Se acaba de marchar, para tocar por soleá en el cielo, Manuel Carmona Martín, un particularísimo guitarrista flamenco al que muchos maestros de la guitarra actual le deben sus primeros aprendizajes, como Rafael Riqueni, que siempre lo ha recordado, o Niño de Pura, que se soltó con Carmona antes de terminar de aprender con Manolo Sanlúcar. Manolo Carmona, como era conocido dentro y fuera del mundo flamenco, era hijo del también guitarrista de Los Palacios y Villafranca Manolo Carmona Fabián –que acompañó a Pavón o a Manuel Torres en el cortijo de Belmonte y otros foros del medio siglo-, de quien aprendió todo lo posible hasta convertirse no solamente en el mejor guitarrista que había dado hasta entonces el pueblo de los tomates, el de la peña flamenca El Pozo de las Penas, probablemente la más antigua del mundo –junto a la de la Platería, en Granada-, sino también en un admirado referente para las principales figuras de la guitarra flamenca contemporánea.
Manolo no solo tenía unas cualidades innatas para el toque flamenco, sino que era asimismo compositor y a la postre un intelectual de este arte y de este instrumento. Aunque acompañó durante varias temporadas a primeras figuras de la talla de Antonio Mairena, Naranjito de Triana o Fosforito, prefirió retirarse de la dinámica habitual de los artistas porque era un hombre profundamente casero y con un sentido religioso poco frecuente entre los artistas de su época. Acompañó a Joselero de Morón o a Fernanda y Bernarda, y entre los artistas de su pueblo, a Juanito el Distinguido o a Curro el Negrito, entre otros muchos. “Era muy particular, y yo aprendí de él mucha técnica porque su padre me llamaba para que tocáramos juntos y luego su mujer, Angelita, para que estuviera con él”, recuerda ahora con cariño el guitarrista palaciego José Manuel Ramírez, El Niño del Fraile.
Empleado de banca durante décadas, Manolo Carmona era un guitarrista de la vieja escuela que conocía a la perfección la historia del instrumento que más amaba y que tenía un oído prácticamente absoluto. Contaba su padre con mucho orgullo que el mismísimo Paco de Lucía, con quien compartían amistad, le dejaba la guitarra a su hijo para que se la afinase cuando acudían a algún concierto del genio de Algeciras, al que no obstante consideraban el mejor guitarrista de la historia.
En estas últimas décadas no solo tuvo que someterse periódicamente a diálisis, sino que sufría de artrosis en la mano derecha, por lo que se vio obligado a dejar el toque. Incluso en silla de ruedas, conservaba el finísimo sentido del humor que lo ha acompañado durante 83 años. El entierro será mañana domingo a las 10.30 horas en la parroquia de Santa María la Blanca. Ya descansa en paz.
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