La plaza de España está en obras y llegar al antiguo Palacio de la Aduana cuesta. "¿Nos dejas entrar? Es para una fotografía, son del periódico", dice Gervasio Hernández Palomeque (Navalcán, Toledo, 1937) a un vigilante de seguridad que custodia la entrada del edificio de la Diputación de Cádiz. "No puedo, Gervasio, no puedo", le responde con cierta dosis de mansedumbre, esa docidilidad con la que las instituciones tratan a quienes gozaron de prestigio pero tienen que pasar igualmente por el aro de la burocracia. "Esto antes no era así, aquí entraba todo el mundo. Pero no es culpa suya, él es un trabajador más, ¿qué va a hacer?", se excusa mientras caminamos hacia los banquitos de la plaza Argüelles.
"Ahí tiene una casa Felipe González. Sí, sí, ese edificio que está pintado en rosa" comenta antes de la entrevista Gervasio, que también se llamaba Manuel, y que utiliza más este segundo nombre en el ámbito familiar. El primer presidente de la Diputación de Cádiz conoce todos los entresiijos del ámbito institucional, la política y la educación, donde fue pionero participando activamente en los primeros años de la educación a distancia.
"Lo mío era la profesión, como otros muchos de mi generación no imaginé hacer carrera política. Quise dar el paso porque quería otro sistema educativo, pero el PSOE lo ignoraba... fue uno de los motivos de mi distanciamiento", recuerda con su última publicación entre las manos, La historia de la educación a distancia en España (Diputación de Cádiz, 2021). Su carácter polifacético deja entrever que la entrevista no será fácil de sintetizar. "Lo que yo quiero que pongas es lo que no me publican nunca en los medios: que las provincias no sirven para nada; las diputaciones dejaron de tener sentido en el momento en el que se constituyeron las comunidades autónomas. Yo se lo dije a Alfonso Guerra", espeta.
Para contar su historia hay que empezar por el principio. Cronológicamente, como en los libros de texto de toda la vida. Gervasio Manuel nació en un pueblo de Toledo en plena Guerra Civil —más cerca de la Sierra de Gredos y de Castilla La Vieja que de La Mancha, concreta, haciendo referencia a las divisiones autonómicas—, desde donde partió siendo un chaval a Madrid para estudiar en la Complutense. Allí, en plena efervescencia del desarrollismo franquista, se licenció en Filosofía y Letras, un título que suma al de maestro de enseñanza Primaria, al de licenciado en Derecho y doctor en Educación e Historia por la Universidad de Cádiz, más recientemente.
Tras aprobar unas oposiciones, el brillante Gervasio acabó en la provincia de Cádiz en 1965, nombrado inspector educativo. Sin embargo, la vida, que tantas vueltas da, le hizo volver a Madrid a petición del Ministerio, que quería lanzar el gabinete de Educación a Distancia a través de la radio, la televisión y la correspondencia en los años de la reforma de la Educación General Básica (EGB).
"Adolfo Suárez era el presidente de RTVE. Estuvimos trabajando allí unos años, pero luego me dijeron que si quería volver a mi provincia —de destino: Cádiz— tenía que hacerlo al Campo de Gibraltar, donde era necesaria una figura especial de inspección", explica. El inspector aceptó. Igual que cuando tuvo que volver un año a Toledo para cubrir una plaza desierta. En los años 70 se instaló definitivamente en Algeciras, donde empezó una tímida relación con la política en los años clave de la Transición.
"La Transición la hizo la CIA. Mi mujer me lo dijo: Felipe González no es de izquierdas"
Decepcionado con la política y con las instituciones democráticas que surgieron a partir de la Transición, Gervasio no esconde nada: su llegada a la política fue casi de casualidad. En las primeras elecciones tras la muerte del dictador, el 15 de junio de 1977, el inspector concurrió de número dos por la provincia en las listas de la Federación Demócrata Cristiana que presidía Joaquín Ruiz-Giménez —quien luego fue primer Defensor del Pueblo—.
Dos años más tarde, en las primeras elecciones municipales 1979, haría lo propio en las listas del PSOE, partido que quería que fuese alcaldable por Algeciras. "Hablaron conmigo, querían que me presentara para alcalde, tenía experiencia y me habían venido a tocar… al final acabé de presidente de Diputación. El día que me lo dijeron estaba prácticamente en pijama, me preparé un discurso y me llevé a mi mujer", cuenta entre risas.
En estos tiempos en los que la institución es bastante desconocida por la opinión pública, es difícil imaginarse la "expectación" de la que habla Gervasio sobre el primer pleno de Diputación de Cádiz y su propia investidura. "El salón de actos era enorme y se decidió por un solo voto: 13-12. Se sabía que iba a salir yo", recuerda. Como presidente de Diputación tenía todo por hacer y también por abarcar, al tratarse de un periodo y una institución nueva. Como presidente (1979-1983), reconoce haber tenido "muy mala prensa" por algunas de sus medidas.
"Quité los cobrasobres esos del Diario de Cádiz. Hicimos muchas cosas: obras, infraestructuras, polideportivos, piscinas. Visitábamos los pueblos", dice. Todo aquello, explica, gracias a los Pactos de la Moncloa y la inversión pública que se hizo en los años finales de la Transición que, no obstante, considera una trampa. "La Transición la hizo la CIA en el tardofranquismo, con Kissinger como secretario de Estado de Nixon. Se contaba con Felipe González, con ese socialismo light, su voz persuasiva y su carisma... yo en aquel momento no sabía cómo fue aquello pero mi mujer me lo dijo: Felipe González no es socialista", ríe.
Los desencuentros en el seno del PSOE hicieron que Gervasio poco a poco se distanciara de los postulados del partido. Tras los años en Diputación, el inspector llegó a ser parlamentario andaluz en la primera legislatura (1982), acta a la que renunció para acabar también como primer presidente de la Junta del Puerto de la Bahía de Cádiz (1983-1987). Entre las desavenencias, más allá de las educativas —dice que sabía del fracaso de la Loece, la LODE y la Logse—, vinieron otras de corte social y político, como la entrada a la OTAN. "Fue un bandazo que no esperábamos", cuenta.
Afín a los postulados más izquierdistas dentro del partido, formó parte de la Izquierda Socialista de Pablo Castellano, con el que se fue del PSOE para recalar luego en el PASOC, en IU, y en el PCE, en un momento en el que camino político solía ser totalmente el opuesto. "He estado en política para mejorar la vida de los demás, no para otra cosa", se justifica.
Muy crítico con las diputaciones: "Me estorba la provincia"
Si algo sorprende de los postulados del primer presidente de la Diputación de Cádiz es su rechazo al funcionamiento de la propia institución provincial. Gervasio dice mantener el mismo planteamiento desde que fuera elegido en 1979, cuando llegó a plantearle a Alfonso Guerra, mano derecha de Felipe González, la poca utilidad del órgano. "Se lo dije en la sede federal, donde tuvimos un encuentro con los nueve presidentes de Diputación que tenía entonces el PSOE: ¿Cómo habéis permitido recoger a la provincia en la Constitución Española? A mí me estorba la provincia, quita importancia a los municipios y los ayuntamientos”, recuerda.
El expolítico cree que las provincias —creadas por Javier de Burgos en 1833— deberían haberse suprimido tras la configuración del Estado de las autonomías en los años de la Transición. “Fue un error muy grande que la provincia se recogiera en la Constitución. La propia carta dice que para formar una comunidad autónoma había dos vías: por el 143, o por el 155, con una serie de condiciones como Andalucía. ¿Qué sentido tiene que las provincias que se hayan constituido como comunidad sigan existiendo? Las delegaciones provinciales tienen un gasto y un funcionariado enorme… perturban”, explica.
Lo cierto es que en aquellas comunidades autónomas uniprovinciales, el órgano de la Diputación provincial no existe, algo que debería haberse aplicado, según Gervasio, a todas las comunidades autónomas. Pero en ese caso, ¿se eliminaría cualquier institución parecida a las diputaciones? “Que no exista como órgano de gobierno, sí como representación, como enlace entre las autonomías y los municipios. El peso tiene que caer en los ayuntamientos, los que están de verdad cerca de los ciudadanos”, responde.
Su rechazo a la configuración territorial no es fruto de un capricho, sino de su propia experiencia política. “Las delegaciones provinciales no se enteran de nada y no entienden los organigramas de la Junta porque varían en cada legislatura. En realidad, la provincia no existe, no es algo natural, la comarca y el municipio sí. ¿A qué viene todo este gasto?”, reprocha.
Como caso pragmático, pone de ejemplo la situación de un vecino de un municipio de la provincia. “Si un viejo de Alcalá del Valle quiere hacer un pozo artesiano, se acoge a un reglamento del Estado y de la Junta. Podría hacer los trámites directamente por el Ayuntamiento. No se entiende la de papeles que gestionan las delegaciones provinciales… lo pierden”, lamenta, poniendo de manifiesto que también hay otros instrumentos no utilizados en la provincia de Cádiz, como el área metropolitana.
"Cuando fui presidente de Diputación encargamos un proyecto de ordenación urbana y de transporte a arquitectos y urbanistas. Ensachar el puente de Carranza para que hubiera un tranvía y que todo estuviera enlazado, pero quedó en nada", dice decepcionado, al no creer que se estén aprovechando los recursos logísticos que tiene la Bahía de Cádiz y Jerez.
"El político tiene un poder excesivo, está por encima de la ley"
Poco tiene que ver el sistema educativo en el que Gervasio consiguió una plaza de inspector educativo con el actual. Casi 60 años después, España ha pasado de una dictadura a una monarquía parlamentaria, con leyes educativas sobrevenidas según los distintos gobiernos democráticos. Para el inspector, maestro de Primaria y doctor en Ciencias de la Educación que también consiguió plaza de profesor asociado en la Universidad de Cádiz, el fracaso ha sido absoluto.
“Si queremos un buen sistema educativo, hay que hacer de la formación del profesorado algo fundamental. Es una de las profesiones más importantes, desde Infantil hasta la universidad, pero no se está haciendo nada”, comenta. El exdiputado responsabiliza al poder político de una progresiva privatización del sistema educativo.
“La enseñanza privada regala las cosas. Estamos yendo hacia el sistema norteamericano, con la privatización de todo”, añade. La responsabilidad también la achaca al sistema legislativo, extendiéndose no solo al ámbito educativo, sino al sanitario y el de otros servicios públicos, poniendo el foco en la Ley 38 de 1984 de la Función Pública, con la que “se puede nombrar a dedo a todo Dios”.
“El político tiene un poder excesivo, está por encima de la ley. Por eso tiene siempre tiene más votos el que gobierna, es fácil hacer campaña desde el poder”, concluye. Gervasio lo ve en su propio entorno, una familia con cuatro hijos. Una de ellas ha aprobado las oposiciones y aún espera para incorporarse por el colapso del SAS. Las interinidades y el exceso de laborales en las plantillas de los servicios públicos no son sino el resultado de décadas de políticas de dejadez a las que ahora el Gobierno quiere poner coto, a petición de Bruselas. "No se han hecho bien las cosas", sentencia. Habla la experiencia.
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