La necesidad de "un Podemos de derechas" llevo a Ciudadanos a emerger como un partido político importante en el panorama español. Una especie de Partido Popular moderno, con ideas liberales, que podía ser más amable el ámbito social y que por surgir en Cataluña, también podía aglutinar a todo aquel que se sintiera español y viera amenazada la integridad del país.
La primera prueba a nivel nacional la encontró en Andalucía, que en 2015 fue la encargada de inaugurar el ciclo electoral. Sus nueve diputados no daban para gobernar con el PP, pero sí le aportaba al PSOE de Susana Díaz el apoyo suficiente para lograr una legislatura estable. Además evitaba un acuerdo PSOE-Podemos aunque, dicho sea de paso, Susana Díaz no era mucho de mirar a su izquierda. Con aquel movimiento Cs ya no sólo era un partido moderno y liberal, sino que también se constituía como partido bisagra. Ganara PSOE o PP, ellos iban a sostener el Gobierno para evitar los excesos y vicios del bipartidismo.
Sin saberlo, este calificativo de bisagra cambió en 2018, de nuevo con unas elecciones andaluzas de por medio que inauguraba el ciclo electoral. A diferencia de los años anteriores, la formación naranja que dirigía Albert Rivera tenía opciones de entrar en los gobiernos porque el respaldo recibido en las urnas era considerable. En Andalucía, aunque los socialistas fueron la primera fuerza política, formar parte de un gobierno que pone fin a 37 años de poder del PSOE era muy suculento. Lo de negociar con la extrema derecha ya habría tiempo para combatirlo. Se formó la primera coalición entre PP y Cs en lo que parecía algo puntual. Pero se convirtió en lo único que hizo la formación de Rivera.
La clave está en las autonómicas de 2019, justo después de unas generales en la que Rivera sumaba con Pedro Sánchez mayoría absoluta, pero hubo un rechazo por ambas partes que obligó a repetir las elecciones. Un mes después de aquello quedó un mapa en las distintas comunidades autónomas donde Ciudadanos conservaba cierto poder. Se podría decir que bastante. Pero los movimientos fueron equivocados.
El argumento de los 37 años socialistas en Andalucía no fue el utilizado en Castilla y León, donde el PP acumulaba 32; la Comunidad de Madrid, en la que el PP había gobernado los últimos 24 años; o en la Región de Murcia en la que eran otros 24 años. En todas ellas sobrevolaba la sospecha (o certeza) de la corrupción, al igual que en Andalucía. Pero Ciudadanos pasó de ser una bisagra de dos direcciones a ser una puerta que sólo abría en una dirección. A todo ello hay que sumar que en las tres comunidades el PSOE fue la fuerza más votada. Y el factor del Ayuntamiento de Madrid, que aunque no es una comunidad autónoma, también tiene un peso considerable.
Ciudadanos rechazó negociar, ni siquiera amagó con pactar con el PSOE en alguno de estos territorios para fortalecer su posición en la negociación con el PP. Directamente decidió ser el subalterno del PP, la muleta en términos políticos. Vicepresidencias por un tubo. Mucho poder ficticio y poco poder real. Y el discurso de la regeneración con el que había hecho gala quedó anulado.
En verano de 2019 había cuatro gobiernos de PP y Cs. Tres años después, no existe ninguno de ellos. El que antes comenzó y el que más tarde ha terminado, también ha sido el que mejor sintonía ha mantenido. Ha sido el andaluz y, ni así, ha sido capaz de completar los cuatro años que dura una legislatura. Entre medias, la gran coalición nacional entre PSOE y Unidas Podemos cuyas discrepancias han ocupado portadas y telediarios completos. Tensiones que son imposibles de ocultar, pero que tampoco han impedido que la coalición de izquierdas se mantenga en pie. Eso sí, queda más tiempo de legislatura para ellos.
De la corrupción Ciudadanos se dio cuenta en marzo de 2021, dos años más tarde y en Murcia. Antes de montar una moción de censura ya había sido desactivada por la dirección nacional del PP. Curiosamente, algunos diputados naranjas se arrepintieron a las pocas horas de haber firmado aquel documento. No sabemos qué ocurrió, pero la cosa no acabó bien y el PP se deshizo de Cs.
Aquello sirvió para que Isabel Díaz Ayuso, en Madrid, tuviera un buen argumento para abandonar a sus socios. De repente, el representante de Ciudadanos, Ignacio Aguado, pasó de defender la gestión de su presidenta a señalar un caso de presunta corrupción tras otro. A diferencia de Murcia, Ayuso convocó elecciones y se salió con la suya. Se acercó a la mayoría absoluta y Ciudadanos desapareció de la Asamblea. El principio del fin. Mientras tanto, el pacto en el Ayuntamiento de Madrid continuaba como si no pasara nada, aunque Begoña Villacís tenía opciones de devolver el golpe. En Andalucía todo esto provocó pequeñas marejadas sin mayor repercusión. Juan Marín y Juan Manuel Moreno dieron ruedas de prensa de forma conjunta para dejar claro que ellos estaban aislados del ruido.
Vino la calma durante unos meses, pero no fue definitiva. Faltaba la traca final en Castilla y León. En 2022, cuando ya no había que gestionar la pandemia. Aquí hubo enemistad manifiesta entre el presidente Alfonso Fernández Mañueco (PP) y el vicepresidente Francisco Igea (Cs). Al igual que en Madrid, de repente Igea se dio cuenta de que un partido que había gobernado 32 años de forma ininterrumpida podía tener casos de corrupción.
Los populares, pese a haber transcurrido un año, seguían proclamando la posibilidad de que Ciudadanos les traicionara. Las rupturas en los gobiernos eran por seguridad y desconfianza. Mañueco intentó hacer un Ayuso para gobernar en solitario pero tras las elecciones en febrero se vio en los brazos de Vox. Ciudadanos no desapareció, pero quedó en la indiferencia absoluta. Un solo procurador.
Tres de los cuatro gobiernos de Ciudadanos eran historia. Ninguno había cumplido tres años de coalición, algo que sí había hecho el Gobierno andaluz por enfrentarse a las elecciones unos meses antes. Desde Andalucía se mandaba el mensaje de ser una "isla" y estar al margen del "ruido externo" mientras miembros del Partido Popular ya hablaban de elecciones anticipadas. El mensaje oficial de Elías Bendodo, portavoz de la Junta, y Juan Marín, vicepresidente y líder de Ciudadanos, era que se iba a agotar la legislatura.
Pero tampoco ha sido así. La falta de presupuesto por la incapacidad de ambos partidos para recabar el apoyo de un tercero provocó que la coalición se enfrentara a un último año de legislatura sin cuentas públicas y con una prórroga. Cuando fracasó el intento de aprobar los presupuestos, el mensaje fue que no eran indispensables. El propio Marín comunicó a su grupo parlamentario que no les convenía sacar adelante el presupuesto de 2022.
Ambas partes insisten en que la relación es magnífica, pero la realidad es que ni con una lealtad inmaculada, la coalición de PP y Cs ha sido capaz de completar una legislatura. Para maquillar el asunto, Juan Marín ha manifestado en las últimas horas que se trata de "un Gobierno que sigue intacto, no hay ceses", hecho que ha contrastado con las experiencias vividas en las convocatorias de otras comunidades para argumentar que PP y Cs son partidos que en Andalucía "llegarán hasta el final sin hacer un teatro, una escenita, con lealtad, trabajo, humildad".
El líder de Ciudadanos insiste en repetir la fórmula actual – algo de por sí improbable por la pérdida de escaños que tendrá su formación –, pero el presidente de la Junta ya marca distancias hablando de un Gobierno monocolor. La coalición con Cs sería un mal menor, por la amenaza de Vox, pero la naturaleza de los populares es desprenderse de sus socios. Ciudadanos ha sido útil para el PP en estos cuatro años, pero sólo como trampolín para impulsarse como fuerza hegemónica en la derecha.
La desbandada naranja
Por si fuera poco para Ciudadanos quedarse sin gobiernos, parece que la falta de presencia en el Ejecutivo andaluz también va a ser la gota que colmará el vaso que provocará que varios parlamentarios de la formación abandonen el partido. Emiliano Pozuelo, elegido por la circunscripción de Córdoba; María del Mar Sánchez y Raúl Fernández, por Granada; y Javier Pareja, por Málaga; han anunciado tras la convocatoria electoral que abandonan el partido.
Sin embargo, sólo Pozuelo se ha puesto en contacto con las estructuras directivas, con el Comité Provincial, para dar cuenta de su renuncia a la militancia en Ciudadanos. El cordobés llegó al Parlamento por la renuncia de unos de sus compañeros durante la legislatura. Sánchez y Fernández, por su parte, ocuparon los números uno y dos de la lista por Granada. Parejo también entró como sustituto.
Con todo ello se ilustra la división que ha habido durante toda la legislatura dentro del grupo parlamentario con momentos en los que incluso hubo filtraciones y grabaciones interesadas para acabar con el liderazgo de Juan Marín, como la del mencionado audio donde el vicepresidente de la Junta reconocía que no le interesaba aprobar los presupuestos.
Comentarios