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La vuelta al cole más allá de la edad, historias de superación: los centros de educación permanente en Andalucía

El Ceper Los Alcores es uno de los centros pioneros de la provincia de Sevilla con casi 500 estudiantes entre los 18 y los 90 años, dirigido por María José Eslava, ex delegada de Educación en Sevilla

María José Eslava (tercera de pie por la izquierda) junto a gran parte de su alumnado del Centro de Educación Permanente de Carmona.
María José Eslava (tercera de pie por la izquierda) junto a gran parte de su alumnado del Centro de Educación Permanente de Carmona. MAURI BUHIGAS
01 de febrero de 2025

En un mundo donde la educación parece reservada a los jóvenes, ver a octogenarios, monjas o migrantes realizar sumas con llevadas, aprender inglés o escribir un dictado sigue siendo clave para mantener la fe en el ser humano. Personas mayores, jóvenes que abandonaron sus estudios, otros que buscan segundas oportunidades encuentran en los Centros de Educación Permanente (Ceper) además de aprendizaje, un espacio de socialización y crecimiento personal, la terapia grupal tan demandada en la sociedad del hoy y el ahora. Detrás de cada pupitre hay una historia única, una vida que ha decidido seguir aprendiendo a pesar de los obstáculos.

Estos antiguos ‘Centros de Adultos’ representan lugares donde la edad, el género o las circunstancias personales dejan de ser barreras para convertirse en puentes hacia el conocimiento. Son refugios contra el olvido, medicina contra la soledad, herramientas para el mañana. En Andalucía, son 144 los centros de educación permanentes -a los que se suman 510 Seper o secciones de educación permanente- que trabajan cada día para garantizar el derecho a la educación a lo largo de toda la vida. Estos centros, gestionados por la Junta de Andalucía, ofrecen formación básica, enseñanzas iniciales, educación secundaria para adultos, cursos de acceso a la universidad y formación en competencias digitales e idiomas.

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Aprender a leer y a escribir es una de las motivaciones de muchas personas mayores que acuden al centro por primera vez. MAURI BUHIGAS
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Alumnos del Ceper Los Alcores, durante una clase. MAURI BUHIGAS

El Centro de Educación Permanente Los Alcores, dirigido por María José Eslava, es un referente en la formación de adultos en Carmona y sus alrededores. La directora explica que el centro, que abarca localidades como El Viso, Mairena y la barriada de Guadajoz, ha evolucionado más allá del concepto tradicional de "centro de adultos". Ahora, asegura, la educación permanente integra tanto aspectos académicos como sociales: “Aquí ofrecemos oportunidades a personas que no pudieron completar su formación en su momento, ya sea por fracasos escolares o por circunstancias personales que les impidieron avanzar en su educación”, señala.

Con un total de 470 alumnos, el Ceper Los Alcores destaca por la diversidad y el volumen de su comunidad educativa. La oferta formativa formal incluye las Técnicas de Ayuda al Estudio (TAES), un programa diseñado para obtener el título de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en solo un año. También preparan a sus alumnos para pruebas libres de acceso a la universidad para mayores de 45 años y de grado superior, además de certificaciones oficiales en inglés, desde niveles básicos hasta A1 y A2, en colaboración con la Escuela Oficial de Idiomas de Alcalá de Guadaíra. Según Eslava, este tipo de certificaciones son muy demandadas y constituyen un paso importante para muchos alumnos que buscan avanzar en sus carreras o aspirar a niveles superiores de educación.

En el ámbito no formal, resaltan los cursos para preparación de pruebas libres en ámbitos como Enfermería (TCAE) y Atención a la Dependencia (TAPSD). También desarrollan programas orientados a la promoción de hábitos de vida saludable y formación básica de adultos. “Tenemos alumnos que simplemente quieren seguir formándose, mantenerse activos y adquirir conocimientos que mejoren su calidad de vida”, comenta la directora, destacando la labor social del CEPER.

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El CEPER Los Alcores atiende a más de 400 alumnos y es referente en la comarca. MAURI BUHIGAS

Un aspecto relevante del centro es su programa de español para extranjeros, donde los recién llegados encuentran un espacio para aprender el idioma y facilitar su integración. “Nuestro objetivo es que adquieran un nivel básico que les permita comunicarse y desenvolverse en su entorno, evitando sentirse excluidos”, explica Eslava. Este programa cuenta con alumnos de diversas nacionalidades, lo que enriquece el ambiente multicultural del centro. María José Eslava insiste en la importancia de que el CEPER siga creciendo en una ciudad como Carmona, con más de 30.000 habitantes. Para ella, el centro está aquí “para abrir puertas y demostrar que nunca es tarde para aprender”, concluye con convicción.

Segundas partes sí fueron buenas

Y dentro de ese CEPER hay historias de superación únicas. Ángeles Perea, a sus 80 años, decidió sentarse en un pupitre por primera vez. Nunca tuvo la oportunidad de ir al colegio cuando era niña. “No sabía ni por dónde se entraba”, recuerda. Su infancia estuvo marcada por la necesidad y la obligación de trabajar desde temprana edad para ayudar a su madre y hermanos. Creció viendo a otros niños ir a la escuela mientras ella memorizaba los caminos para no perderse en su ciudad.

Trabajó durante toda su vida en tareas domésticas y cuidados familiares, siempre sintiendo que algo le faltaba. Al llegar al centro, Ángeles aprendió a leer y escribir, pero también a tener confianza en sí misma: “El día que pude leer un letrero de una calle, sentí una alegría inmensa. Era como si me hubieran devuelto una parte de mi vida”. Ángeles es conocida entre sus compañeros por su dedicación y su disposición a aprender. No sabe si se sacará el graduado, “pero mientras el cuerpo me deje, aquí estaré. Aprendiendo lo que pueda”. Para ella, el aula es un refugio y un espacio de libertad.

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Un lugar para socializar, no sólo aprender. MAURI BUHIGAS
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Saber Matemáticas es la otra gran demanda entre el alumnado más longevo. MAURI BUHIGAS

Manuela Rodríguez, de 86 años, pasó su infancia en un entorno rural donde las oportunidades educativas eran escasas. Su madre decidió que debía quedarse en casa, cuidando de los animales y ayudando en las labores del campo. “Una mujer sola no podía irse a estudiar fuera”, explica.

Durante su matrimonio, Manuela también enfrentó restricciones impuestas por su marido, quien limitaba sus opiniones y participación en las decisiones familiares: “Yo no podía hablar mucho, ni opinar. Él decía que me callara. Ahora, aquí, puedo hablar y sentirme escuchada”. Tras quedarse viuda y con sus hijos viviendo lejos, Manuela encontró en la escuela un espacio donde reconstruir su autoestima. Aquí, al menos, dice, ve a otras personas, y “aprendo, charlo y me siento acompañada”. Manuela disfruta especialmente de las clases de matemáticas y la lectura, que la ayudan a mantenerse activa mentalmente.

Por su parte, Miguel Sánchez, de 81 años, trabajó desde muy joven en el campo, en los chozos de Guadajoz, barriada pedánea de Carmona junto al Guadalquivir; y más tarde en la famosa venta “De aquí no paso”. Durante años, sus días estuvieron llenos de trabajo físico intenso. Sin embargo, un accidente de bicicleta cambió su vida por completo. “Estuve 40 días en el hospital y casi pierdo la pierna»”.

Tras su recuperación, Miguel decidió que necesitaba mantener su mente ocupada. Llegar al CEPER fue una decisión difícil, pero una de las más importantes de su vida. Se apunta a todo: “Disfruto aprendiendo cosas nuevas cada día. Me gusta la informática, las matemáticas y hasta el inglés”, bromea. En las aulas encontró, asimismo, un grupo de compañeros y compañeras que lo apoyan y profesores que lo animan constantemente.

Duro es el testimonio de Alberto Becerra, de 40 años. Creció en un hogar donde la inestabilidad laboral era la norma. Sus padres, temporeros, pasaban meses fuera de casa y él tuvo que abandonar los estudios para contribuir económicamente desde muy joven. “Nunca pensé que volvería a estudiar, pero aquí estoy”. Años después, la enfermedad de Crohn y una severa pérdida auditiva lo alejaron de su trabajo como herrero. Fueron tiempos difíciles, marcados por largas estancias en el hospital y la incertidumbre sobre su futuro: “Sin estudios, todo parecía cerrado para mí”. 

El centro fue su punto de inflexión. Al principio, sintió vergüenza al entrar en el aula, rodeado de personas de diferentes edades, pero poco a poco fue ganando confianza. “Aquí nadie te juzga. Todos estamos en el mismo barco”. Hoy, Alberto sueña con obtener el título de ESO y seguir formándose. “No quiero que mi vida se quede estancada. Este centro me ha dado una nueva oportunidad”.

Por último, habla María de Gracia Bobillo, de 68 años, quien ha vivido una vida marcada por el trabajo duro y las responsabilidades familiares. Desde joven trabajó en el campo, en la costura y en el cuidado de sus hijos, pero nunca tuvo tiempo para pensar en sí misma. Al cumplir los 60, decidió que era hora de dedicarse tiempo. Comenzó en el CEPER con clases de informática, algo que siempre había querido aprender, pero primero “me saqué el carnet de conducir estando aquí y después pensé: ¿por qué no aprender informática e inglés?”.

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Miguel Sánchez, María de Gracia Bobillo y Alberto Becerra sonríen recordando anécdotas de sus clases. MAURI BUHIGAS

En el aula, encontró algo más que conocimiento: descubrió una red de apoyo y un espacio donde podía ser ella misma. “El colegio me ha dado vida. He conocido gente maravillosa y cada día aprendo algo nuevo”. Su entusiasmo y alegría es contagioso entre sus compañeros y sus profesores la describen como un ejemplo de perseverancia. “Aquí vengo cada día con ganas de aprender algo nuevo y sentirme viva”. Y tanto, pues gracias a su forma de ser ha superado una enfermedad gracias a la positividad con las que afronta las diferentes tareas del día a día. 

La perspectiva docente

Detrás de cada historia de éxito en el CEPER Los Alcores hay un equipo docente comprometido. El profesorado de estos centros desempeña un papel fundamental, ya que los alumnos llegan con historias de vida muy diversas. “Aquí no solo enseñamos, reconstruimos la confianza de nuestros alumnos”, afirma una de las profesoras. La empatía, la paciencia y la adaptabilidad son esenciales en su día a día. Cada alumno avanza a su propio ritmo, y los profesores celebran cada pequeño logro como un gran triunfo. “No hay nada más gratificante que ver a un alumno superar sus miedos y escribir su primera frase o aprobar un examen que creía imposible”, dicen. María José Eslava, directora del centro, destaca la dedicación de su equipo: “Trabajar aquí no es solo dar clases, es acompañar a personas que, en muchos casos, han enfrentado enormes dificultades para llegar hasta aquí”.

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El profesorado con vocación es clave en la educación para adultos. MAURI BUHIGAS
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Desde cursos de informática básica hasta el B1 de Inglés, nunca es tarde para las segundas oportunidades. MAURI BUHIGAS

El alumnado de los CEPER tiene sueños y aspiraciones. Algunos desean obtener su título de Educación Secundaria, otros aprender un nuevo idioma o adquirir habilidades tecnológicas. Para otros, como Ángeles o Manuela, el objetivo es más sencillo pero igualmente valioso: sentirse útiles, acompañadas y realizadas. Y con voz propia. La alegría de vivir. 

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Ezequiel García Barreda

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