Hubo un tiempo, no hace mucho, donde los barrios de los pueblos y ciudades se conocían por elementos ligados a la naturaleza. ‘Cerro del Moro’ en Cádiz; ‘El Fontanal’ en Sevilla; ‘Las Tres Palmeras’ en Córdoba… Así ocurría también en Carmona. Precisamente, en pleno casco antiguo de la ciudad, el hoy llamado barrio de Santiago, por su iglesia antes parroquial, era conocido por todos como el barrio de los kíkilis, es decir, el cernícalo primilla. Estas aves esteparias han vuelto a encontrar un hogar en el lucero de Europa, sobre todo en alguna de las torres que arañan los cielos de la atalaya de Los Alcores.
Este pequeño halcón, que había desaparecido casi por completo debido a la pérdida de hábitats y los efectos de la modernización, está recuperando su lugar gracias al esfuerzo conjunto de la Hermandad de la Columna, la Pastoral de Patrimonio de la Iglesia Prioral de Santa María y de Grefa (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) en Andalucía. Esta organización no gubernamental sin ánimo de lucro nace en 1981 en Madrid con el objetivo de estudiar y conservar la naturaleza.
José María Ayala, coordinador de Grefa en Andalucía, explica cómo se gestó esta iniciativa: “Cuando la hermandad nos contactó, nos dijeron que su vínculo con los kíkilis era especial, pero que las aves ya no estaban. Sabíamos que sería un desafío, pero también una forma de devolver una parte esencial de la identidad de Carmona”, explica. La recuperación de los primilla en Carmona comenzó en un momento inesperado, en pleno 2020, cuando la pandemia de covid 19 paralizaba la vida de todo el mundo. Sin embargo, nada detuvo a los voluntarios de GREFA ni a los miembros de la Hermandad de la Columna. Ayala recuerda que fue un momento complejo, “pero el entusiasmo de la hermandad y su disposición para trabajar a distancia nos motivó a seguir adelante”, comenta.

A través de reuniones telemáticas, se trazaron los planes para diseñar y fabricar las primeras ocho cajas-nido tematizadas. Estas cajas, confeccionadas para integrarse visualmente con la arquitectura de la iglesia de Santiago, se convirtieron en una solución clave para compensar la pérdida de mechinales sellados durante las restauraciones previas en otros edificios históricos. La corporación del Jueves Santo, liderada entonces por Antonio Marín, se encargó de construirlas siguiendo al pie de la letra las indicaciones de Grefa, utilizando materiales sencillos y adaptándolas al estilo visual del edificio, mimetizándose con él. Una vez fabricadas, las cajas-nido se instalaron en la torre de Santiago con el apoyo de voluntarios locales como Olga Santamaría, Enrique Peña o Rafael Morales, demostrando que, incluso en tiempos de crisis, la colaboración podía superar los obstáculos. En este contexto, la llegada de la primera pareja de cernícalos en 2021 fue un hito: “Ver a esos dos kíkilis quedándose a vivir en una de las cajas fue como una señal de que todo el esfuerzo había valido la pena”, recuerda Ayala. Este pequeño triunfo inicial marcó el comienzo de un crecimiento constante de la colonia.

Pero el éxito inicial no fue casualidad, sino el resultado de un enfoque meticuloso y un trabajo en equipo brillante de todos los actores implicados. A lo largo de los siguientes meses, se documentaron los comportamientos de los cernícalos y se ajustaron las estrategias a seguir para maximizar las posibilidades de reproducción. En 2022, tres parejas criaron con éxito y en 2023, ocho parejas habitaron las cajas-nido, con un total de 21 pollos anillados ese año.“El cernícalo primilla no es una simple ave; es parte del alma de la ciudad de Carmona y cada paso en este camino nos ha recordado la importancia de protegerlo, como ya hemos hecho en otras ciudades de la provncia de Córdoba o Cádiz”, añade el coordinador de Grefa en Andalucía.
La iglesia de Santiago, que oculta en sus entrañas un impresionante artesonado mudéjar, no es el único escenario de este esfuerzo por recuperar esta especie. En San Bartolomé, cinco cajas-nido instaladas dieron lugar al nacimiento de siete pollos. En San Blas, una pareja ocupó uno de los cuatro nidales y logró criar tres pollos. Sin embargo, no todos los lugares ofrecieron resultados positivos. En la Prioral de Santa María las cajas instaladas no fueron ocupadas, lo que resalta la importancia de adaptar cada intervención a las necesidades específicas de la especie y el entorno. Luis Jiménez García, miembro de Grefa, explica que el éxito de estas iniciativas depende de múltiples factores, como la orientación de los nidos, su altura y la cercanía a fuentes de alimento. Cada detalle cuenta, por eso es clave crear un entorno que los cernícalos consideren adecuado para criar”, comenta.
Desde las alturas
Subir a la torre de la iglesia es toda una aventura: escaleras en forma de caracol, peldaños irregulares, el paso del tiempo… Todo para llegar al campanario para hacerse una idea del impacto de este proyecto. Desde allí, se puede observar un skyline único de Carmona y de las inmensas fértiles tierras de la campiña que rodea a la ciudad, un hábitat ideal para los cernícalos. Olga Santamaría, profesora del IES Losada Villasante y miembro de Grefa, destaca la importancia del entorno para la especie, pues “ofrecen abundante alimento para los kíkilis, especialmente insectos, que son la base de su dieta. Es perfecto para ellos”.

Esta docente de Geografía e Historia comenta cómo la ciudad ha abrazado el proyecto. Desde los estudiantes que participan en actividades educativas sobre conservación, hasta anónimos que ayudan a fabricar cajas-nido, todos han jugado un papel importante en el regreso de los cernícalos. Desde la torre, también se puede apreciar el vuelo de los cernícalos, surcando los cielos con ese vuelo tan característico en busca de alimento antes de regresar a sus hogares rodeados de patrimonio centenario.
No todo es progreso
Un aspecto clave del proyecto ha sido la recuperación de los mechinales en muchas fachadas y torres. Estos espacios son esas pequeñas cavidades en las paredes de las iglesias que antaño se usaban para soportar andamios. Con el tiempo, estos huecos se convirtieron en refugios naturales para especies como los cernícalos primilla. Sin embargo, las restauraciones modernas, a menudo, han llevado a su eliminación en muchos de los casos, privando a estas aves de lugares esenciales para anidar. En Carmona, por el contrario, se han llevado a cabo esfuerzos significativos para preservarlos. En Santa Ana, por ejemplo, la intervención tras ser cubiertos inicialmente evitó que estos se sellaran de forma definitiva en su reciente restauración. O en San Blas, en pleno barrio de la Judería, donde se adaptaron con marcos de madera y puertas abatibles que permitieron que una pareja criara con éxito. “Cada mechinal que salvamos es una oportunidad para que estas aves prosperen, pero también es un recordatorio de cómo la arquitectura puede servir a la biodiversidad”, afirma.
Las amenazas (in)visibles
A pesar de los avances logrados, el proyecto se enfrenta ahora a desafíos exigentes. Una de las mayores amenazas es la proliferación de especies invasoras, como las cotorras argentinas o las de Kramer. Estas aves, introducidas en entornos urbanos, compiten de manera agresiva por los nidos y desplazan a los cernícalos primilla. La cotorra de Kramer es especialmente peligrosa porque, además de ocupar los nidos,"puede dañar a otras especies, como los murciélagos”, explica Ayala. En Sevilla, estas cotorras ya han colonizado mechinales en sitios emblemáticos como la Giralda y la iglesia del Salvador y su expansión hacia Carmona parece inevitable tras llegar a zonas de El Viso y de Mairena. “Es solo cuestión de tiempo”, advierte Ayala. Aunque se han propuesto medidas de control, estas enfrentan una fuerte oposición por parte de algunos sectores, lo que dificulta su implementación.


Otro obstáculo importante es el cambio en el uso del suelo y la pérdida de hábitats de alimentación debido a la urbanización de zonas clave para su cría. Aunque Carmona sigue siendo un entorno favorable, con sus campos de cereal y una rica población de insectos, estos recursos podrían verse reducidos en el futuro. Según Ayala, “sin un entorno adecuado, no importa cuánto trabajemos en las zonas de nidificación, pues los cernícalos no podrán sobrevivir a largo plazo”.
Fe, esperanza, futuro
Gracias a la implicación del tejido social y cultural de la ciudad, los kíkilis vuelan alto. Para los miembros de la Hermandad, recuperar este ave era algo más que un proyecto ambiental. Hasta en su canastilla del paso de Misterio del titular va un primilla. El apoyo institucional también ha sido fundamental. El clero local, junto con el Arzobispado de Sevilla, han mostrado una apertura excepcional al permitir la instalación de nidos en edificios históricos. Y hasta la dimensión educativa del proyecto ha sido igualmente crucial para tejer la conexión entre las nuevas generaciones y su entorno.

El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, indicaba que “el poder humano tiene límites y que es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas”. Los kíkilis no solo han vuelto, sino que se han quedado de donde nunca jamás debieron partir, salvo por sus migraciones obligatorias. El precio de la modernidad a veces es excesivamente caro, pero la fe mueve montañas. O aves, que quisieron volver a su barrio, al que le dieron nombre. Tan divino; tan humano.