Nació en Budapest y vive en El Puerto de Santa María. Adela Sanz-Briz Quijano pasa por ser una vecina más de una tranquila urbanización portuense, pero guarda una fascinante historia familiar. Su padre, Ángel Sanz-Briz, fue nombrado encargado de negocios de la legación española en Budapest en el verano de 1944. Justo después del comienzo de las persecuciones contra los judíos húngaros por los nazis ofreció en nombre de su gobierno proveer pasaportes a judíos de origen español y negociar por su protección con las autoridades de Hungría.
Steven Spielberg hizo que Oskar Schindler pasara a la posteridad por esa famosa lista con la que logró salvar a 1.200 judíos del holocausto nazi. Por supuesto, está en el museo Yad Vashem de Jerusalén al igual que el sueco Raoul Wallenberg, que también salvó la vida a miles de judíos. Y en ese podio se encuentra Sanz-Briz, al que atribuyen la salvación de más de 5.000 personas.
Cuando sucedió todo aquello, Adela era una bebé. La cosa se puso muy fea y su madre se tuvo que marchar a España. Su padre, conocido como el Ángel de Budapest, se las ingeniaba entonces para buscar en la burocracia fórmulas legales que permitieran salvar vidas. Recibió el consentimiento de otorgar derechos a 200 judíos españoles, pero los amplió por su cuenta a muchas familias más. Y también alojó a muchas personas en pisos alquilados por él bajo la protección de la bandera española.
Por si fuera poco, colocó letreros españoles en hospitales, orfanatos y clínicas de maternidad de la capital húngara para proteger a los judíos que se encontraban allí. En 1966 fue propuesto a la distinción de Justo entre las Naciones, reconocimiento que el Estado de Israel hace a las personas no judías que salvaron vidas durante el Holocausto. Fue en 1989, nueve años después de su fallecimiento, cuando su familia recibió el título de manos del embajador de Israel en Madrid.
Los Sanz-Briz son de origen zaragozano, pero su hija Adela, la mayor de cinco hermanos, vive en El Puerto de Santa María. "Vivir aquí es una suerte enorme, es un paraíso terrenal. Yo vivo aquí desde hace 48 años, pero nací en Budapest en plena guerra. Mi padre era diplomático, lo mandaron a Budapest cuando fue invadido y se quedó horrorizado con lo que estaba pasando. Empezó a trabajar por su cuenta y a salvar a gente. La primera idea es que podía salvar a la gente de origen sefardí. Hizo lo que pudo para darles pasaporte español para que se pudieran ir corriendo. Y así llegó a 5.000 y pico. La lista de Schindler, con perdón, eran los que trabajaban en su fábrica, que era muy meritorio porque enfrentarse al mundo nazi no era una cosa que te salía gratis, pero mi padre salvó a más personas", recuerda a lavozdelsur.es.
"Se apoyó en una la ley que decía que los judíos sefardíes tenían derecho a volver a España. Y negoció con ese gobierno, que quería ser reconocido en España, la posibilidad de que él les ayudaba a lograrlo si ellos le ayudaban con los judíos sefardíes que había en Hungría. Y entonces a raíz de eso consiguió esa cuota de posibles salvados. Se jugaba la vida y lo sabía", remarca.
Adela remarca que su padre se supo ganar la confianza de los alemanes "con donativos" y cuenta el mérito del esfuerzo que hizo teniendo entonces 33 años y una mujer embarazada: "Mi madre estaba esperando a mi hermana Paloma y ya cuando la cosa se puso muy fuerte, la mandaron a Madrid. Se fue cruzando Europa conmigo en tren porque no había otra manera. Se fue a Madrid porque todos los días había tiroteos en la calle en Budapest. Mi padre iba con su coche a llevar las comidas y las medicinas a las casas que él había alquilado para meter a todos los refugiados. Mi madre no iba a estar ahí esperando a mi hermana Paloma jugándose la vida. Fue horrible, fue muy duro".
Siendo pequeña y adolescente no tuvo nunca Adela la sensación de ser la hija de un héroe porque su padre nunca presumía de lo que había hecho. "Él no presumía, pero tampoco vamos a engañarnos, tampoco se hablaba mucho de ello. Fue bastantes años después cuando empezó a hablarse de la barbaridad que había habido. Y mi padre tampoco era un señor que le gustaba presumir. Todo ha quedado registrado porque él lo apuntaba todo".
A Adela le llama la atención que la historia de su padre siga siendo noticia 80 años después de lo sucedido en Budapest. Siente un gran orgullo y celebra que haya tenido muchas distinciones a título póstumo. "Uno no tiene que hacer las cosas por reconocimiento. Mi padre no era del bando franquista ni de ningún bando. Era un señor funcionario que hacía su trabajo y los diplomáticos son funcionarios y trabajan por el país. Le tocó vivir en tipos de Franco, pero era diplomático de carrera. Estuvo en seis embajadas y acabó en la Santa Sede", cuenta.
Su infancia fue la de una familia que se trasladó a todos los destinos donde mandaron a su padre. Después de Budapest, San Francisco, China y Roma, entre otros. En la familia se recuerda con mucho cariño cuando en Naciones Unidas le hicieron un homenaje organizado por Kofi Annan, que se llamaba Visas for life. "Kofi Annan estaba casado con una señora que se llama Wallenberg, cuyo tío era muy amigo del abuelo. Ese hombre salvó a muchos judíos, pero desapareció y nunca más se supo de él. También era diplomático, pero el gobierno sueco no le llamó antes de que entraran los rusos, como pasó con nuestro abuelo. Organizaron este homenaje a todas las familias de diplomáticos que habían ayudado en la Segunda Guerra Mundial", explica Adela Andrada, hija de Adela Sanz-Briz.
La suya es una historia que comenzó hace casi un siglo, pero que sigue teniendo vigencia por la eterna gratitud de los descendientes de aquellos judíos que se salvaron gracias a un ángel. Es el caso de Eva Leitman-Bohrer, una judía que empezó a investigar la vida de su padre al descubrir unos documentos con los que pudo reconstruir lo que le sucedió a su familia en Budapest. La periodista Alexandra Ciniglio convirtió esa historia en Los papeles secretos de Pape. "Su familia entera se salvó gracias a la ayuda de mi abuelo y ella era un bebé. Es una señora que está dedicada a hablar de nuestro abuelo por todo el mundo y ha escrito un libro precioso", señala la nieta de Sanz-Briz.
Todo forma parte de un pasado que parece muy lejano. Pero Adela Sanz-Briz, a sus 81 años, tiene claro que la historia se puede repetir: "Nos parece muy generoso que la gente se acuerde de cosas que pasaron hace 81 años, pero que hay que recordarlo porque pasa y volverá a pasar si nadie se acuerda. Hay ahora una ola antisemita y aunque el judío es el pueblo elegido de Dios, es una cosa cíclica que parece que es inevitable que se vaya repitiendo con el paso de los años".