La violencia machista no es solo esa violencia evidente que, por desgracia, vemos a diario en la calle o en los medios. Existe una violencia invisibilizada y normalizada que, aunque no queramos verla, se esconde detrás del modo en que viven hoy su sexualidad muchos adolescentes. Jóvenes y profesionales de la educación explican con estupor cómo se han ido perpetuando los roles de género gracias a diversos productos culturales y cómo, en muchos casos, las chicas normalizan relaciones sexuales deningrantes, violentas o deshumanizadas.
Laura Cruz es sexóloga, psicóloga, asesora de relaciones y embajadora de España del proyecto educativo mundial The porn conversation. Cada día, observa en las aulas como se normalizan y se perpetúan ciertos comportamientos machistas, y cómo estos se manifiestan de forma diversa en las relaciones sexuales y de pareja que mantienen los jóvenes.
“Por desgracia, la violencia machista está muy normalizada en los colegios y en los institutos. A mí me llaman mucho de los centros educativos para abordar temas, sobre todo, de lgtbfobia. Sin embargo, casi nunca me llaman para tratar comportamientos machistas, cuando en realidad, por lo que yo he visto, estos se dan en todos los institutos”, explica.
“Siento que hemos avanzado mucho en legislación, porque, por ejemplo, ya tenemos todos derecho legal a la educación sexual integral y científica, pero que no hemos progresado tanto en la práctica”, reconoce. Los expertos coinciden en que uno de los principales problemas en la génesis del machismo adolescente es el machismo subterráneo que, aparentemente, no hace saltar las alarmas. Se trata de un fenómeno tan sutil, que muchos jóvenes no lo detectan y lo reproducen.
“Las chicas creen que eso no es machismo, incluso lo confunden con el amor o con una complacencia malentendida”, apunta Pablo López, profesor de Educación Secundaria en Granada. “Ellas colaboran sin darse cuenta. De hecho, ellas aprecian más los perfiles que se basan en modelos machistas, que los que no. Las chicas siguen teniendo un papel muy tradicional en las relaciones y siguen viendo en los perfiles machistas hombres seguros y cotizados”.
Con él coincide Rosario García, una joven profesora jienense que está muy comprometida con la erradicación del machismo y la lgtbfobia en las aulas: “Se vende que todo está muy avanzado en materia de educación sexual, pero no es así, queda muchísimo camino por recorrer”, advierte. “Hay muchos niños que siguen pensando que deben asumir un rol dominante, que deben ser los machotes, y establecen vínculos totalmente desiguales”, asegura esta profesora. “El gran problema es que basan su sexualidad en el porno, que es algo que no es real y donde la mujer es vista simplemente como objeto a disposición del hombre”, subraya Rosario.
En sus charlas escolares sobre sexualidad, Laura Cruz ha advertido tónicas similares a las que relatan estos profesores. “Hoy en día, existe un consumo atroz de pornografía entre los adolescentes debido, sobre todo, a su fácil acceso a través de internet. Además, el porno que se ve en la actualidad es más machista, menos humano, y en él la mujer está totalmente cosificada. El problema es que los adolescentes construyen su idea de la sexualidad en base a eso que están viendo”.
El porno, además de generar referentes o modelos, es también una forma de construir el deseo. Tamara Tenembaum, autora del libro Amar y follar en el siglo XXI, explica que es necesario que hombres y mujeres cambien su idea acerca de qué es lo deseable, es decir, que lo deseable sea el consentimiento, que lo erótico sea que dos personas se deseen, no que una provoque deseo y la otra lo sacie. “En la pornografía no hay consentimiento ni desconsentimiento por parte de la mujer, ella simplemente se deja hacer”, matiza la doctora Cruz. “Entonces, muchas chicas interpretan que ese es su rol en el sexo, cuando, obviamente, no tiene que ser así”.
"Yo creo que los chicos no hemos aprendido a gestionar el rechazo porque en el porno nunca hay rechazo"
Jorge (nombre ficticio) es un joven jerezano que se ha prestado a hablar con este medio sobre machismo y sexualidad. “Yo creo que los chicos no hemos aprendido a gestionar el rechazo porque en el porno nunca hay rechazo. Entonces, muchas veces, cuando una chica no ha querido estar con un amigo mío, le he escuchado decir cosas como: ‘No eres tan guapa para ser tan gilipollas’, y eso es porque se creen que la vida real es como el porno: que la chica es un objeto y está ahí para complacerte siempre que tú quieras”, asegura este joven. “Porque, para colmo, en el porno que se consume actualmente, no hay ningún relato, ni ningún trasfondo, ni ningún recorrido hasta llegar al sexo: es como si solo importara meterla”, concluye.
Al consumo desmedido de pornografía entre adolescentes, se suma el consumo de diversos productos culturales, como la música, el cine o la televisión, que también fomentan estereotipos machistas y conductas sexuales que premian una actitud violenta de los chicos hacia las chicas. “En mi cole, los chicos que ligan más siguen siendo unos machotes y las niñas que tienen relaciones más libres unas “guarrillas”, asegura Rosario.
Pablo López coincide con ella: “Los adolescentes dotan de un estatus de respetabilidad a las novias fieles, y, por contra, a las chicas jóvenes que tienen relaciones libres las llaman ‘putas’ y las rechazan”.
“Se entiende que las mujeres siempre tenemos que asociar el sexo con el amor, y, si no lo hacemos así, somos unas guarras”, afirma Belén (nombre ficticio), una cordobesa que vió como una compañera de clase sufría depresión por recibir insultos de este tipo. “Los chicos, sin embargo, muchas veces se acuestan con una chica, aunque ni les guste ni la quieran, para chulearse con los amigos. Eso les da seguridad. Una chica no hace eso, porque, en vez de ganar estatus ante sus amigas, queda como una guarra”.
En cierto modo, según la doctora Cruz, a las niñas se les sigue educando para que vinculen el sexo con el amor, mientras que a los niños se les enseña que el sexo es una necesidad fisiológica, y se les permite la experiencia sexual con fines únicamente placenteros y como alivio a ese “tener siempre ganas” que, según esta forma de educar, es inherente a su naturaleza. Las chicas adolescentes, sin embargo, cargan con toda una tradición cultural de modelos, pautas, consejos y advertencias machistas, que, de un modo u otro, hacen mella en ellas y fomentan su represión sexual.
“Los chicos experimentan más que las mujeres, porque no les da tanta verguenza decir: ‘¿Y si probamos esto?, ¿y si probamos lo otro?’ En cambio, las chicas no lo dicen, porque piensan: ‘Voy a parecer una guarra si muestro que quiero experimentar con esto o con lo otro’”, opina Belén. “De hecho, yo me acuerdo de adolescentes, de estar jugando al ‘yo nunca’, que una chica reconociera que se masturbaba y luego nosotras mismas, por detrás, comentar: ‘¡Qué asco!’ o ¡Qué guarra!’ Mientras que mis amigos varones siempre han reconocido que se masturbaban y lo hemos visto como algo normal, como algo que es que ellos tienen que hacer porque son hombres y tienen esa necesidad. Nosotras mismas hemos discriminado y criticado a otras chicas por vivir con libertad su sexualidad, y esa es otra forma de ejercer violencia machista”, reconoce Belén.
“A mí, por ejemplo, antes me daba vergüenza decirle a un chico que necesitaba estimulación en el clítoris para llegar al orgasmo. Sentía que era como faltarle al respeto decirle que solo por penetración no iba a llegar al clímax. También me sentía yo misma mal, como inferior a las otras chicas. Luego, cuando ya teníamos veintitantos años, muchas de mis amigas empezaron a reconocer que les pasaba lo mismo, y que habían llegado a fingir un orgasmo, incluso cuando habían sentido dolor, por miedo a que el chico las rechazara”
“El otro día en clase”, relata la doctora Cruz, “escuché a un chico decir que es que su novia le había dicho que tenía que ser más directo e ir derecho a la penetración, que qué era eso de tantas caricias. Claro, no nos olvidemos de que las chicas también se educan con el porno y, muchas veces, creen que sus novios deben cumplir con esos estereotipos. Esto hace que muchos varones adolescentes vengan angustiados a mi consulta y me digan: ‘Es que, si no tengo una erección o si no eyaculo o, incluso, si no me comporto de un modo violento, mi novia dice que es porque no la quiero o porque no me gusta’, y yo tengo que explicarles que eso no es así, que el pene no es un termómetro del amor”, defiende esta sexóloga.
“Tengo amigas que me cuentan tan normales que a veces sus novios se ponen muy brutos en el sexo, ellas le dicen que paren y ellos siguen. Como en el porno eso es lo habitual, pues, tanto los chicos como las chicas, hemos normalizado cosas que son muy violentas y muy machistas”, reconoce Jorge. La profesora Rosario le da la razón: “Falta mucha educación, mucha deconstrucción y mucha autoexploración para que el machismo desaparezca de verdad de la vida sexual y sentimental de nuestros jóvenes”.
El día 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Es importante recordar que violencia no es solo pegar o matar. Violencia también es insultar, someter, discriminar, juzgar, anular, cosificar, dejar de lado el deseo de la otra persona o no tratarla como un igual. La educación sexual en las aulas es una herramienta prioritaria para acabar con esta lacra.