Compañeros de clase en el colegio y amigos de siempre. Francisco Javier Mendoza y Francisco Olmo no solo comparten el nombre. Los infortunios de la vida han querido que también les haya tocado lidiar juntos con cardiopatías. Desde la asociación Corazón sin Fronteras en Chiclana, estos chiclaneros de 61 y 64 años luchan a diario con buena actitud y con ganas de dar apoyo para que todo sea más llevadero.
Fue en 2007 cuando Francisco Javier empezó a notar que algo no iba bien. Trabajaba en una empresa de construcción, fumaba y era habitual que se tomase alguna que otra copa con los clientes. “El negocio me pasaba factura”, dice. Así que en 2014 comenzó a cuidarse y a hacer deporte. “Pero cuando terminaba las carreras me mareaba, incluso llegué dos veces a perder el conocimiento”, cuenta a lavozdelsur.es.
Pese a ir al hospital, no le detectaron nada, así que no le dio importancia. Un día, corría junto a su hijo por la conocida como carretera del colesterol de Chiclana cuando, de pronto, “empecé a notar que no podía entablar una conversación, me trababa y no reaccionaba”. Llamaron a la ambulancia y le hicieron unas pruebas. “En el electro vieron que la señal no era correcta, me llevaron al hospital y vieron que tenía el diagnóstico de una persona fallecida. Tenía un aneurisma, una herida en el ventrículo izquierdo que se produce cuando te da un infarto, pero yo me lo salté, y gracias a Dios estoy vivo”, explica el chiclanero.
A raíz de ello, estuvo un mes ingresado por tener “el corazón hinchado, como el buche de un pavo”. Cuando le estabilizaron, Francisco Javier se percató de que volvía a marearse. Su corazón trabajaba más lento y le pudieron un marcapasos con el que, desde entonces, convive.
La asociación, de cuya existencia se enteró “de rebote” por un viaje organizado, le ha ayudado a seguir adelante y a tomar conciencia. Siempre está dispuesto a apoyar y dar visibilidad junto a Francisco Olmo, presidente en Chiclana y delegado de Corazón sin Fronteras en Andalucía.
A él le dio la cara la enfermedad en 2008, cuando se empezó a sentir muy cansado. Por entonces, regentaba tiendas de cocinas con muchos empleados al cargo. “El estrés estaba conmigo. Yo le decía a mi doctora que no era normal que me faltara el aire cuando caminaba y que me diera mareo subir las escaleras, pero ella decía que era todo ansiedad”, comenta el chiclanero, que también observó que se descompensaron sus niveles de tensión y colesterol al padecer tiroides.
En septiembre de 2011 le dio su primer ataque en casa y tuvo que someterse a pruebas de cardiología, pero hasta que no se hizo una ecografía, los médicos no detectaron que tenía una cardiopatía hipertrófica obstructiva. “No se veía en los electros normales. Mi corazón se hace más grande que el hueco y al inflamarse las válvulas se tropiezan y se doblan provocándome infartos”, detalla.
Tres meses después volvió a sufrir una arritmia y fue ingresado en el hospital, donde le colocaron un holter para ver cómo respondía su corazón. “Vieron que se paraba y decidieron ponerme un marcapasos con desfibrilador. Soy como un robot, me ponen un aparato aquí con imán y me regulan”, dice señalando el aparato que deja intuir su silueta bajo la piel.
Ya han pasado 12 años desde que se hizo aquella pregunta: “¿Por qué me ha pasado esto?” Y, gracias a los psicólogos y a la asociación, ha aprendido a convivir con ese aparato eléctrico llamado DAI que evita que le den infartos y que llegue a la muerte súbita.
Corazón sin fronteras tiene delegaciones por todo el país y a la provincia de Cádiz llegó en 2017. Desde entonces, ofrece ayuda emocional, apoyo y otro tipo de servicios, como acompañamiento y terapias, a pacientes con cardiopatías. Su misión es que no se dientan solos en un “mundo complejo” en el que cada enfermedad es muy distinta.
“Queremos tener visibilidad en los hospitales y ayudar a las personas que por primera vez entran en este mundo, que tengan un sitio que no sea el médico y conozcan otras experiencias”, sostiene el delegado.
Ambos compañeros reflexionan que estas enfermedades están “más extendidas de lo que creemos” y que “dan la cara antes en los hombres, pero fallecen más mujeres”. Según datos de la asociación, las enfermedades vasculares son las responsables del 29% de las defunciones en España, convirtiéndose en la primera causa de muerte, por delante incluso de los tumores o de las enfermedades respiratorias.
Pese a ello, en la mayoría de los casos, su diagnóstico no es claro y los síntomas suelen achacarse a otras afecciones. Estos chiclaneros son partidarios de sacarle una sonrisa a la vida y no dejarse llevar por el pesimismo. Ser fuertes ante las desavenencias y actuar.
“Hoy existe mucho estrés y ansiedad. Si no se quita, mucha gente va a entrar en ese mundo”, expresan. Ellos recomiendan tomarse la vida con calma y “hacer limpieza todas las noches de tu mente, borrando todo lo que en el día no haya valido para nada”.
Durante la conversación, indican que el corazón trabaja más de noche que de día, por eso, “si te acuestas con un montón de ansiedad y no la apartas, tu corazón va a sufrir”.
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