Una madre denuncia haber vivido un "trauma" durante años a raíz del acoso escolar que ha sufrido su hijo, de 11 años, en un colegio de Córdoba. La mujer, de Osuna, se mudó a la ciudad de procedencia de su marido, Córdoba, donde asegura que ha sido víctima de violencia de género, caso que ha terminado afectando a la educación de sus hijos.
Según detalla S. a lavozdelsur.es, los pequeños siempre han ido a los centros educativos que su padre les imponía. Cuando el hijo menor cumplió tres años comenzó a sufrir bullying por parte de sus compañeros en un colegio religioso. "Un día su hermano me llamó diciéndome que le estaban tirando y arrastrando por los pies mientras que otro le pegaba patadas en la cabeza", cuenta la mujer, que asegura que la situación se repitió en los próximos días.
"Otro día uno de esos niños le pegó cabezazos contra la portería y en los recreos le tiraba su desayuno a la papelera", sostiene. A su vez, "le ponían zancadillas continuamente para que se cayera" y un día "le tiraron un escarabajo dentro de la ropa y el profesor le dijo que se aguantara, que era un cobarde".
"No pude ni abrir la boca, el inspector no nos dio la oportunidad de contar nuestra versión y nos echó de su despacho"
La madre también denuncia que "cuando jugaban al fútbol siempre lo sentaban en el banquillo, y poco a poco fueron marginándolo más hasta que lo quité de las actividades extraescolares y de catequesis". Ante esta situación, fue a hablar con la directora, pero "nadie hacía nada". Incluso la tutora, en el parte de incidencia al que ha tenido acceso este medio, redactó que "es dinámica del colegio, que se pelean y se perdonan igualmente".
Por esta razón, decidió dirigirse al inspector con la esperanza de poder frenar el acoso. "No pude ni abrir la boca, no nos dio la oportunidad de contar nuestra versión y nos echó de su despacho", relata la madre, que interpuso una reclamación a la Junta de Andalucía.
"Nos sentíamos desprotegidos, pero aguanté cinco años, asustada", añade la mujer, que mantiene que en ningún momento recibió el apoyo de la comunidad educativa. La sevillana, que se encontraba en pleno proceso de separación, decidió cambiar de colegio a su hijo cuando entró en segundo de Primaria para así salir del entorno del progenitor.
Así, se incorporó a un colegio rural de una aldea cordobesa, a unos tres cuartos de hora de su vivienda. Allí, "le fue estupendamente", pero la familia no podía permitirse el gasto que suponía el desplazamiento diario, por lo que acabó solicitando un traslado de expediente a otro colegio. "Es un niño abierto y estuvo casi dos meses sin hablar con nadie, se quedaba solo en un banco. Yo le pedí a la profesora que al menos le presentara a los demás niños", cuenta.
"Todos le hacían el vacío, no jugaban con él en el recreo ni le llamaban para nada, solo se subía en un árbol"
En este centro educativo donde cursaba tercero de Primaria, volvió a sufrir acoso. "Los niños empezaron a reírse de él, le decía que jugara al escondite, el pobre se escondía y era mentira, se iban a otro sitio y se quedaba solo", detalla la madre. Hasta que llegó un momento en el que el pequeño "empezó a decir que no iba a ir al colegio".
De nuevo, su madre tomó la decisión de volver a la aldea donde inicialmente había estado bien. "Si él era feliz, me sacrifico, pero cuando llegó entró en un edificio donde él era el más pequeño, no había nadie de su edad y los mayores no le hacían caso", comenta haciendo alusión a la existencia de una ratio muy pequeña.
"Todos le hacían el vacío, no jugaban con él en el recreo ni le llamaban para nada, solo se subía en un árbol", cuenta. Ante esta circunstancia, el pequeño volvió a manifestar que no quería asistir a las clases y la familia, desesperada, se trasladó a Puente Genil, donde vivía su abuela.
Según el testimonio de la familia, el menor, ya en cuarto de Primaria, "se integró estupendamente", sin embargo, llegó la pandemia y las consecuentes medidas de prevención en las aulas. "Estaban muy distanciados y le tocó en el pupitre del rincón, mi hijo me decía que se tiraba horas sin hablar con nadie y pedí una tutoría", destaca. La solicitó en septiembre y, hasta marzo no se la dieron. Durante ese periodo, la situación de su hijo empeoró y "empezó a decir que no quería ir".
Su negativa a asistir a clase coincidió con el fallecimiento de su abuela, motivo por el que la familia regresó a Córdoba, con la entrada a un nuevo centro. "Era una cooperativa comunista, del entorno de mi marido, no había plazas en otro lado, y desde que llegamos notamos que no fuimos bien recibidos", dice. Aunque el menor logró integrarse, su madre quiso sacarle de ese entorno y le llevó a un colegio religioso de Marchena tras mudarse a Osuna, donde no encontró plazas para él.
Denuncia que también sufrió aislamiento social por parte de sus compañeros y de la comunidad educativa. "Llegaba al patio todos los días, decía buenos días y ningún niño le contestaba, como si fuera un fantasma. La profesora hacía grupos para las excursiones y lo dejaba a él solo. Además, una de las monjas empezó a contar nuestra vida y el niño se sentía señalado. Otro día vomitó en el colegio y no me llamaron pese a decirle que se sentara a esperarme que yo iba para allá", detalla.
A raíz de esto, el menor comenzó a manifestar "el mal rato" que pasaba en clase y, actualmente, se encuentra en casa por una baja médica. "Yo ya no se qué hacer", suspira.
Tanto ella como su hijo mayor, de 25 años, aseguran que este acoso viene derivado del maltrato del progenitor. "Nos han hecho bullying porque mi padre así lo ha facilitado", denuncia el hijo mayor, que tambien se ha enfrentado a situaciones de aislamiento por parte del personal de los colegios.
"El aislamiento social, ignorar la palabra e impedir la participación con el resto del grupo es bullying", dice señalando un documento que le facilitó la Guardia Civil en una charla sobre cómo combatir el acoso escolar.
Víctima de violencia de género
La mujer ha denunciado ante el Juzgado de Violencia sobre la mujer nº1 de Córdoba a su exmarido por "ejercer violencia de género de manera reiterada sobre mi persona durante 25 años". Según redacta la afectada en la denuncia, "ha manchado mi imagen privada y pública ocasionando mi muerte civilmente, su fin era silenciarme y que no tuviera derecho a defenderme".
También manifiesta que "él está deseando que le denuncie, está muy seguro de que le van a dar la razón a él y, por eso, no ha parado de presionarme para que lo haga". En el documento, la mujer confiesa estar "muerta de miedo, agotada y sin fuerzas".
Su hijo mayor ha interpuesto una denuncia a su padre por los mismos hechos y, por "maltratar y abandonar a la familia en todos los aspectos", y declara: "Nos ha destrozado la vida, no cumple las funciones que tendría que cumplir un padre y no nos ha dado el trato correcto".
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