Una de las imágenes más impactantes, que hacía tiempo que no se veía, es la de un cohete desintegrándose. Uno de los más icónicos es el triste momento histórico que vivió el Challenger, en 1986, cuando siete astronautas perdieron la vida apenas un minuto después del despegue, que estaba siendo retransmitido en todo el mundo.
En esta ocasión, ha sido un accidente de un cohete no tripulado de Starship, de la compañía SpaceX, de Elon Musk, el magnate de Tesla que tiene entre ceja y ceja la puesta en marcha de vuelos comerciales a la Luna, y que ahora, con su importante presencia como asesor en el nuevo Gobierno de Donald Trump, incrementará su influencia en la NASA.
Las autoridades han abierto una investigación sobre lo ocurrido. La nave explotó sobre el cielo del Caribe cuando estaba a 143 kilómetros de altura y viajaba a 19.000 kilómetros por hora, velocidades que son difíciles de comprender por no producirse nunca sobre la tierra, sino sobre el cielo.
El propio Elon Musk bromeaba en Twitter, empresa de la que también es dueño. "El éxito es incierto, pero el entretenimiento está garantizado", decía mostrando un vídeo con una estela con los restos de la nave desintegrada.
Success is uncertain, but entertainment is guaranteed! ✨
— Elon Musk (@elonmusk) January 16, 2025
pic.twitter.com/nn3PiP8XwG
Una pérdida multimillonaria para una persona con un patrimonio prácticamente incalculable, que podría superar los 400.000 millones de dólares, y que podría incrementarse si se convierte en proveedor de cabecera de la NASA con Trump.
La razón del descalabro de este cohete es un incendio en la sección de cola, provocado por una fuga de un gas que podría ser oxígeno, o de combustibles.
A cuenta de este suceso, varios vuelos tuvieron que ser desviados al encontrarse los restos en una zona más allá de la exclusión prevista para la prueba.