El presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, ha llegado a un acuerdo presupuestario con Vox, un acuerdo que se ha visto con el habitual rictus desde Génova y que, prácticamente, ha sido saludado por Moncloa. En política no hay nada como que el adversario sea el que te haga el mensaje y Mazón es un auténtico chollo para el PSOE.
Se apresuró a pactar con Vox tras las autonómicas, antes que de Feijóo dijera nada sobre pactos con esta formación a menos de dos meses de las elecciones generales; sus ausencias durante la gestión de la dana están ya bajo investigación judicial (por no hablar de las multitudinarias manifestaciones) y ahora cierra un acuerdo presupuestario que recoge como ejes fundamentales algunos de los postulados de Vox en materia de inmigración, como la negativa a albergar más menores migrantes en dicha comunidad.
Resumiendo, en el PSOE están sencillamente encantados con Mazón. Por supuesto, hay que pedir su dimisión –en el clip del día que manejan los ministros con comparecencia pública no falló ninguno el pasado lunes– pero aunque parezca que se hace con énfasis, luego hay que hilar fino, no vaya a ser que finalmente dimita un valor tan importante hoy por hoy para los socialistas...
Todo esto mientras que en el PP observan al dirigente valenciano como el muñequito ese del anuncio que se daba cuerda él solo. No saben qué decir, conscientes de que tienen que elegir entre lo malo y lo peor, entre pedir su dimisión o seguir haciendo como si nada, contando que es positivo que Valencia tenga unos "presupuestos para su reconstrucción" gracias al acuerdo con Vox.
El problema –del PP– es que no está nada claro qué es lo malo y qué es lo peor... e incluso, como este es un caso con múltiples derivadas, el socio de Canarias, Coalición Canaria, a la vista del problema que tiene con la llegada masiva de cayucos, comienza a preguntarse por su propio acuerdo con los populares en el gobierno del archipiélago, vaya, que Mazón lo que empieza a ser propiamente es un multiproblema...