Este oficio de redero implica realizar cálculos bajo las instrucciones de los armadores. Porque no todas las redes son iguales. Dependen del tamaño de la embarcación, del tipo de aguas que frecuente o de la pesca, si es langostino, por ejemplo, o es acedía. En otros puertos, este oficio a menudo ha correspondido a mujeres, pero en Sanlúcar han sido y son los hombres los que habitualmente se dedican a ello.
José es el maestro redero que está enseñando el oficio a Álvaro. Lleva 45 años tejiendo. A sus 61 años, el oficio ha ido perdiendo personal, a pesar de que "se ha modificado mucho, cuando las artes eran diferentes". Eran de algodón y cáñamo, hasta que llegó el nailon y, posteriormente, las más eficientes redes de alta tenacidad.
Esto ha facilitado la labor de los rederos, aunque no deja de ser un oficio que requiere concentración y paciencia. "Esta red se mantiene más voluminosa y es más fácil de trabajarla".
"Ahora tenemos cinco o seis jóvenes. Mientras haya pesca de arrastre o trasmallo, siempre habrá rederos", resume el maestro. Y todo porque las redes son grandes, y siempre sale más a cuenta al empresario arreglar antes que sustituir, al menos, mientras tejiendo teniendo remedio.
Álvaro explica que en este oficio, efectivamente, "se empieza sin cobrar". Porque primero hay que aprender a trabajar. Es una formación rutinaria, del día a día, del aprender haciendo. "Se aprende porque te gusta. No te pueden dar nada si no aprendes. Ni en dos años, ni en tres, ni en cuatro, no se aprende. Yo llevo dos años y ya tengo cogido el truquillo. Ya valemos para algo".
A sus 21 años, tiene amigos de su generación en el mar. El oficio de redero puede ser repetitivo, pero no es tan duro como las inclemencias sobre la embarcación. "Ya he sacado algún callo. Puedes venir algún día desganado. Pero a mí me distrae. Estás con gente al aire libre, me llevo muy bien con José. Lo hacemos más ameno".
Cada arte es un mundo, explica también Álvaro. Mientras hace la entrevista, está pendiente de que no se le "pase el ancho porque me quedo sin red". Es matemática. Según el número de nudos que haya que reparar, y según la forma que tenga en esa parte la red, si más curva o más recta. "A mí de siempre se me han dado bien las matemáticas, aunque esto... Es otra cosa".
Preguntado por si recomienda su oficio a otros jóvenes, responde con un resoplido... "Bfff. Si te metes de primeras sin saber nada, no vas a tener un sueldo digno. Es como estudiar una carrera. Bueno, allí estás sentado". Aquí también lo está y hay oficio hasta en la postura en la que aborda el trabajo. "Al principio se te queda el pie dormido, pero ya uno se acostumbra".
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