Santiago Abascal, líder de Vox, ordenó a sus barones territoriales romper los pactos de Gobierno con el PP, aquellos que tanto costaron hace un año, a cuenta del acuerdo de Alberto Núñez Feijóo y el poder autonómico popular con el PSOE para el reparto en la Península de menores migrantes llegados a Canarias (y potencialmente a las ciudades autónomas). Un mecanismo para que todo el país se reparta la presión migratoria y cumpla así, en realidad, no solo con la legislación española, sino con la que nace de los convenios internacionales sobre la recepción de menores.
Los acuerdos de pacto de gobierno en las autonomías se están rompiendo desde que Abascal cumpliera su amenaza en la noche del jueves. En Castilla y León y Aragón, sendos vicepresidentes de Vox han dimitido, abriendo una crisis que impedirá la gobernabilidad y puede abrir la puerta, incluso, a cambios de color político si los de Abascal no solo se contentan con salirse del ejecutivo, sino también con retirar el apoyo en el Parlamento.
Sin embargo, en Extremadura se mantiene Ignacio Higuero, consejero hasta ahora de Vox. La presidenta, María Guardiola, amagó hace un año con repetir elecciones para no introducir en su Gobierno a la ultraderecha -acusó a los de Abascal de machistas y xenófobos, aunque finalmente selló un pacto por la presión de su partido desde Madrid-. Ahora, todo apunta a que Higuero acabará respondiendo a la disciplina del PP. Y que acabaría expulsado de la formación. "Vox ya no representa mis ideales", ha dicho, lamentando "el giro que ha tomado Vox". "Nos han cambiado las normas en mitad del partido".
El hasta ahora vicepresidente castellanoleonés, el polémico Juan García-Gallardo, que se ha ganado a pulso ser considerado ala dura de Vox, ha indicado lo siguiente: "La gota que colma el vaso es incumplir el deber impuesto de combatir la inmigración ilegal, insistimos en la idea de que no queremos que Castilla y León se convierta en Francia y que los barrios humildes acaben como la periferia de París o Bruselas", recoge El País.
En el fondo, dice el PP, trasluce la necesidad de Vox de distanciarse de un partido al que ha acusado durante años de 'derechita cobarde'. Abascal dice que Feijóo está más cómodo con Pedro Sánchez que con ellos. Una estrategia, la de considerar a los rivales políticos como parte de un mismo sistema, un todo a derribar, propia de formaciones populistas (véanse, por ejemplo, los escritos del argentino Ernesto Laclau, cuando describió al peronismo y que hoy podría identificarse en formaciones ultras como las de Milei, en Argentina).
Además, en Vox, dice el PP, hay temor a Alvise Pérez y sus tres eurodiputados, que habría conectado mejor con el electorado que simpatiza con los ataques a sedes del PSOE en el llamado Noviembre Nacional tras la investidura de Sánchez y el acuerdo por la amnistía a los políticos catalanes.
En cualquier caso, Vox ya amenazó con retirar su apoyo a Juanma Moreno en la legislatura pasado, la del bipartito PP-Cs que tenía en el Parlamento el apoyo de los de Abascal. Entonces, una recepción de menores migrantes tras el masivo salto a la valla de Melilla derivó en una amenaza de ruptura. El presidente andaluz, de hecho, acabó adelantando unos meses las elecciones y arrasó, en parte, por el discurso ultra esgrimido por Macarena Olona en la campaña electoral -del que luego la candidata se distanciaría, marchándose del partido-.
El escenario ahora es el de varios gobiernos autonómicos sostenidos por minorías. El PP ya pregunta si también romperá Abascal en los ayuntamientos donde existe un pacto de las derechas. Será, parece, el culebrón político del verano, o al menos, de la primera parte del periodo estival. Podría derivar en elecciones anticipadas en varias comunidades, y en crisis de gobernabilidad en varios municipios si Vox amplía a lo local esta ruptura.