Kristina Crandall, una educadora y escritora estadounidense que actualmente vive en Andalucía junto a su pareja e hijos, ha elogiado las ventajas del naturismo y ha realizado una defensa del nudismo que en España, como ha contado en un artículo para la versión inglesa de Huffpost, no tiene nada que ver con el de Estados Unidos.
En su infancia creció con una "abrumadora perspectiva puritana sobre los cuerpos femeninos", una circunstancia que "ha permeado todos los aspectos de la vida estadounidense y, debido a esto, hemos sido condicionados a creer que los cuerpos y la vestimenta masculina y femenina requieren reglas diferentes".
"Tenía amigas católicas a las que no se les permitía usar faldas sin medias. Aunque nuestra escuela se adaptó para crear clases de gimnasia solo para mujeres para que todos pudieran participar, también impuso reglas sobre la ropa de las niñas, desde el largo de las faldas hasta mostrar la piel, mientras que los niños no tenían que enfrentar las mismas limitaciones. Independientemente de dónde mirara, parecía haber un consenso abrumador de que, como mujer, necesitaba tapar el recipiente que albergaba mi alma", ha destacado Kristina.
Mientras que en su país se imponía socialmente el conservadurismo, los medios de comunicación vendían que "los senos de las mujeres eran sexuales, pornográficos y también fundamentales para la belleza femenina y el deseo masculino. El pezón de Janet Jackson fue considerado escandaloso, los trajes de baño de Baywatch dejaron poco a la imaginación y Friends pareció estar grabada en condiciones polares".
Detalla Kristina que, para complicar las cosas, su "cuerpo en desarrollo no se parecía a lo que veía en la televisión o en las páginas de las revistas estadounidenses, y los adolescentes se aseguraban de hacérmelo saber. Durante gran parte de mi juventud fui acosada tanto dentro como fuera de la escuela. Incluso tuve parejas sexuales que se burlaban de mi cuerpo en público y sugerían cirugía plástica. Parecía que los niños y los hombres no solo eran libres de vestir lo que quisieran, sino también de criticar los cuerpos de sus contrapartes femeninas. Después de años de sufrir estos persistentes cortes de papel, no me sentía cómoda conmigo misma y exponer todo mi cuerpo a la luz del día me parecía algo de otro mundo".
Pero en Andalucía, en las playas de Almería, conoció otro concepto diferente de los cuerpos desnudos. Con su pareja, Javi, probó el nudismo. "Había leído sobre playas naturistas antes de mudarme a España y, en el papel, la idea de poder dejar que mis partes femeninas vieran la luz del día sin ser abucheadas, juzgadas o multadas era liberadora. Pero no estaba preparado para cómo me haría sentir estar en esa situación. Me creía progresista y, sin duda, feminista. Sin embargo, por mucho poder que quisiera sentirme, me inquietaba la idea de estar totalmente desnuda al aire libre frente a otras personas", destaca esta norteamericana en Huffpost.
Kristina se ha referido a esa cosificación que es muy pronunciada en Estados Unidos. "Javi me dijo que en España podía ir a cualquier playa y encontrar mujeres liberando sus tetas porque el toples no se consideraba vulgar, y que el nudismo solo era considerado aceptable por el público en general en playas aptas para nudistas. Hablamos de cómo ayudó el anonimato y de que posiblemente no podría haber nada más humano que disfrutar de los placeres de la naturaleza desnudos. A diferencia de los hombres estadounidenses, cuya exposición a los senos femeninos a menudo se limitaba a la pornografía y a las páginas retocadas de Penthouse y Playboy, los ojos de Javi habían visto una gran variedad de senos femeninos a lo largo de su vida, y los míos serían simplemente otro par. Aproveché la ausencia de su mirada, me quité la ropa que me quedaba y salí a su encuentro en aguas más profundas".