Adiós a la histórica Marcha a Rota: 40 años de la peregrinación que hizo confluir a la izquierda

La convocatoria, dividida por la situación geopolítica actual y limitada a una decena de colectivos vinculados a posiciones radicales, nació a raíz de la entrada a la OTAN llegando a reunir a más de 15.000 personas

La V Marcha a Rota (1989) en el archivo de Manuel Velasco Haro.

“La V Marcha a Rota terminó con incidentes. Jóvenes embozados apedrearon a la policía tras finalizar la manifestación de más de 10.000 personas”. Así se hacía eco Diario 16 un 15 de mayo de 1989 de lo ocurrido en la manifestación contra las bases de la OTAN en la Bahía de Cádiz. Otros periódicos —El Periódico del Guadalete, Diario de Jerez o Diario de Cádiz, entre otros—, destacaban en sus titulares lo mismo que los de tirada nacional: los enfrentamientos entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado español con algunos manifestantes.

“Había radicales, con cerrazón. Para algunos éramos blandengues, denostados. Había problemas internos y desacuerdos programáticos en el mensaje que se lanza, dimes y diretes, pero fue un proyecto exitoso porque a trancas y barrancas se mantuvo hasta ahora”, explica Cristóbal Orellana en un trabajo de investigación de la Universidad de Cádiz que suscribe el autor de este artículo y sobre el que se sustentan las citas de este reportaje. Él fue uno de los participantes de la Marcha a Rota desde la segunda convocatoria, 1986, año que se celebró el referéndum de la OTAN.

El activista, conocido pacifista y antimilitarista, hizo de puente entre dos posturas enfrentadas, ahora prácticamente irreconciliables: las que condenaban la base naval de Rota por su pacifismo y oposición a cualquier tipo de militarismo, y las que lo hacían por estar en contra de Estados Unidos y el “imperialismo yanqui”, con posturas que en aquel momento prosoviéticas, y ahora algo equidistantes con conflictos internacionales como el de la guerra de Ucrania.

Manifestantes quemando una bandera de Estados Unidos en la Marcha a Rota de 1988.
Manifestantes quemando una bandera de Estados Unidos en la Marcha a Rota de 1988.

“Es el motivo por el que se ha dejado de ir a la Marcha a Rota”, explica otro de los activistas pacifistas y ecologistas consultados en dicha investigación, al no haber condena “explícita” ni a la invasión rusa a Ucrania ni al actual escenario internacional, marcado por una resignificación de la OTAN, pero también del bloque ruso y chino desde hace dos años y medio. Por paradójico que parezca, en un momento de creciente militarización y de proliferación de discursos militaristas que incluso hacen plantar la vuelta al servicio militar en algunos países de nuestro entorno, esta histórica manifestación ha perdido la capacidad de convergencia y convocatoria que tenía años atrás.

Aun así, sus actuales organizadores, agrupados en torno a plataforma Bases Fuera, OTAN no —formada en septiembre de 2022 por Partido Comunista del Pueblo Andaluz, Nación Andaluza, Sindicato Unitario de Andalucía y Ojos por la Paz— defienden que condenan cualquier tipo de “agresión imperialista” y el “militarismo”, lamentando que hayan dejado de participar otras formaciones en esta manifestación.

“Vivimos momentos de glorificación o al menos de blanqueamiento de la OTAN en nuestro país y en Occidente, con una campaña de propaganda sin precedentes en la historia contemporánea (…) ante esta ofensiva militarista, un grupo de organizaciones políticas, sociales y obreras antiimperialistas de Andalucía, que no se han dejado amilanar por las corrientes de pensamiento único, hemos decidido dar un paso adelante”, dicen en su comunicado fundacional.

Julio Anguita y otros dirigentes de la izquierda parlamentaria no faltaban a su cita con la Marcha a Rota en los primeros años.
Julio Anguita y otros dirigentes de la izquierda parlamentaria vinculada a IU-PCE no faltaban a su cita con la Marcha a Rota en los primeros años.

Algunos de sus de sus participantes, muy críticos con el gobierno de coalición, atacaron duramente a Izquierda Unida y al Partido Comunista de España (PCE), una de las organizaciones que ha abanderado la Marcha a Rota y que ya no participa. En estas últimas convocatorias, la asistencia se circunscribe a varias decenas de personas y a diferencia de años anteriores, apenas hay noticias en prensa. Pero ¿cómo nació la Marcha a Rota?

Al calor de los comités anti-OTAN

La base naval de Rota es la mayor base militar en suelo español: un total de 2.400 hectáreas de las 8.400 que ocupa el término municipal de este municipio. Con capacidad para veinticuatro buques, y un aeródromo militar que en sus momentos álgidos llegó a tener un tráfico anual de 45.000 aeronaves, fue fundada tras los Pactos de Madrid de 1953 y los acuerdos bilaterales de la España de Franco con Estados Unidos.

Un fotoperiodista retrata la Marcha a Rota en un vídeo del archivo de Manuel Velasco Haro.
Un fotoperiodista retrata la Marcha a Rota en un vídeo del archivo de Manuel Velasco Haro.

Así lo señalan estudios como los de Rocío Piñero, autora de Las consecuencias de la Guerra Fría, de Washington a Rota (La Xara Edicions, 2010) o los testimonios y reflexiones recogidos en Sin Ninguna base, de Juan José Téllez (Atrapasueños, 2010).

La importancia geoestratégica de la provincia de Cádiz hizo del emplazamiento el preferido por los norteamericanos entre otros candidatos, ocupando el terreno de los agricultores roteños, llamados en la Costa Noroeste y la Campiña de Jerez “mayetos”. Desde entonces, hay quien sostiene que Rota vive de la base, si bien hay posiciones encontradas y pocos estudios que analicen el impacto social, económico y ambiental desde la llegada de Estados Unidos.

“Muchos roteños dicen que saben que la guerra es mala, pero que viven de esto, y hay algo que escuece por dentro. Lo vivían de una forma agridulce”, explica Orellana en uno de los testimonios sobre los que se sustenta este artículo. La oposición a la base fue in crescendo a finales de los años 70, cuando también toma forma el movimiento de objetores de conciencia. De hecho, algunos de los organizadores y participantes activos en las primeras convocatorias, vinieron desde el Movimiento de Objetores de Conciencia (MOC). “Había pedido prórroga por estudios y decidí acogerme a la declaración del movimiento, aunque todavía no había ley”, dice en los testimonios Juan José Travieso, activista pacifista y coordinador del Centro de Documentación para la Paz y Colectivo Noviolencia ELAIA-AAMOC de El Puerto.

Entre los organizadores de las primeras reuniones del comité anti-OTAN se encuentran dos caras muy conocidas del activismo gaditano, Lola Sanisidro y Rafael Lara, que en aquel momento pertenecían a la trotskista Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y al maoísta Movimiento Comunista (MC), respectivamente. Ambos fueron portavoces en varias convocatorias de la Marcha a Rota y Lara sitúa la primera de todas ellas en 1981, si bien no fue organizada con ese nombre.

Altercados en una de las concentraciones a las puertas de la base de Rota.
Altercados en una de las concentraciones a las puertas de la base de Rota.

“Cuando empezamos a organizar la marcha a Rota ya habían empezado las marchas a (la base de) Torrejón en el contexto del European Nuclear Disarmament, la campaña contra los euromisiles”, explica Lara, que también cita las concentraciones en otros emplazamientos militares, como el de Morón de la Frontera. El éxito de las protestas en Madrid, hizo que se constituyera a nivel estatal por parte del MC y la LCR la Comisión Anti-OTAN (CAO), al que se sumaron comités, y colectivos de barrio, ecologistas, antimilitaristas y objetores. En Cádiz eso se tradujo en un “mitin-fiesta”, que fue todo un “éxito”. “Fue un mitin-fiesta en un cine de verano al aire libre que ya no existe, pero el 13 de diciembre de 1981. Asistimos al menos 1.000 personas. A partir de entonces, muchos grupos confluimos en la COPA, la Coordinadora de Organizaciones Pacifistas de Andalucía”, recuerda el activista, también conocido por ser cofundador de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).

"Felipe nos traicionó. Los americanos le dijeron: ¿dónde vas tú? De la presión y las movilizaciones se llegó al referéndum"

Uno de sus compañeros de entonces, Juan Rincón, recuerda aquellos primeros años del movimiento anti-OTAN en Andalucía a partir de una fiesta que “sacudió bastante la conciencia y preparó el camino de todo lo que vino después”. Este activista portuense se refiere a concienciar a la ciudadanía sobre el ingreso a la Alianza Atlántica que pidió el gobierno de Calvo-Sotelo, y sobre el que un principio se opusieron los socialistas en la oposición con aquello de “OTAN de entrada no”. En los años siguientes, el PSOE abandonó su posición inicial hasta ratificar la permanencia en la OTAN en un controvertido referéndum de 1986. “Nos traicionó. Cuando Felipe llegó al poder los americanos le dijeron: ¿dónde vas tú? Hicimos presión y movilizaciones, de ahí se llegó al referéndum”, cuenta Jesús Lara, de Ecologistas en Acción Sevilla, y también activo participante en la organización de las marchas.

Así fue la Marcha a Rota de 1988 en un vídeo del activista sevillano Manuel Velasco Haro.

En esos años, los comités anti-OTAN llevaron a cabo una intensa actividad que culminó con la Marcha a Rota de 1986, que se considera como segunda por la olvidada y precedente de 1981. “Nos centramos en las campañas del referéndum. En Cádiz capital llegamos a hacer dos cadenas humanas con muchísima gente, y llenamos la plaza de San Antonio, algo que no consigue nadie. Luego, protestas en la puerta de la base… como en 1983, cuando Lola, yo y otros trece activistas nos encadenamos y nos detuvieron”, recuerda.

Una marcha pacifista empañada por los “cuatro de siempre”

La II Marcha a Rota se celebró un 18 de mayo de 1986, si bien esta denominación tampoco se utilizó en ese año, ya que se empezaron a numerar a partir de la de 1988, cuando ya se habla de “cuarta”. La movilización tuvo lugar tan solo cuatro meses después del referéndum en el que la permanencia en la Alianza Atlántica ganó con el 56,85% de los votos, frente al 43,15% de los que votaron “no”. Lejos de olvidar el conflicto, los comités anti-OTAN se volcaron en la iniciativa en un momento sensible a nivel político, también en el partido más importante a la izquierda del PSOE, el PCE, con la fundación de Izquierda Unida en abril del mismo año.

Un globo con 'OTAN NO' en la IV Marcha a Rota.
Un globo con 'OTAN NO' en la IV Marcha a Rota.

La recién nacida IU no solo participó activamente en la Marcha a Rota de 1986, sino que pagó páginas en los periódicos para informar del evento y movilizar a la ciudadanía, impulsando la Plataforma Cívica, que creó un conflicto entre algunos activistas del movimiento anti-OTAN, quienes hablaban de “instrumentalización” política. Sea como fuere, aquella marcha fue un completo éxito, reuniendo a 3.000 personas según fuentes policiales y 10.000 manifestantes según los organizadores. La movilización fue coordinada por la COPA, y con ella se iniciaron las consignas más conocidas de las marchas, como “OTAN no, bases fuera”, “Felipe no te pases, no queremos bases” o incluso alguna más gaditana como “A ritmo de chirigota, salgamos de la OTAN”.

“Lola y yo ejercíamos un poco de coordinadores de toda esa historia. Fueron todos eso años, 86, 87, 88, 89, los que vinieron autobuses de Murcia, de Madrid, de Euskadi… fueron muy numerosas y duraron hasta la Guerra del Golfo”, recuerda Rafael Lara.

En las marchas de aquellos años llegaron a asistir hasta más de 15.000 personas, teniendo como punto de inflexión 1991, y cayendo en asistencia durante toda la década. La desmovilización de la izquierda contribuyó a que fueran menos numerosas, si bien se mantuvieron hasta hace unos años, con varios centenares de asistentes y con un pico en 2003, con motivo de las protestas y el “No a la guerra” de Irak.

Este periódico de El Puerto retrata los conflictos en la Marcha a Rota de aquel año.
Este periódico de El Puerto retrata los conflictos en la Marcha a Rota de aquel año.

Lamentablemente, las movilizaciones quedaron siempre marcadas por los altercados, que protagonizaban grupos violentos dentro del movimiento. Uno de los activistas que habla para la investigación, S.G., explica que el “sentimiento pacifista de mucha gente era reventado por las piedras de los cuatro de siempre, oportunistas con banderas extremas que sacaban una vez al año, cumpliendo con su activismo de pacotilla cuando nunca estaban con los problemas sociales”.

Para este participante, muy crítico y negativo con la deriva del movimiento al que achaca precisamente esta división con los violentos, aquellos insurgentes pertenecían a la gente que va “contra todo y contra todos, los típicos que se conforman con eso y había que aguantarlos al final”.

Lejos del ambiente festivo que se puede observar en el vídeo que acompaña este artículo, la prensa destacaba en titulares los altercados al final de las Marchas a Rota, obviando tanto la reivindicación como el recorrido social de la protesta. “La no-violencia une, debilita tensiones, pero al final lo que salía (en prensa) era el enfrentamiento, no la reivindicación. Es lo que realmente a mí me asombraba”, recuerda Paco Casero, histórico fundador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) y actual presidente de la Fundación Savia.

"Había grupos que no eran pacifistas, sino prorrusos con posiciones violentas. ¿Qué pintábamos los ecologistas con esta gente?"

“No se puede ser pacifista aquí y violento en otros sitios”, llegó a decir Julio Anguita, en una de las convocatorias. Para la que es seguramente voz más conocida del ecologismo gaditano, Juan Clavero, la “clave” residía en que había grupos “antimilitaristas y anti-OTAN que no eran pacifistas”. “Eran prorrusos. ¿Qué pintábamos nosotros (Ecologistas) con esta gente? Nos colocaban año tras año en posiciones bastante violentas. Cuando montábamos el escenario en la gasolinera que hay antes de la puerta de la base, saltaban sistemáticamente el cinturón de seguridad a montarle la bronca a la policía para dar la noticia. Venían miles de personas a hacer una reivindicación pacífica y agradable y estos grupos deslucían completamente la marcha. La policía es indiscriminada y si uno tira piedras, al final cargan contra todos”, lamenta Clavero.

Banderas republicanas y andaluzas en las Marchas a Rota de los años 80.
Banderas republicanas y andaluzas en las Marchas a Rota de los años 80.

Los conflictos no se circunscribían ni siquiera a los propios participantes de la zona. La llegada del político vasco Jon Idigoras, de la mano de Sánchez Gordillo “en una época en la que el SOC-SAT hizo campaña por Herri Batasuna”, creó un cisma de división en la marcha entre algunos pacifistas que no aceptaban la presencia del “brazo civil de ETA”. “Aquello era una lucha antiimperialista y antimilitarista, pero también pacifista. Fue desagradable”, recuerda el ecologista.

La izquierda dividida y sin oposición a la OTAN y las bases

Es evidente que la unión del movimiento anti-OTAN nunca fue total y que las fricciones entre grupos políticos, asociaciones y activistas existieron desde un primer momento. Sin embargo, lejos de separarse de la convocatoria, durante muchos años la Marcha a Rota fue algo así como un laboratorio donde la izquierda andaluza y española confluían.

“El recorrido era agradable, todo era bosque… la famosa arboleda perdida de Alberti, aunque cada año veíamos cómo había más hormigón y menos árboles. Aquello era una procesión, era una marcha muy familiar”, dice Clavero en referencia a la movilización, que siempre tenía lugar en primavera y que se convirtió en una auténtica peregrinación, como rito de paso de cualquier activista o militante de izquierdas.

Allí, entre El Puerto y Rota se veían las caras personas de a pie vinculadas con grupos libertarios y anarquistas, de la mano con militantes de partidos muy diversos de la izquierda, del sindicalismo de clase y del comunismo, tanto de la izquierda parlamentaria como extraparlamentaria, junto a pacifistas y ecologistas no vinculados a una opción política concreta.

Un folleto llamando a la Marcha a Rota de 1991.
Un folleto llamando a la Marcha a Rota de 1991.

De todo aquello, apenas quedan los recortes de prensa y las innumerables fotografías y recuerdos de sus protagonistas. La mayor parte de ellos han dicho adiós a la Marcha de Rota tras los últimos acontecimientos y ven, aún más a su pesar, con miedo y tristeza la creciente militarización de los países de nuestro entorno, algunos de los cuales ya tiene sobre la mesa la vuelta del servicio militar.

“En aquellos años había una comprensión mayor del antimilitarismo que hoy ha desaparecido porque las autoridades y los intereses políticos están a favor de la industria militar. Se ha olvidado el antimilitarismo y el pacifismo, hoy la ciudadanía no entiende la Marcha a Rota porque el asunto no está presente”, dice uno de los informantes del trabajo sobre el “desinterés” por el pacifismo.

Los números le avalan. Según un estudio de 1986 de Díez Nicolás, el porcentaje de españoles que querían salirse de la OTAN pasó del 52% al 43% en tan solos unos meses previos al referéndum, en 1985. Las cifras de hoy poco o nada tienen que ver con aquellos números que le dieron la ratificación a Felipe González. Un estudio de junio de 2022 del Real Instituto Elcano habla de un 83% de españoles a favor de permanecer en la Alianza, ofreciendo además datos de apoyo muy superior en Andalucía que, en otras comunidades del Estado Español, como Euskadi o Cataluña.

Hace tan solo unos días, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha participado en la sesión de la cumbre de la OTAN en Washington, donde ha señalado la “importancia” de que la Alianza tenga un “Plan de Acción para el Sur completo, detallado y práctico”, haciendo referencia al “diálogo y cooperación” para defender el “multilateralismo”. La reactivación de la OTAN —no podemos obviar que antes de la guerra de Ucrania estaba denostada y que incluso se planteó la creación de una defensa europea—, viene acompañada de un silencio por parte de la izquierda parlamentaria.

Un cartel en una de las concentraciones de los años 80.
Un cartel en una de las concentraciones de los años 80.

La permanencia y la existencia de bases extranjeras en suelo español ya no es objeto de debate en los medios y la opinión pública, algo que contrasta con el movimiento anti-OTAN nacido en la Transición. El poder de convocatoria de la trigésimo sexta edición (XXVI) de la Marcha a Rota de este 2024 ha sido bastante escaso. De hecho, hay voces que sostienen que ya no sirve como instrumento de confluencia entre los siempre complejos y diversos sectores de la izquierda andaluza, suponiendo un punto y aparte en la trayectoria de la histórica Marcha a Rota.

El cambio de ciclo se ha consumado y los antimilitaristas, de viejo y nuevo cuño, de una u otra corriente, pacifistas y ecologistas, no han dado con la tecla y han abandonado su tradicional punto de encuentro. Hoy por hoy, no hay oposición. La pregunta es si este aparente adiós podrá convertirse algún día en un hasta luego y el antimilitarismo rebrotará en algún otro lugar inesperado, poniendo en marcha un nuevo movimiento social en torno a las ideas pacifistas y contra la militarización que secunde, sin fisuras, toda la izquierda andaluza. 

Sobre el autor:

Sebastián Chilla

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. Periodista. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Máster de Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos en la Universidad de Cádiz. Máster de Humanidades: Arte, Literatura y Cultura Contemporáneas en la Universitat Oberta de Catalunya. 

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Comentarios (1)

Cristóbal Orellana Hace 4 meses
Me ha parecido un buen artículo. Lo que más me ha gustado ha sido el final: esperemos que la marcha se recupere (lo que no ocurrirá hasta que el mensaje pacifista -no otro mensaje que el pacifista- vuelva a ser el mensaje central de esta actividad conjunta de la izquierda de Andalucía)
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