“Siempre que oigo campanas que doblan tocando a muerto, siento una pena tan grande y una congoja muy dentro. Padre, por ti nada hablaron, estuvieron en silencio. El campanero no quiso, tenía miedo de hacerlo”. Quien lee este poema es una biznieta de Cayetano Roldán Moreno (San Fernando, 1882-1936), el último alcalde republicano de La Isla, asesinado por el franquismo al inicio de la Guerra Civil, como también lo fue toda la Corporación municipal.
“Siempre que pienso en tus manos, que curaron con acierto —Roldán era médico—, que tanto nos acariciaron y que socorrían presto. Padre, ¿por qué las amarraron si solo bien hicieron? Que le pregunten a los pobres, ellos dirían que es cierto”, continúa el poema, que suena con fuerza, con rabia, leído a pie de tumba, en el cementerio de la ciudad. 87 años después de su muerte, se ha enterrado junto a familiares. Tanto él como Eladio Barbacil Romarín, concejal republicano, también asesinado en esas fechas.
Ambos, Roldán y Barbacil, han sido enterrados con honores este viernes en San Fernando. En la misma Sala Capitular del Ayuntamiento que acogió la última reunión del gobierno republicano de la ciudad, pasado por las armas, se ha celebrado una capilla ardiente en la que familiares y vecinos de La Isla y localidades colindantes han podido despedirlos, llorarlos, recordarlos. Honrarlos.
Cayetano Roldán Moreno se convirtió en concejal tras las elecciones municipales del 31 de agosto de 1931, y fue repuesto en su cargo después de las generales del 16 de febrero de 1936, siendo alcalde desde el 25 de febrero hasta el 18 de julio. El socialista, de 53 años, fue asesinado el 29 de octubre de ese año. Eladio Barbacil Romarín, concejal de Izquierda Republicana desde el 28 de febrero de 1936, fue asesinado el 27 de octubre, cuando tenía 45 años.
Roldán nació en el seno de una familia liberal burguesa. Su padre fue alcalde de San Fernando unos años antes de que él fuera concejal. Ambos fueron médicos. A sus verdugos, según recoge en un libro el escritor José Casado Montado, les dijo: “Me vas a quitar la vida, a mí, que te saqué del vientre de tu madre. Bien, hacedlo, pero a mis hijos no tocadlos, por favor, que son inocentes”. Para entonces ya habían muerto, con Juan, Manuel y Cayetano, con 19, 26 y 29 años.
Ángeles Fernández Roldán, nieta del último alcalde republicano de La Isla, se sienta cerca de los restos de su abuelo, en la capilla ardiente. “Es satisfactorio, porque hemos conseguido el fin por el que hemos luchado. Primero por encontrarlos, y luego por darles dignidad. Nos falta la justicia, pero eso en este país…”, comenta a lavozdelsur.es Ángeles Fernández, que también es presidenta de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Democrática, Social y Política de San Fernando (Amede), gran impulsora de este acto, en el que ha ido de la mano del Ayuntamiento.
Al lado de Ángeles está Eladio Asencio Barbacil, nieto del que fuera concejal Eladio Barbacil Romarín, que también fue presidente de Amede hace unos años. En San Fernando se han logrado exhumar 147 cuerpos de represaliados. Solo seis han podido ser identificados, poniéndole nombres y apellidos a la barbarie. Por eso Asencio espera que sigan los trabajos, aunque es complicado porque muchos familiares, con los que debe cotejarse el ADN, ya han fallecido.
Miguel Ángel López Moreno, un químico jubilado muy implicado en cuestiones de memoria histórica en La Isla —y colaborador de lavozdelsur.es—, considera que el entierro de los restos de alcalde y concejal son el final de “un proceso largo, costoso y con mucho trabajo e investigación”. Pero no se conforma: “Siempre queda algo pendiente. No sabremos jamás cuántas personas fueron represaliadas, muertas, con la vida cambiada…”.
Al final de la capilla ardiente, a la que acuden miembros del gobierno local, como Conrado Rodríguez o Pepa Pacheco, pero también de la oposición, como María José de Alba (PP), Fran Romero (AxSí) o Carlo Zambrano (Vox), pronuncia unas palabras la alcaldesa, Patricia Cavada (PSOE), que antes que nada pide un minuto de silencio, que utiliza para hilar con el inicio de su discurso.
“El silencio se apoderó de este ayuntamiento, inundó las calles de San Fernando. Durante demasiados años nos obligaron, pero ese silencio nunca fue olvido, ni vergüenza. Solo fue modo de supervivencia ante la barbarie.”, comienza Cavada, que con este acto asegura que se salda una “deuda moral” con Roldán, Barbacil y sus familias.
Ahora, “regresan con todos los honores inherentes a sus cargos al entonces salón de plenos”, dice, antes de dirigirse a Cayetano Roldán, “como si pudierais escucharme”. “Como alcaldesa quiero decirte, alcalde, que sólo aspiro a seguir con tu tarea en la lucha por la igualdad y la justicia social; vuestra figura recuerda la necesidad de situar la convivencia en democracia como elemento principal al que dedicar mis esfuerzos”.
Los restos del alcalde y el concejal, guardados en sendas cajas de madera, salen entonces de la Sala Capitular. Una envuelta en la bandera republicana, con rosas, entre aplausos que duran minutos, ante un público que, en muchos casos, no se puede aguantar las lágrimas. Así salen del Ayuntamiento, aplaudidos, acompañados por sus familiares, de camino al cementerio municipal.
Rosas, una armónica y poemas
“Siempre que veo la tapia donde caíste sin aliento, sé que salen de mis lágrimas, de mi triste desconocimiento. Padre, hay tanta señal de las balas que no sé las que te hirieron. ¿Por qué lo matasteis? ¿No sabíais que era bueno? Te mataron, te arrastraron, te enterraron como a un perro. Te negaron a ti la vida, me negaron a mí tu cuerpo”. Quien lee ahora es otra biznieta de Roldán, continuación del mismo poema con el que se inicia este texto.
El numeroso séquito, detrás del coche fúnebre, sigue a Roldán y Barbacil con constantes gritos de “viva la República”. Con banderas tricolor. Y mucho sentimiento. “Que la tierra te sea leve, maestro”, le gritan a Cayetano cuando la caja con sus restos se introduce en la tumba en la que hay enterrados otros familiares.
Así ha sido el entierro del último alcalde republicano de San Fernando, en imágenes de Candela Núñez
Una sobrina de Roldán recuerda que fue “honesto, generoso, con valores y principios y una gran calidad humana”. “Nos demostró que un mundo mejor es posible, pero pagó con su vida y la de sus tres hijos la osadía de ser íntegro y honesto con estos principios”, sostiene. Quienes lo mataron, recalca, “no consiguieron su propósito”. “¡Viva esta familia!”, grita para acabar, poco antes de que otro biznieto se marque un solo de armónica para despedirlo.
El 20 de noviembre, en el cementerio municipal se entregaron los restos de las tres primeras víctimas identificadas: Francisco Baptista Florenza, Juan Valverde Colón y Manuel Barbacil Mejuto. Roldán ya reposa junto a su familia. Antes, se instaló en busto en su memoria —en septiembre de 2019— o se le nombró alcalde honorario —en 2020—. El resto de la Corporación también fueron nombrados concejales honorarios. Además de Barbacil, la formaban Manuel Belizón Castillo, Emilio Armengod Molina, José Lucas Velázquez, Antonio Ferrer Acosta, Luis Ramos Laguna, Eduardo Díaz Delgado, Marciano González Medina, Francisco Hierro Benítez, Juan Mantero Valero, Juan Moreno Cabezas, Eduardo Naranjo Gago, Antonio Pérez Heredia, Marcial Ruiz Pérez, Esteban Salamero Bernal y Carlos Urtubey Rebollo.