En marzo de hace justo 30 años se presentó ante el público a un dinosaurio con patas de elefante, una gran cresta y un pico multicolor que intentaba unificar en su composición variopinta, de animal casi mitológico, la diversidad cultural y natural de los cinco continentes. Su nombre era Curro y su cometido, convertirse en la mascota de la futura Exposición Universal que se celebraría en Sevilla tres años más tarde, en 1992. También entonces, comenzaron las obras en el barrio de Santa Justa, donde se estaba cimentando una portentosa estación de trenes. Hasta ella llegaría el primer tren de alta velocidad (AVE) desde Madrid, conectando de esta forma el sur con la capital en un trayecto de menos de tres horas.
Estos dos elementos tan dispares entre sí, forman parte del pasado y presente de la ciudad de Sevilla, que quedó fuertemente marcada por la Expo. Un nuevo curso del río, saneamiento de la ciudad y un lavado de cara que la convertía en la sede perfecta para albergar durante los seis meses siguientes a los miles de visitantes que se esperaban. La isla de la Cartuja se convirtió en el enclave y centro neurálgico sobre la que giraron todos los acontecimientos que se sucedieron durante este gran evento, que venía a celebrar los 500 años del descubrimiento de América. Aún a día de hoy, Sevilla sigue descubriendo las posibilidades que le brindó aquello, un lugar por el que pasaron más de 18 millones de visitantes, siendo el 45% de ellos personas procedentes de otros países.
875.000 millones de pesetas se invirtieron en las infraestructuras del entorno y en el propio recinto, que ocupaba unas 215 hectáreas rodeadas por el Guadalquivir. En ellas, se instalaron un centenar de pabellones, que aún a día de hoy, son el legado más llamativo que se heredó de tremenda cita, que cambió para siempre la idiosincrasia de la ciudad. Algunos se derribaron, otros se aprovecharon para otras funciones y, por desgracia, otros tantos todavía se encuentran abandonados o en desuso.
Parque Científico y Tecnológico Cartuja, en una imagen reciente.
Lamentablemente después de este gran evento se sufren las consecuencias de una gran crisis económica que provoca el abandono u olvido de las instituciones y que lleva al entonces presidente del Gobierno, Felipe González, incluso a tener que devaluar la moneda. Esto provoca que el estado de abandono sea tal que los pabellones, hasta ese momento punteros, se conviertan en lugares en los que crece la vegetación silvestre sin que nadie lo remedie.
Del 93 al futuro: El Parque Científico y Tecnológico Cartuja
El final de la Exposición Universal, que fue clausurada el 12 de octubre de 1992, supuso el principio de un gran reto para Sevilla. Aprovechar el legado que este magno evento había dejado en la ciudad. Para transformar la función de la zona se creó la sociedad gestora Cartuja 93 que pretendía reutilizar el espacio heredado. Para ello, se presenta en 1989, hace ahora 30 años de aquel germen, el Proyecto de Investigación sobre Nuevas Tecnologías en Andalucía (Pinta) que dirigieron Manuel Castells y Peter Hall. “El primer informe que elaboró Castells sobre la Cartuja era que esto iba a ser un centro de I+D y de empresas multinacionales. Sin embargo, de esas grandes empresas no se quedó ninguna, por lo que tuvimos que ser la gente de aquí los que nos vinimos”, asegura José Luis Manzanares, presidente de la empresa de ingeniería Ayesa en el libro Cartuja, La isla de los Secretos (Universidad de Sevilla, 2019). Empresa que aún sigue presente en la Cartuja. Añade el empresario que “siempre fue optimista” y que creyó que este espacio “era mágico”. La necesidad de “crear una nueva Sevilla y una clase media que no tenía, iba a ser una necesidad importante de cara al futuro”, concluye.
Uno de los elementos más reconocibles del PCT La Cartuja.
Manzanares es una de los empresarios clave en la evolución de la Isla de la Cartuja debido precisamente a su implicación directa con la Expo 92, ya que su equipo de ingenieros fue el encargado de acometer algunas de las obras en muchos de los pabellones. “Pasamos de repente a tener mucho trabajo y para Sevilla supuso un cambio radical”. Es por eso, que a día de hoy defiende que existen “dos Sevillas: la Sevilla eterna que está en el margen izquierdo del río y la Sevilla Tecnológica, donde estamos compitiendo con Silicon Valley”.
La coyuntura económica del momento complicó la transformación del Parque Tecnológico, que mejoró notablemente con la llegada del siglo XXI. Las instituciones andaluzas llevaron a cabo políticas para potenciar el impulso de esta isla artificial y así dar un nuevo uso a los pabellones inutilizados. Es entonces cuando surge el Parque Empresarial Cartuja 93 en el que comienzan a instalarse empresas a finales de este mismo año. Un nombre que cambió hace unos años para evitar el guiño numérico y que fue rebautizado con el nombre de Parque Científico y Tecnológico Cartuja (PCT). Es así como poco a poco, la Cartuja comienza un proceso de regeneración que aún perdura. Los restos de la Expo se mezclan hoy “con la llegada de nuevas empresas, que han revitalizado el Parque Científico y Tecnológico Cartuja y lo han dotado del sentido que se le quiso dar tras la Expo del 92”, según fuentes directas de este organismo dependiente de la Junta de Andalucía que se encuentra instalado en el Pabellón de Europa.
Uno de estos proyectos tecnológicos es El Cubo, un plan de aceleración de empresas recién constituidas encuadrado dentro de la iniciativa mundial Open Future. A través de esta iniciativa las empresas entran a formar parte de un proyecto en el que reciben formación y apoyo por parte de las instituciones y el ámbito privado. Se trata de un espacio muy innovador, muy abierto, de trabajo en común donde se alojan las empresas "durante cuatro meses y pueden alargar el proyecto otros cuatro meses más", según su convocatoria. En El Cubo los empresarios reciben formación y mentorización por parte de profesionales de diferentes ámbitos, tales como el marketing, las finanzas, la comunicación, la asesoría jurídica, etc., para llevar a cabo sus proyectos, explican. En este espacio, ubicado en la segunda planta del Pabellón de Francia, se generan sinergias de trabajos donde se comparten tecnología, formación y recursos. Lleva en marcha desde el año 2014 y de él han salido proyectos en ciernes que hoy se constituyen como empresas de referencia en Andalucía.
Un lugar de crecimiento empresarial que supone el inicio de la andadura tecnológica de muchas de estas corporaciones que, una vez independizadas, siguen teniendo como sede la Cartuja. Un aspecto de especial relevancia tal y como subraya Manzanares: “Yo creo que al Parque lo que le falta es evolucionar. Hay que aprender a acoger a todas esas startups que salen y apoyarlas”.
Territorio joven y centro de ocio
También la Universidad de Sevilla se ha instalado allí. La Escuela Superior de Ingeniería Industrial (ETSI) y la Facultad de Comunicación dan vida a la zona más próxima al Estadio de la Cartuja, frontera física más allá del puente del Alamillo. Muchos jóvenes trabajadores de las tecnológicas empresas del Parque Científico y Tecnológico Cartuja se han formado en las aulas de la ETSI, favoreciendo de este modo una transición mucho más cómoda al mercado laboral: “El PCT Cartuja sigue postulándose como una oportunidad de desarrollo profesional para los alumnos universitarios. Las empresas del Parque contrataron en 2017 a 789 egresados, frente a las 144 contrataciones de un año antes”. Este dato está “directamente relacionado con el incremento de los grupos de investigación, ya que más de la mitad de las contrataciones se produjeron en el sector Universidad y en centros de postgrado”, informan fuentes del PCT.
Joaquín Gómez es director del Centro Nacional de Aceleradores. Asegura que el Parque Científico y Tecnológico Cartuja ha sido determinante para proyectos científicos ya que “en el departamento de Física Atómica Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla se tenía la ambición de que la ciudad contara con un acelerador y se aprovechó la oportunidad que les brindó la Exposición Universal de 1992”. Destaca, además, la ventaja que les supone estar en un lugar tan determinante como este. “Nos ha favorecido estar cerca de empresas tecnológicas y también de centros como el Instituto de Ciencias de los Materiales o el de Microelectrónica. Que sus técnicos y científicos puedan estar aquí en cinco minutos para hablar sobre un proyecto es importante”, indica en Cartuja, La Isla de los Secretos.
Aunque la Cartuja no solamente destaca por su naturaleza propiamente profesional. También es un centro de ocio idílico debido a la ausencia de viviendas colindantes, lo que la convierte en la zona perfecta para el disfrute de aquellos que busquen divertirse en discotecas como Antique o Plaza Europa. Ésta última ubicada en el antiguo Pabellón de España.
Además de ellas, el Auditorio Rocío Jurado es el máximo exponente de la cultura en la Cartuja junto con el Monasterio que se ubica en la acera de enfrente, donde está el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Ambos, atraen a miles de personas durante los fines de semanas en festivales y conciertos, que se mezclan con las continuas y vanguardistas exposiciones que se programan. Son los espacios más conocidos de la Avenida de los Descubrimientos, que sigue siendo el eje principal de la Cartuja tres décadas después. El monorraíl que sobrevolaba el cielo durante los noventa ha dejado paso a los coches y los autobuses, que conectan la Cartuja con la ciudad.
Retos de la isla que prosperó en el 92
No obstante, a pesar de ser referencia y una de las zonas más visitadas de la ciudad, la Cartuja aún sigue presentando algunos desafíos. El abandono del entorno de sus edificios, incluidos parques y jardines, que fueron construidos para la Expo. Las grandes avenidas por las que circularon entonces millones de personas, hoy presentan un panorama mejorable. La movilidad de la Cartuja es la gran asignatura pendiente. A pesar de su proximidad con la ciudad, sigue corriendo peligro de no ser más que una aglomeración de edificios habitados por empresas e instituciones públicas sin orden ni concierto. Ya que no existe a día de hoy un plan efectivo que haya convertido la isla en una parte más de la ciudad.
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