No se sabe si Donald Trump juega al póker. En internet, los términos 'Trump' y 'póker' solo aparecen relacionados en artículos de corte similar a este. Si juega, para este cronista es evidente que no es bueno con las cartas. Todos los que jugamos un poco hemos conocido a ese tipo de jugador fanfarrón, que intenta echar a los adversarios 'abusando' de apuesta... y poco más.
Algo de eso hay en el cara a cara de Trump con China –viene al pelo lo de que sea China para escribir ese tópico de 'gente impenetrable'– en lo que se refiere a los aranceles: después de haber puesto el 300% a algunos productos chinos –mientras Xi Jinping, el presidente asiático, no movía ni una ceja, si acaso un bosquejo de sonrisa... ya como si le pone un 1000%, qué más da–, ahora Trump sorprende al mundo con que va a auspiciar un acuerdo justo con China y que todo va a ser 'nice', 'very nice' en las negociaciones entre los dos países.
Algo similar, pero a mucha menor escala, ocurrió ya hace unos días en su encuentro con la señora Meloni, la presidenta del gobierno italiano. Después de semanas de baladronadas y echarse unas risas hundiendo las bolsas de medio planeta, Trump estuvo de acuerdo en que ha llegado el momento de llegar a acuerdos con la otra parte del West World, con Europa, que también aspira, Meloni dixit, a ser grande again.
Todo esto al señor Jinping le da exactamente igual: desde que Trump anunció que todo eso de los aranceles entre los dos países no iba con los ordenadores, ni con los portátiles, ni otros dispositivos electrónicos (ya no podía aguantar más la presión de Apple), el presidente chino tiene bastante claro qué tipo de jugador es Trump. La sonrisa es amplia...