Ni nombre, ni lugar de trabajo, ni aparecer su cara en las fotos, ni detalles que puedan hacer que se la reconozca. Son las condiciones que pone Julia —llamémosla así— para atender a lavozdelsur.es. Confiesa que tiene miedo. Y también que está muy cansada. Es sanitaria y ya no puede más.
No puede más porque se ha convertido en demasiado habitual eso de aguantar insultos, amenazas y, en el peor de los casos, agresiones en su puesto de trabajo. Julia es médica, ejerce en el distrito sanitario de Jerez, Costa Noroeste y Sierra de Cádiz, y lleva bastantes años en el oficio como para haber visto, y sufrido en sus propias carnes, un buen número de agresiones verbales. Y también físicas.
A ella la han amenazado de muerte. Le han pegado —estuvo varios meses de baja, yendo a rehabilitación— y la insultan demasiado a menudo. Las agresiones que contabilizan sindicatos —porque no hay cifras oficiales— y de las que hay registros —porque los sanitarios denuncian— son solo la punta del iceberg. Muchas quedan soterradas.
En los últimos años, no para de agravarse la situación. Y lo que es peor: no pasa nada. Por ello, hay profesionales que prefieren no denunciar. Que todo quede ahí. Para que no vaya a mayores. Hay miedo en el sector sanitario a sufrir uno de estos desagradables episodios. Miedo a que haya agresiones. A que se cumplan las amenazas. Y miedo también a consecuencias dentro del propio sistema, si se habla más de la cuenta. Con los medios, por ejemplo.
Pero Julia accede a hablar con este periódico por varias razones: para recalcar, por su experiencia, que estos episodios ocurren muy frecuentemente, más de lo que le gustaría. Que no suele haber consecuencias. O que "la burocracia posterior hace que nos sintamos más indefensos todavía". Y que la principal reivindicación en el sector es el aumento de la seguridad, con vigilantes, como ocurría en pandemia. Al menos frenarían muchos de estos incidentes.

"Estoy cansada. No voy a trabajar para ir defendiéndome de nadie", sostiene Julia, que ha sufrido insultos, amenazas y agresiones. Que ha visto cómo un paciente descarga un extintor delante suya, dejando el polvo durante dos semanas impregnado en su consulta. Un episodio grave que hasta llegó a olvidar, "por supervivencia".
Estos incidentes, de mayor o menor intensidad, son tan habituales que los mismos sanitarios le restan importancia. "Toleramos cosas que nadie toleraría", incide Julia, quien cree que ser considerados como agentes de la autoridad, lo que conlleva mayores penas para agresores, también ayudaría a rebajar las cifras. "Tememos que ocurra una desgracia, hay que poner límites", agrega. Y, por supuesto, que los centros sanitarios tengan vigilantes.
Para esta médica, que ha denunciado en más de una ocasión tras sufrir una agresión, "la burocracia que viene después hace que nos sintamos más indefensos, la mayoría no se comunican por eso". Una vez más, el miedo: "Hay compañeros que me han confesado que tienen miedo de tirar para adelante. Hay miedo a la represalia del agresor y a la indefensión de la institución", agrega. "Hay pacientes que me dicen: te voy a hacer tal cosa o te estoy esperando. Esto es cotidiano. Hay un potencial riesgo real. Tenemos unas tragaderas muy gordas", lamenta.

"Vamos a trabajar con miedo. No quiero eso, y por eso estamos hablando", dice Julia, que alguna vez, confiesa, se ha replanteado su futuro lejos del sector sanitario. "Mejor monto una floristería, que las flores no hablan y son bonitas...", dice, de broma. Pero no, le puede la vocación de servicio público: "Tengo a pacientes que sufren y vienen a ponerse a tu disposición. Sientes que puedes ser útil. Te dan su confianza y eso hace que sea bonita mi profesión. No va a dejar de gustarme, pero no me gusta sentirme desprotegida", reflexiona.
Desde la pandemia, nota que los episodios son cada vez más frecuentes. "La gente está crispada, quiere inmediatez", dice Julia, que agrega: "Se mezclan varios factores. La pandemia disparó la hipocondría de muchas personas, y hubo un cambio a nivel asistencial". Ella, como muchos sanitarios, coinciden en señalar, además, la falta de personal y el aumento del tiempo de espera para recibir citas en Atención Primaria como dos de las claves de la situación actual.
"Lo importante es que esto pasa muchísimas veces", insiste Julia. En Jerez, hay varios ejemplos recientes. Uno muy gráfico —y muy mediático— en el centro de salud de Las Delicias, donde un paciente destrozó ordenadores, tiró mesas, sillas y todo lo que encontró a su paso. Un día antes, una sanitaria fue amenazada en el centro de salud de Jerez-Centro. A finales de diciembre, en el mismo centro, una pareja amedrentó a dos profesionales sanitarios, dando patadas a sillas y golpes al mobiliario.
Durante el año pasado, 2024, se registraron 70 agresiones físicas a sanitarios de la provincia de Cádiz. Al menos son las que le constan al sindicato CCOO. Esta cifra es un 55% superior a la del año anterior. Y luego están las que no se cuentan. Ni se contabilizan.
Cada poco, algún compañero o compañera de Julia relata un incidente desagradable. Ya pierden la cuenta.
"El SAS tiene diversos instrumentos de lucha contra las agresiones"
Estas agresiones son "inadmisibles", dijo la delegada territorial de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía en Cádiz, Eva Pajares, tras los hechos ocurridos en Las Delicias. Pajares lamentó que el personal sanitario "haya tenido que soportar una vez más esta intolerable situación en su lugar de trabajo".
"La pérdida del principio de autoridad, un problema de educación y un nivel de tolerancia mínima" son, para la delegada territorial de Salud y Consumo, los detonantes de estos episodios violentos.
La consejera de Salud y Consumo, en una entrevista reciente en lavozdelsur.es, contaba: "Desde la Consejería ponemos a disposición de los profesionales afectados todos los recursos necesarios, como son el asesoramiento legal y el apoyo psicológico, así como asistencia sanitaria si fuera necesaria".
"Condenamos cualquier tipo de agresión, tanto física como verbal, dentro o fuera de un centro sanitario, recordando que bajo ningún concepto o circunstancia puede justificarse este tipo de actuaciones", incide la consejera.
Hernández explica: "El SAS cuenta con diversos instrumentos de lucha contra las agresiones, incluidos en el Plan de Prevención, la creación de la figura del profesional guía, la implantación de canales ágiles y rápidos para que la persona víctima de una agresión no esté solo momentos después de sufrirla, el refuerzo de las medidas de seguridad en los centros sanitarios y las condiciones de seguridad en los lugares de trabajo".