Cuando se cruzaron los caminos de Julián Perdigones y Jaime Pieras, gracias a su paternidad coincidente en el tiempo, pronto supieron que tenían que hacer “algo juntos”. Perdigones, carpintero, y Pieras, pedagogo, empezaron a darle vueltas a un proyecto que ofreciera formación en este oficio a personas vulnerables. Porque ese “algo juntos” debía tener un enfoque social. Eso lo tenían clarísimo.
El centro de Formación Profesional para el Empleo (FPE) resultante, llamado Escuela amable, se orientó en un primer momento a personas extranjeras, a las que se les quiso ofrecer una integración social y laboral a través de la carpintería. Con el paso del tiempo, por las trabas burocráticas que se fueron encontrando, ampliaron el espectro a otros grupos en riesgo de exclusión, de jóvenes en paro a mujeres víctimas violencia de género.
Ahora, en una nave del polígono industrial El Peral, de Arcos de la Frontera, la actividad es incesante. Están los alumnos que asisten a clases teóricas, en un aula habilitada al fondo. Los que hacen prácticas, dando formas a todo tipo de muebles. Y los que se formaron y ahora trabajan en la empresa Almenara, hermana de Escuela amable.

Porque la historia de una no se entiende sin la otra. La carpintería Almenara, con sede en las mismas instalaciones que Escuela amable, está especializada en la construcción de mobiliario infantil bajo la metodología Pikler, que fomenta el desarrollo autónomo de los bebés. Ahí trabajaba Julián Perdigones, que ya tenía en mente su proyecto de formación para personas extranjeras.
Su idea inicial era crear una cooperativa de carpinteros para la inserción laboral, pero conseguir financiación se hizo muy complicado. Y tampoco querían quedarse en otra escuela-taller más. Ahora forman a futuros carpinteros y mantienen 15 contratos de formación en alternancia, cuando el proyecto apenas tiene tres años de vida.
“Pronto empezamos a entender que dentro del sistema de Formación Profesional para el Empleo (FPE), esta idea no tenía cabida, por lo que había que sacarlo adelante de manera privada”, cuenta Jaime Pieras. Tras presentar Escuela amable en la Feria de Economía Social de Jerez, establecieron contacto con la delegación territorial de Inclusión Social de la Junta en Cádiz, a la que presentaron varios proyectos.
Julián Perdigones, uno de los impulsores de Escuela amable, por su experiencia, sabe que la carpintería es un oficio con futuro. “Hay carpinterías que nos llaman preguntando cuando les mandamos a personal en prácticas, porque no dan abasto y necesitan mano de obra”, cuenta. Una mano de obra que sepa lo que hace, claro.

“Mi labor como docente no es solo que adquieran todos los conocimientos, sino que sepan llegar a la máquina y despiezar un tablero, por ejemplo”, agrega Perdigones, quien defiende que la parte práctica tenga un mayor peso en la evaluación de estos cursos, en los que, como mucho, cuentan un 30%. “En Escuela amable lo intentamos compaginar de la mejor manera que podemos, porque hay mucho contenido teórico durante las horas de formación, pero cuando lleguen a carpinterías tienen que adaptarse a lo que pidan”, insiste Perdigones.
El trasfondo social de Escuela amable se mantiene inalterable, aunque el centro de formación haya tenido que adaptarse a una realidad en la que se ha encontrado más trabas que facilidades. Pero ya forma a menores de 30 años, desempleados, y mujeres víctimas de violencia de género, con diversos programas. Sin olvidar su origen: la inserción de migrantes, que a través de la formación pueden lograr un NIE que facilite su regularización y su integración social.
De Ibrahim a Erika
Uno de los alumnos de Escuela amable es Ibrahim Suma, originario de Guinea Conakry, quien lleva un año y medio en España. En distintas ciudades. De Lanzarote a Las Palmas, de ahí a Sevilla, Cádiz y luego a Jerez, donde le ayuda la Red de Apoyo a Inmigrantes Dimbali, a través de la que conoció Escuela amable.
“Estamos para aprender sobre carpintería, pero somos como una familia, con mis colegas en clase y también fuera”, comenta Suma, quien nunca se vio como carpintero, pero que está encantado con la formación que está recibiendo. “El maestro enseña muy bien”, añade. En la misma clase están Máximo, Joaquín o Erika, una de las pocas mujeres.
“Nunca me importó ser la única mujer”, dice Erika Márquez, una vecina de Arcos que estaba desempleada y que no dudó en apuntarse al curso cuando se lo propuso su orientadora del SEPE. Es el segundo que hace en Escuela amable. El primero, de CNC (Control Numérico Computarizado). En este segundo está “tocando más madera”.
En clase ya han hecho, con madera, diversas figuras. De un reloj a una llave, sillas, vallas personalizadas con dibujos o un Pitufo carpintero. “Yo misma me quedo sorprendida con las cosas que hacemos”, comenta Erika, una futura carpintera que también se ha formado como camarera de piso o jardinera.

Su compañero Máximo Padilla también llegó del paro. “Nunca esperaba que me fuera a gustar, pero desde que hice el primer curso, me enganchó”, relata. Fue peón de albañil, pero ahora suena con el día en que pueda ser empleado en una carpintería.
Como Joaquín González, otro alumno. Son sus primeros pasos en este oficio, aunque ha sido tapicero toda su vida, por lo que había hecho sus pinitos. Ahora, Joaquín —después de formarse en hostelería— trabaja los fines de semana en un restaurante, y espera hacerlo pronto como carpintero.
El carpintero, el pedagogo y el sociólogo
Julián Perdigones, carpintero; Jaime Pieras, pedagogo; y Alfonso Calzada, sociólogo; son tres de los pilares sobre los que pivota Escuela amable, una cooperativa de interés social sin ánimo de lucro que se ha tenido que adaptar a las circunstancias que se ha ido encontrando.
"Tenemos unos principios bastante sólidos, pero estamos abriéndonos al mercado para que no acaben con nosotros las empresas con ánimo de lucro. Sacamos proyectos por amor al arte, pero tenemos una serie de gastos fijos”, reflexiona Pieras.
Y es que en Escuela amable, a diferencia de otros muchos centros de FP que están proliferando en los últimos años, la formación es gratuita. Entre el alumnado, está quien perciben el SMI por tener contrato de formación en alternancia, y quien recibe una beca diaria para costear la dieta y el transporte.

Escuela amable es un centro homologado de Formación Profesional para el Empleo (FPE), que expide certificados de profesionalidad que se pueden homologar a nivel europeo. Para que alumnos suyos puedan ejercer el oficio en otros países europeos.
"Aunque hayan cambiado los proyectos, el fondo viene a ser el mismo: un fondo de trabajo a nivel social, a favor de personas en riesgo de exclusión, que es lo que a mí más me mueve", dice el sociólogo Alfonso Calzada, embarcado en Escuela amable, donde analiza los resultados de los cursos que van impartiendo.
De la primera formación impartida, de CNC (Control Numérico Computarizado), salieron once alumnos, cuatro de los cuales se quedaron contratados, pero no entienden que para la Administración tener contratos de seis meses o un año ya se considere "que están insertados laboralmente".
Hacen falta muchas horas de experiencia para ser un buen carpintero. Julián Perdigones reflexiona sobre este aspecto: "En la carpintería se trabaja mucho el desarrollo mental, la lógica, para saber cómo poner un tablero para que no vuelque... Esa lógica la tienes que adquirir con la experiencia, por eso incidimos tanto en la parte práctica".