La eterna separación entre ser 'de ciencias' y ser 'de letras' viene de una concepción de la ciencia muy particular. Casi comienza desde pequeños, en la etapa educativa entre los cero y los tres años. Y eso influye en la formación futura. "Tenemos una imagen de ciencia muy cerrada y muy organizada, pensamos en la ciencia como productos, como experimentos, como leyes, como teorías, como conceptos", explica Rocío Jiménez, profesora e investigadora del área de Didáctica de la Universidad de Cádiz.
En esa etapa temprana, "se les da mucha más importancia a otros ámbitos, como son la psicomotricidad, la lectura, el arte, la música. La ciencia queda relegada a cursos superiores", apunta la investigadora. En eso, también influye que, según ha experimentado ella misma como profesora en Didáctica de las Ciencias en la UCA, la mayoría del alumnado que estudia los grados de Educación Primaria y Educación Infantil son personas que vienen de itinerarios formativos de letras. "Esa ruptura entre: yo soy de ciencias o yo soy de letras, es algo que creo que nos condiciona y nos afecta negativamente en muchos aspectos", apunta Jiménez, y hace que las y los docentes "no se sienten con seguridad y soltura como para incluir la ciencia en sus propuestas educativas".
Todas estas razones son las que llevaron a Rocío Jiménez a plantear el proyecto 'Bebés científicos: ambiente de aprendizaje para la ciencia en la escuela infantil La Algaida'. Todo ello, y su propia experiencia como madre. "Este detonante hace que me pique el gusanillo de plantearme y cuestionarme qué ocurre con el aprendizaje de la ciencia en esta etapa más inicial", relata. Desde su grupo de investigación 'Desarrollo profesional del docente' planteó la idea a la Unidad de Cultura Científica de la UCA y decidieron ponerlo en marcha, a través de una convocatoria de ayudas para el fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación que cada año lanza la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt).

Pese a que finalmente se decidieron a poner en marcha el proyecto, la investigadora explica que en el ámbito académico existe cierta reticencia a llevar a cabo este tipo de iniciativas en la etapa entre cero y tres años, por esa imagen de la ciencia como algo cerrado y por la dificultad que la propia etapa entraña para observar y recoger los resultados.
Pero la ciencia, para Jiménez, es mucho más. "Cuando estás viendo, por ejemplo, a un bebé tirar 20 veces una cosa al suelo, eso es ciencia, porque estás emitiendo hipótesis. ¿Qué pasa si vuelvo a tirar esto al suelo? ¿Se vuelve a caer? ¿Qué pasa si pongo esto aquí encima de esto otro? He conseguido solucionar que, si meto esta pieza de esta forma y no de esta otra, consigo que entre. Esos son procesos científicos básicos que además sirven de estructura para luego aprender ciencia más formal, más desarrollada. Para mí, esa imagen que tenemos de la ciencia es una dificultad", explica la profesora.
Así, como además ella trabaja formando a futuros docentes en la enseñanza de las ciencias, el proyecto se llevó a cabo también contando con las propias profesoras de la Escuela Infantil La Algaida, que iban a guiar las actividades. Ella sabía, por experiencia propia, que en esta escuela las profesoras estarían receptivas "por su forma de trabajar y su metodología", e intentaron llevar a cabo el proyecto respetando el trabajo de las docentes.
"Hemos dejado que se organizaran, que vieran de qué materiales disponían. Esto no se trata de decir: preparo esta actividad con una serie de pasos. No sirve. Lo primero, porque son bebés, y los bebés responden a pocas órdenes. Y lo segundo, porque se trata de aprender a través del juego y fomentando la creatividad. Si le dices al niño lo que tiene que hacer, ya te estás cargando esa creatividad, además de que estás condicionando con tu expectativa", explica. El objetivo era también interceder lo menos posible en el día a día de los pequeños.
Intentan demostrar que los bebés también hacen ciencia
En cuanto a lo que conforma el proyecto en sí, Jiménez lo define como "tentativas". "No son actividades cerradas donde hay una instrucción, sino que se montan los materiales, y una vez que están montados, entran los niños en acción y hacen y deshacen", aclara. Se configuran unas mesas de experimentación con distintos materiales, como, por ejemplo, arroz de distintos colores, con cucharas y cubiletes, para estudiar el trasvase de sólidos. De la misma forma se realiza con el trasvase de líquidos de distintos colores, y así pueden ver también cómo se van mezclando los colores.
"Posibilidades hay muchísimas, porque igual que puedes poner arroz de colores o líquidos pintados, puedes poner elementos del medio natural, como piñas, hojas, tierra, conchas...", explica Jiménez, siempre adaptando también a la edad y a la seguridad.
También trabajan con mesas de luz y con radiografías de animales, donde "tienen para ver el contraste de cómo es el animal por dentro y cómo es por fuera". "Y luego, es cuestión de dejarlos", apunta.

Al poner en marcha este proyecto, "los dos objetivos más importantes para mí eran, por una parte, aprender, como profesional y como madre, y también quería, en cierto modo, intentar demostrar que los bebés hacen ciencia", apunta Jiménez. Explica que hay "muy poco publicado" sobre esa etapa temprana, porque la observación "es difícil, no hay lenguaje, no sabes qué está ocurriendo en la cabeza de los niños. Puedes intuirlo, pero requiere tener a una persona, aparte de la maestra que gestiona la actividad, observando, grabando y analizando, entonces no es algo fácilmente accesible". Ese era el gran reto, junto al hecho de "generar un espacio para que los niños puedan desarrollarse desde un punto de vista científico e intentar contar y divulgar cómo ocurre esto".
En cuanto a la recepción por parte de los pequeños, explica que al ser "juego y estimulación, algo sensorial", les encanta. "La respuesta es muy buena porque aprenden dentro de su zona de desarrollo. No es nada forzado, es algo que surge", explica. Como debería ser la ciencia, que, aunque no se perciba, forma parte del día a día: "Todo eso es ciencia, el plantearse preguntas, por qué funcionan las cosas, qué pasa si en vez de hacer esto hago esto otro, o si lo hago de esta manera puede ocurrir esto, voy a probar; eso es emitir hipótesis, experimentar".
El próximo curso, está previsto que el proyecto continúe en la escuela infantil La Algaida, pero ya sin el amparo investigador de la UCA, ya que ese era otro de los objetivos: "que esa forma de trabajar se mantenga para cursos posteriores".