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Brazos flácidos, pecho extendido y abdomen caído. El cuerpo de Vanesa García Cazorla ha sufrido un cambio radical en tan solo un año. Cuando la jerezana de 43 años se mira al espejo, su mundo se desmorona. “No me siento una mujer”, dice con la voz entrecortada, a punto de compartir una historia que sobrecoge.
Desde muy pequeña padecía obesidad. “Para mí la comida era como una droga. Compraba alimentos calóricos, los ocultaba en la ventana, y, después, me los comía a escondidas”, recuerda. Así, conseguía sensaciones de alegría efímeras que se convertían en tristeza cuando se daba cuenta del daño que podía ocasionarle.
“Mi vida era comer. Todos los días pensaba en la comida, para mí era lo principal, y comía grandes cantidades, no lo podía evitar, dependía de ella”, expresa echando la vista a atrás. En sus manos, sujeta unas fotografías que revelan cómo era su aspecto físico en 2022. Irreconocible. Más del 90% de su vida ha estado obesa, luchando para no volver a caer. A veces, ha conseguido estar en su peso ideal, otras, volvía a esos hábitos perjudiciales.
Desde siempre ha estado bajo la supervisión de endocrinos y psicólogos a los que acudía por voluntad propia para afrontar su situación. Tenía hábitos adquiridos de los que les ha costado mucho deshacerse. Pero decidió hacerlo. Con coraje, antepuso su salud a todo cuando la obesidad comenzó a causarle problemas como hipercolesterolemia, triglicéridos altos, hipertención y braquicardia.
"Me veía como una persona mayor"
“Estaba teniendo muchos dolores de pecho, tenía que hacerme electros muchas veces porque estaba teniendo una especie de calambres en el corazón”, explica a lavozdelsur.es. A Vanesa también le resultaba complicado caminar. “Yo me veía como una persona mayor y la gente me trataba como si lo fuera, iba a los sitios y me asfixiaba”, dice esta madre que tuvo prediabetes
El año pasado la jerezana quiso dar un giro a su vida y comenzó, por su cuenta, a realizar cambios en su dieta y en su rutina. “Me daba miedo que me pudiera dar un infarto”, suspira. El 22 de junio empezó a comer sano, de forma equilibrada, y a hacer ejercicio. Estuvo caminando de dos a cuatro horas diarias hasta febrero de este año, cuando incluyó el jogging, una práctica similar a la carrera a pie, pero menos exigente. Al mes siguiente, sumó ejercicios de musculación.
En poco más de un año pasó de pesar 114 kilos a unos 57 y medio. Ha perdido casi 60 kilos sin ayuda profesional, a base de disciplina, constancia y un esfuerzo que ha dado sus frutos pero ha derivado en otros problemas.
Aunque sus hábitos son diferentes, los resultados no han sido los deseados. Vanesa explica que tenía una obesidad “muy rara”, tipo manzana, solo afectaba a la parte superior. Al adelgazar, su cuerpo presenta flacidez, su pecho está vacío, el abdomen se encuentra caído sobre su vagina, “la parte exterior no está en su sitio”, y los glúteos están llenos de pliegues.
"No me puedo desnudar delante de mi pareja"
“Yo me veo vestida y me veo bien, el problema es cuando yo me veo sin ropa. Me cuesta trabajo mirarme, me deprime, me veo como una persona mayor, arrugada”, expresa. Su situación le ha llevado a una depresión por la que se encuentra de baja laboral.
“Sé que con mi edad mi cuerpo no va a ser igual, pero yo no creía que cuando adelgazase me iba a quedar tan mal. Lo sabes, pero te desilusionas porque te ves peor de lo que tu mente se creía que iba a estar”, comenta.
“Ahora mismo no me siento segura de mí misma, yo no me puedo desnudar delante de mi pareja”, dice Vanesa, que habla abiertamente de cómo está viviendo esta afección mental. “Ahora me río contigo, pero después, me hundo, pienso cosas negativas y no tengo ganas de vivir. En la calle disimulas, pero con tus familiares no puedes evitarlo. Mi madre me llama todos los días y no tengo ganas de hablar con ella, le pido perdón mil veces”, comenta.
Verse con este aspecto físico le ha llevado a esta depresión contra la que está luchando. Para ello, le gustaría someterse a una operación estética. “Yo no quiero ser una modelo, se que conlleva un riesgo, pero estoy decidida a verme bien. En estos momentos me encuentro tan desesperada cuando me veo y me quito la ropa…”, dice.
Vanesa transmite una buena actitud, quiere recuperarse y, por eso, está trabajando en ello de la mano de psicólogos y psiquiatras. “Me estoy esforzando, creo que me merezco una segunda oportunidad. Hay personas que me dicen que toda mi vida he comido porque he querido, y es verdad, pero no entienden que tengo una enfermedad”, dice.
El coste de la operación ronda los 30.000 euros. Una cantidad de la que no dispone. La Seguridad Social no cubre este tipo de cirugías y su situación, aunque no le provoque dolencias físicas, le afecta a la salud mental. Repercute en la vida de esta madre que ha tenido que paralizar las oposiciones que estaba estudiando.
“Mis recursos económicos no me permiten una operación así. Estuve en una empresa estable, pero, por desgracia, cerró con la crisis y, desde entonces, solo encuentro trabajos eventuales”, explica la jerezana, que ha trabajado como administrativa, vendedora, comercial, operadora o barrendera. Ella lo tiene claro.
“Si tuviera estabilidad económica, financiaría el sentirme bien conmigo misma, igual que financio un coche”, sostiene.
Para recaudar fondos, ha abierto una campaña de crowdfunding en la que pide ayuda para reconstruir su cuerpo. “Me empoderaría, me daría fuerzas para seguir con la oposición, con los trabajos, y centrarme en mis hijas. Entiendo que hay enfermedades más prioritarias, pero esto me impide seguir con mi vida”, expresa. Busca mejorar y recuperar su bienestar.
¿Cómo ayudar a Vanesa?
Las personas que deseen colaborar pueden hacerlo a través de la campaña creada en Gofundme, o a través de Bizum 646038736. También está dispuesta a compartir su cuenta bancaria o quedar personalmente con quienes quieran contribuir a su causa.
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