"Mi hija lleva días llorando, nos pregunta si vamos a tirar sus cosas a la basura", acierta a decir Benito, cuando atiende a lavozdelsur.es. La pequeña, de tres años, pregunta eso porque sus padres llevan días metiendo sus pertenencias en bolsas negras, y es que que apenas les quedan un par de días para ser desalojados. El martes 8 de junio tienen prevista su salida del piso que ocupan desde hace varios años, en la barriada de La Constitución de Jerez —conocida como el Mopu—. “Era un nido de ratas y cucarachas”, recuerda Isabel. Poco a poco, con mucho esfuerzo, horas de trabajo y litros de pintura, la fueron adecentando y haciéndola habitable.
La vivienda, que pertenece a la Junta de Andalucía, tendrá que ser desalojada en apenas dos días, cuando Isabel, Benito y sus dos hijas, de tres años y seis meses, se verán en la calle. "Si nadie nos ayuda, mi mujer y yo nos iremos a la puerta del Ayuntamiento o a la de Emuvijesa —la empresa municipal de vivienda—. No queremos ni hacer pancarta, nos vamos a sentar en la puerta, sin armar jaleo, pero alguien nos tiene que ayudar", expresa él. "Estoy atacado de los nervios", agrega Benito.
"El martes cuando vaya con mi hija al colegio y luego la tenga que llevar a mi casa para darle de comer, ¿dónde la llevo?", se pregunta Benito, quien confiesa que está mal, "con nervios en el cuerpo, sin poder dormir, ni comer". Al trabajo va con la "cabeza perdida", sin prestar atención a lo que hace. Mientras, en su casa, va desmontando muebles y todo lo que han instalado durante años, puertas, grifos... "La mayor solo hace preguntar, le hemos tenido que decir que nos vamos de vacaciones", señala.
Después de solicitar un aplazamiento del desalojo, la semana pasada recibieron Isabel y Benito una carta que les daba fecha de salida definitiva: el 8 de junio. Con una nómina que no llega a 500 euros y sin apenas ayudas —les denegaron el Ingreso Mínimo Vital por no llevar un año empadronados y sólo perciben 150 euros de servicios sociales para comida, ocasionalmente—, no tienen fácil acceso a un alquiler. "Hemos tenido una mala racha y por eso decidimos meternos aquí", cuenta él, un piso que estaba deshabitado, y lleno de basura.
Benito e Isabel, antes de entrar en la vivienda del Mopu, estaban en Madrid, percibiendo un buen sueldo. Hasta que volvieron a la ciudad natal de él. Con lo que cobraba Benito de paro, vivieron los primeros meses. “Al principio se los llevaba el piso”, cuenta Isabel, “y era sólo para un lavado de cara, pintar y poco más, pero metimos electricidad, tuberías…”, relataba. Antes, era un "punto de encuentro de toxicómanos", al que accedieron un día que estaba "completamente vacío".
"Estamos con las carnes abiertas, recogiéndolo y quitando lo que hemos puesto, porque no vamos a dejar las cosas nuevas", dice Benito. "A mis niñas no las voy a dejar en la calle", sostiene. Y espera encontrar una vivienda asequible que puedan pagar. "Buscando alquileres llevamos dos años, pero con una nómina de 500 euros nadie se arriesga a alquilarnos", dice.
"La humanidad se ha perdido. No hay humanidad ni un poquito de sensibilidad", señala Isabel. "Somos una pareja joven, gente educada, que no hacemos daño a nadie y nos vamos a ver en la calle con dos niñas pequeñas". El 8 de junio se verán en la calle. "Yo entiendo que no es mío y lo he hecho mal, pero estábamos sin trabajo y con una niña de un año", señala Isabel, quien se queja de que las Administraciones no le dan "una alternativa".
Isabel y Benito están inscritos como demandantes de vivienda y luchan para conseguir un alquiler social que les permita tener un techo para sus niñas. "Si encontráramos algo por 150 o 200 euros, me lo quito de comer para pagarlo si así tengo un techo... pero no me ofrecen nada", explica Isabel. "Servicios sociales está estudiando una alternativa, pero aún no nos han dicho nada", agrega Benito. De momento, están haciendo las maletas para dejar el piso en el que residen desde hace unos años, que era un "chutadero" e hicieron habitable. Su próxima vivienda aún no saben cual será.