María Peña (Jerez, 1958) habla de usted. Después de llevarse más de 38 años vendiendo telas en la antigua Confecciones Anguita, no es capaz de tutear. Tierna, de mirada noble, de vez en cuando tiembla. Agacha la mirada, se contrae. Está nerviosa. Se ha llevado muchos años callada, en el más absoluto silencio. No pudo ni contarle a su madre el infierno que estaba viviendo desde mayo de 2005. Quien entonces era su pareja y socio la controlaba. La tenía anulada, maniatada... La maltrató psicológicamente durante más de 10 años.
Hoy, cuatro años después, vive con pánico. Pánico a encontrárselo, a que la telefonee, a que la busque. "No te voy a dejar en paz", la amenaza. Aquel hombre la aisló de su familia y amistades. La vejaba y la insultaba delante de los demás o en la más estricta intimidad. "Esta es una tonta... Es que es tonta", recuerda María que le decía su maltratador, quien le ha provocado depresión, fibromialgia y tanto sufrimiento que confiesa que cerraba el balcón de su casa de la calle Sol para no tirarse. "Mejor estar muerta que viva. Me entraron ganas de estar muerta", expresa, entrecerrando los ojos y con una sonrisa.
María se siente pequeña; la han hecho pequeña. Vive en situación de exclusión social desde 2009, cuando su maltratador la dejó hasta el cuello de deudas. Cuenta que en 2005 él, quien por aquel entonces mantenía una relación sentimental con ella, la convenció para comprar a medias la finca número 19 de la calle Medina, en pleno centro de Jerez. No obstante, al mes él le anunció que se había enamorado de otra, que ya no estaban juntos; pero la obligó a no contarle nada a su familia.
¿Por qué? "Porque ella tenía que pagar tres cuartas partes del préstamo al banco. Hicieron separación de impuestos, pero no de préstamos con el BBVA. A él le interesaba que ella le siguiera la corriente porque todo estaba a nombre de María y así seguía pagando ella", responde Ausencio García, un vecino del bloque que le está ayudando a salir del pozo burocrático y de la precariedad en la que se ha visto envuelta.
Artículo en el que la Hermandad Humildad y Paciencia de Jerez la deja de morosa en el Diario de Jerez. FOTO: MANU GARCÍA."Que coja lo que quiera y que me deje en paz", se decía María a sí misma. Desde el 2009, el BBVA le ha embargado dos inmuebles (en calle Monjas Victoria y la finca de calle Medina). Además, La Caixa se ha quedado con otra vivienda que tenía a su nombre en calle Barja y le ha dejado residiendo en Sol con un alquiler social de 20 euros. "Cuando se cumplan los cuatro años, se negociará para que se quede aquí con otro alquiler social con La Caixa, banco con el que tiene dos préstamos", apunta Ausencio.
"María se ha quedado en una situación precaria. Le debe a la Seguridad Social, a Hacienda, al BBVA, a La Caixa, no tiene trabajo, le han quitado su patrimonio... No tiene derecho a paro, ni ayudas...", continúa su vecino, ya que a María no le sale la voz del cuerpo. Ante estas circunstancias, lo último que esperaba era que la Hermandad de Humildad y Paciencia de Jerez, a la cual alquiló uno de los locales en calle Medina para que guardaran sus enseres en diciembre de 2012, la dejase de morosa ante la prensa.
En un pasado artículo del Diario de Jerez titulado La Humildad y Paciencia que busca la noche, el hermano mayor de la cofradía trinitaria, Juan José Tamayo, aseguró que se van de la que entonces era la sede de la hermandad porque “se trata de un grave problema en el que nos hemos visto envueltos sin que tengamos responsabilidad alguna. Nosotros estamos al día en los pagos y compromisos contraídos con la propiedad a través del contrato de alquiler”. "Eso es falso", sostiene la vecina jerezana.
Con contratos en mano, María demuestra que la hermandad dejó de pagar el alquiler (de 300 euros al mes) a partir de mayo de 2017. Y, una vez que se cumplió el contrato en diciembre de ese mismo año, María decidió no renovarles. No obstante, ahí siguen de okupas, enfrentándose ahora al BBVA, después de que el banco le embargase la propiedad a la jerezana. "He sido muy tolerante con la hermandad. Iban a guardar cosas solamente y allí han hecho Zambombas, fiestas... Han pasado los años... Ellos me prometieron que lo iban a comprar, por eso les hice un contrato de arrendamiento con derecho a compra", asegura María. No obstante, la cofradía no pagó los nueve primeros meses de alquiler, ni los cinco últimos del contrato.
María durante la entrevista concedida a lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA."No me esperaba esto de la hermandad... Nunca les subí la renta. Ellos están al tanto de mi situación. Sabían que yo estaba enferma… Esto es lo que me duele", denuncia María. lavozdelsur.es se ha puesto en contacto con Tamayo, quien ha declarado que "la han embargado porque la señora no había cumplido con los pagos"; sin querer contestar a las acusaciones del impago por parte de la hermandad. "Claro, si ellos hubiesen pagado algo, el banco quizá les hubiera continuado el contrato", señala María.
A día de hoy María sobrevive gracias a los ánimos que le da su familia y varios de sus vecinos. "Hay aquí una viuda que me trae de comer porque dice que la hace con la única ilusión de que yo coma", sonríe con pena. "Creo que soy dulce, pero también muy gilipollas", termina, sintiéndose mal por hablar, por ser.
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